El BRAC comenzó a introducir la batata de pulpa anaranjada en las regiones central y sudoccidental del país en 2014, con el objetivo de mejorar la nutrición de unos 19 200 hogares pobres y vulnerables. Mientras la tasa de retraso del crecimiento de Uganda —que llega al 33 %— es una de las más altas del mundo, las tasas de retraso del crecimiento en las dos regiones mencionadas promediaron casi un 47 % en el caso de los niños y un 35 % en el caso de las niñas menores de 2 años, según una encuesta de 7694 hogares, realizada entre abril y julio de 2014.
Los expertos señalan que Uganda es una paradoja nutricional: la desnutrición se produce incluso en las regiones de producción agrícola relativamente prósperas, y a pesar del hecho de que el país es el principal exportador de alimentos básicos en África oriental.
Sarah Nakyngwe, de 38 años, dijo que con frecuencia tenía que mendigar comida para alimentar a sus siete hijos, pero que su vida ha cambiado desde que consiguió un empleo promoviendo la batata de pulpa anaranjada. Nakyngwe se unió al grupo de microfinanzas del BRAC y alquiló una parcela más productiva de 1,5 acres de tierra de cultivo. También comenzó a trabajar en un salón de belleza en el pueblo. Ahora, hay suficiente dinero y comida para todos, y un beneficio adicional: su esposo la mira con una nueva perspectiva y apoya sus esfuerzos por ganarse la vida fuera del hogar, dijo.
El Gobierno de Uganda prepara un proyecto de gran escala por un monto de USD 30 millones para impulsar el cultivo en todo el país a partir de la labor del BRAC. Este proyecto es financiado con una donación del Programa Mundial para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria (i) con sede en el Banco Mundial y que recibe fondos de varios países.
El Laboratorio de innovación en cuestiones de género para África del Banco Mundial (i) también estudia el impacto del proyecto piloto del BRAC, para determinar si las mujeres son más proclives a adoptar el cultivo por su valor nutricional o su potencial de mercado, dijeron los economistas Markus Goldstein y Niklas Buehren.
“Uno de los grandes problemas de África es que las mujeres ganan mucho menos que los hombres en la agricultura”, dijo Goldstein. El estudio del Laboratorio de innovación sobre cuestiones de género está “tratando de encontrar la manera de cerrar esa brecha”.
Los datos de seis países de África (i) indican que las agricultoras obtienen menos rendimiento por hectárea que los agricultores, en parte porque las granjas de las mujeres tienen menos mano de obra masculina.
En Uganda, las mujeres por lo general no tienen suficiente dinero para contratar mano de obra, mientras que los hombres cultivan especies comerciales, como el café y la caña de azúcar, que emplean mucha mano de obra, según un informe sobre las cuestiones de género y la dinámica al interior del hogar en las zonas del proyecto de cultivo de batatas.
De acuerdo al documento, la mayoría de los propietarios de tierras son hombres, y estos también tienen un mayor acceso a las herramientas agrícolas, los fertilizantes y otros insumos que las mujeres. Los hombres “tienden a asumir el control de los cultivos que se catalogan como de preferencia de las mujeres si estos tienen un gran valor comercial y generan grandes ganancias”, se señaló en el informe.
El estudio del Laboratorio de innovación sobre cuestiones de género analizará si la ventaja inicial de las agricultoras que participan en el proyecto de la batata de pulpa anaranjada en Uganda puede significarles mayores beneficios cuando el cultivo se torne más popular y rentable.
Adoptar el cultivo es lo primero que tiene que ocurrir, dijo Buehren, y “todo lo demás se deriva de eso”.