Los apus (del quechua apu, 'señor(a)') son montañas que según la cosmovisión andina, están asociados a una divinidad, a un personaje importante, o a algún grupo de montañas que cuidan a los habitantes cercanos con aguas provenientes de sus cumbres. A estas montañas, coronadas de prístina nieve durante todo el año, se les atribuye influencia directa sobre la vida de los pobladores que moran en sus faldas.
El Perú alberga el 71% de los glaciares tropicales del mundo. Para los peruanos sería muy difícil imaginar los bellos paisajes de los Andes sin su manto blanco, o incluso concebir la vida en las cercanías de estos glaciares sin el agua que proviene de ellos. Sin embargo, el 22% de la superficie glaciar en el Perú ha venido desapareciendo tan sólo en los últimos 30 años.
Los glaciares tropicales cumplen una función de regulación del agua en la región andina. En épocas de sequía o poca lluvia, los apus blancos proveen un amplio caudal de agua para consumo humano, para agricultura y para la generación de energía hidroeléctrica. Uno de los impactos del acelerado retroceso glaciar es la formación de nuevas lagunas en las partes altas, aumentando así el riesgo de aluviones y derrumbes, además de dejar de ofrecer su función de regulación del agua, agudizándose la escasez.
El proyecto para el retroceso de glaciares
Debido a los inminentes problemas que el retroceso de glaciares andinos tiene y tendrá en la población, los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Perú en conjunto con el Banco Mundial, establecieron el Proyecto Regional “Adaptación al Impacto del Retroceso Acelerado de Glaciares en los Andes Tropicales” (conocido como PRAA), administrado por la Comunidad Andina de Naciones.
Con una donación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) por casi ocho millones de dólares, el proyecto trabaja para mejorar las capacidades de las economías, ecosistemas y poblaciones locales para enfrentar los inminentes impactos del cambio climático y el retroceso glaciar, a través de acciones concretas en áreas seleccionadas.
Adicionalmente, y con una donación del Gobierno de Japón, el proyecto ha instalando una red de ocho estaciones de medición glaciar a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar (13.100 pies) repartidas entre Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia. Con la colaboración del Senamhi, esta red permitirá obtener información a nivel regional sobre el comportamiento de los glaciares, y facilitar la definición de estrategias más eficientes de adaptación en las regiones altoandinas.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias de este retroceso acelerado de glaciares en la región? ¿Qué impactos tendría la ausencia de regulación hídrica en la agricultura, en el abastecimiento de agua potable, en los ecosistemas andinos que dependen de ella? ¿Qué riesgos para la población se podrían derivar del posible incremento de huaicos (aluviones en quechua) que amenazan la vida de miles de personas? Estas son algunas de las preguntas que el grupo de investigadores se plantea actualmente.
En el caso de Perú, el proyecto trabaja en tres pasos claves: incrementar la comprensión científica de la dinámica glaciar, definir estrategias de adaptación a partir de la información obtenida, e implementar algunas de las medidas de adaptación identificadas.