La solicitud del acta de nacimiento, la renovación del documento de identidad o una denuncia por extravío de documentación: estos son solo algunos ejemplos de trámites que podían demorar meses para los ciudadanos argentinos. Hoy, con un simple click, se pueden obtener de manera eficiente, rápida y segura.
La falta de acceso a la identificación es un serio obstáculo para la participación económica, social y política de las personas, especialmente de los grupos más vulnerables que enfrentan mayores costos para realizar estos trámites. Una investigación reciente del Banco Mundial afirma que esta dificultad se acrecienta para las mujeres, los no escolarizados y las poblaciones rurales.
Esto no es una novedad para Argentina. El país cuenta con una larga historia de innovación en lo que respecta al registro de sus ciudadanos. Fue en Argentina donde se desarrolló el primer sistema de identificación dactilar en 1892, exportando esta tecnología que aún se utiliza al resto del mundo.
A pesar de las innovaciones argentinas en materia de identificación personal, a principio de los 2000 el país seguía confiando la información de sus ciudadanos en un proceso manual poco coordinado. Así, un ciudadano que debía renovar u obtener un nuevo DNI debía esperar hasta dos años para que las aplicaciones en papel fueran validadas en diferentes oficinas públicas. Este proceso analógico generaba altos costos tanto para el gobierno como para los ciudadanos, quienes debían viajar a Buenos Aires en caso de que quisieran acelerar el trámite.
En 2009, Argentina empezó el proceso de cambio en los programas nacionales de identidad. Esta estrategia ha permitido alcanzar un registro universal de todos los niños que nacen en el país, sin importar dónde viven. A la vez, la mejora de los procesos permitió que el 98% de la población cuente con su identificación y que, en caso de requerir algún cambio, pueda obtener su nuevo documento en solo dos horas.