En primer lugar, deseo agradecer a la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI) y a las Naciones Unidas (Departamento de Asuntos Económicos y Sociales) por invitar al Grupo Banco Mundial a este importante foro y por la oportunidad de hablar acerca de cómo llevar adelante en conjunto una mejor reconstrucción ante la pandemia de COVID‑19.
Como todos sabemos, estamos a punto de experimentar la recesión mundial más profunda que se haya visto en décadas. La semana próxima, el Banco Mundial presentará el informe Perspectivas económicas mundiales, en el que se proyecta para 2020 un crecimiento negativo para un gran número de países, tanto avanzados como en desarrollo.
El impacto lo sienten con más intensidad las personas pobres y vulnerables: 73 millones de personas se han visto empujadas a la pobreza extrema (casi la mitad de ellas en Asia meridional y una tercera parte en África al sur del Sahara) y otros 175 millones de personas han caído en la pobreza; el 80 % de los 1600 millones de trabajadores informales se ven afectados, y 1500 millones de niños abandonarán la escuela.
Esta crisis amenaza con borrar décadas de progreso económico y reducción de la pobreza. Las perturbaciones de hoy en el comercio y la educación pueden conducir mañana al desempleo y la disminución del capital humano, sobre todo entre las mujeres y las niñas.
El apoyo decisivo para el desarrollo y la coordinación mundial resultan fundamentales para una recuperación sostenible e inclusiva. Los déficits del financiamiento destinado a los países en desarrollo serán extraordinariamente altos y probablemente persistan en el mediano plazo.
Es imperioso que todos incrementemos nuestro apoyo. En lo que respecta al Grupo Banco Mundial, hemos actuado con rapidez y a gran escala. La primera fase de la respuesta, con un monto de USD 14 000 millones, está destinada a prestar asistencia sanitaria y económica de emergencia y, hasta el momento, estamos implementando este apoyo en más de 100 países en desarrollo, donde habita más del 70 % de la población mundial.
En los próximos 15 meses, otorgaremos hasta USD 160 000 millones en financiamiento. De esa suma, la Asociación Internacional de Fomento (AIF), nuestro fondo para los más pobres, suministrará USD 50 000 millones en donaciones y créditos en condiciones concesionarias.
Estos fondos se emplearán en primer término en la respuesta a más corto plazo, que se centra en proteger a las personas pobres y vulnerables a través de programas de protección social (como los de transferencias monetarias ampliables, para cuya implementación se ha utilizado la tecnología digital); brindar apoyo alimentario y a los ingresos; proteger el empleo, y garantizar la sostenibilidad de las empresas, especialmente las pymes.
A mediano plazo, se pondrá el énfasis en la recuperación. Para ello, se fortalecerán las políticas e instituciones con el fin de retomar la senda del crecimiento, la creación de empleo y la reducción de la pobreza. La recuperación entraña la oportunidad de encarar una reconstrucción resiliente, sostenible e inclusiva. Esto podría abarcar la construcción de infraestructura con bajas emisiones de carbono, la creación de sistemas de salud y de seguridad alimentaria más resilientes, y la eliminación de subsidios distorsivos, como los otorgados a los combustibles y la agricultura. Se nos presenta la gran oportunidad de trabajar con inversionistas del sector privado, como esta alianza, para comprender cómo utilizar mejor nuestros recursos en pos de una recuperación ecológica (incluso en el ámbito marítimo), y desplegar tecnología e innovación.
El déficit de financiamiento para responder a los efectos de la COVID-19 será significativo. El Grupo Banco Mundial ha adoptado una serie de medidas para enfrentar esta dificultad. En primer término, junto al Fondo Monetario Internacional pedimos a todos los acreedores bilaterales oficiales la suspensión del pago de la deuda para los países clientes de la AIF, lo cual ahora forma parte de una iniciativa del Grupo de los Veinte (G‑20). De este modo, se brinda a los 35 países participantes espacio fiscal para implementar programas de respuesta frente a los efectos sociales y económicos de la crisis. Sin embargo, queda mucho por hacer en relación con la deuda y la sostenibilidad fiscal, y con la reactivación de la inversión y el capital privados. Sobre esta última cuestión, permítanme detenerme en tres puntos.
En primer lugar, quiero referirme al trabajo crucial que lleva adelante la Corporación Financiera Internacional (IFC). Karin Finkelston hablará acerca de esto hoy. La labor de IFC ha sido decisiva en nuestra respuesta, especialmente en los países afectados por fragilidad y conflictos. Dichos países son los primeros en quedar aislados de los mercados financieros y las cadenas de suministro globales durante una crisis. Miles de millones de capitales privados han abandonado los mercados emergentes (USD 100 000 millones en el primer mes después del brote de la pandemia). Por dicha razón, el trabajo de las instituciones de financiamiento del desarrollo y de inversionistas con preocupaciones afines se torna más importante. Queremos estrechar la colaboración con actores del sector privado como ustedes para desarrollar innovaciones como las estructuras financieras combinadas. Ejemplo de ello es un programa de infraestructura que se implementará próximamente en Colombia y que está orientado a construir caminos seguros y reforzar las cadenas de suministro.
En segundo término, uno de los mayores desafíos que los inversionistas —como muchos de ustedes— enfrentan en los mercados emergentes es el marco normativo de apoyo para la inversión sostenible y la falta de oportunidades para invertir.
En cuanto al marco normativo, la agenda de recuperación en la que trabaja el Grupo Banco Mundial junto con los países clientes ofrece una oportunidad para iniciar un camino de desarrollo inclusivo con bajas emisiones de carbono, como las reformas del sector energético y de otra índole, y para garantizar oportunidades de empleo inclusivas. Cabe mencionar también la labor que lleva adelante con el G‑20 acerca de la función de los inversionistas institucionales en la promoción de la agenda del desarrollo sostenible, como el trabajo en el programa sobre la infraestructura como activo.
En lo que respecta a las oportunidades de inversión, también esperamos que aumenten en el marco del proceso de recuperación y de reconstrucción mejorada, por ejemplo, en el área de infraestructura de transporte con bajas emisiones de carbono y de energías renovables. Es necesario además considerar de qué manera financiar los proyectos de gran impacto en el capital social y humano.
Asimismo, esperamos poder utilizar la Plataforma Global de Infraestructura, mecanismo con sede en el Banco Mundial y en cuyo consejo consultivo participan varios miembros de la Alianza Mundial de Inversionistas para el Desarrollo Sostenible con el fin de ayudar a forjar redes de inversiones en infraestructura sostenible que resulten atractivas para el capital privado.
Con más de 90 programas y proyectos que cuentan con el apoyo de la Plataforma Global de Infraestructura para la fase de preparación inicial, se está trabajando arduamente para proporcionar a los inversionistas, como ustedes, oportunidades de inversión sin riesgos basadas en análisis rigurosos, con salvaguardas ambientales, sociales e institucionales y una distribución justa de los riesgos. La Plataforma puede emplearse para identificar infraestructuras sostenibles en la fase de recuperación.
En tercer lugar, cabe mencionar el apoyo al capital que se hará necesario. El Banco Mundial utilizará todo su poder de fuego, incluidos los fondos que pueda desembolsar y el apalancamiento de su capital. Durante más de 70 años, el Banco Mundial ha movilizado la inversión privada para apoyar el desarrollo sostenible a través de los mercados de capital globales emitiendo bonos con calificación triple A (del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, BIRF). La AIF, nuestro fondo para los más pobres, accedió a los mercados de capital por primera vez en 2018, donde ofreció a los inversionistas la oportunidad de trabajar en países de ingreso bajo.
En abril de 2020, emitimos más de USD 15 000 millones en apenas una semana para despertar conciencia acerca del tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible, referido a la salud y el bienestar. Esto incluyó el bono de mayor cuantía que jamás hayamos colocado, una emisión de USD 8000 millones con la que se logró atraer a casi 200 inversionistas. Se trata de la mayor emisión de bonos denominados en dólares estadounidenses de una entidad supranacional.
Este evento se organizó conjuntamente con la ASDI, y ahora hemos emitido un bono de SEK 11 500 millones (11 500 millones de coronas suecas) para el desarrollo sostenible.
Queremos agradecer el apoyo de la comunidad de la Alianza Mundial de Inversionistas para el Desarrollo Sostenible por sus aportes para la elaboración de instrumentos financieros destinados a fomentar el desarrollo y la sostenibilidad.
Debido al alto nivel de déficit de financiamiento y el escaso espacio fiscal del que dispondrán numerosos países en desarrollo, será necesario contar con la inversión privada durante la etapa de recuperación. Será importante atraer la participación privada para la prestación de ciertos servicios públicos y la construcción de infraestructura. Tenemos ante nosotros la oportunidad de encarar una mejor reconstrucción que sea también comercialmente viable.
Quisiera concluir mis palabras con un elogio a los miembros de la Alianza Mundial de Inversionistas para el Desarrollo Sostenible, a la ASDI y a las Naciones Unidas por convocar al sector privado y la comunidad dedicada al desarrollo. Ahora escucharé gustosa sus reflexiones e impresiones.
Muchas gracias.