BRASILIA, 28 de junio de 2010 - Brasil no es sólo un gigante económico y del fútbol mundial, sino también se perfila como un gran campeón cuando se trata del medioambiente.
El debate regional sobre los beneficios de adoptar un camino de bajo carbono hacia el desarrollo tomó nuevo impulso tras la presentación de un estudio del Banco Mundial que propone recortes en las emisiones de efecto invernadero brasileñas como una vía hacia el desarrollo sustentable.
Más allá de sus credenciales económicas y desarrollistas, incluyendo su papel como el motor económico que impulsa la recuperación de la región, Brasil es una superpotencia ambiental, hogar de la selva amazónica y de su enorme biodiversidad. Su capacidad de abordar muchos de los desafíos para el desarrollo progresó de manera impactante, en especial con la dramática reducción de la deforestación, y la implementación de soluciones innovadoras que reconcilian crecimiento con sustentabilidad, según señalan los expertos.
Aun así, un nuevo estudio del Banco Mundial indica que Brasil todavía puede reducir sus emisiones brutas de gases de efecto invernadero en un 37 por ciento entre 2010 y 2030 —el equivalente a quitar de circulación a todos los automóviles del mundo por tres años— a la vez que mantiene sus metas de desarrollo para ese período, sin un impacto negativo en el crecimiento o el empleo. El estudio se presentó el 17 de junio en la capital brasileña, Brasilia, durante un seminario que contó con la presencia de funcionarios de gobierno y expertos.
A pesar del progreso reciente, Brasil sigue siendo uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, especialmente si se computa la deforestación y el uso de la tierra. Aproximadamente el 40 por ciento de las emisiones brutas de carbono brasileñas se originan en la deforestación, si bien los esfuerzos recientes por proteger esos bosques han sido muy exitosos. Sin embargo, junto a la agricultura y la ganadería, el 75 por ciento del gas carbónico brasileño se origina en los cambios en el uso de la tierra.
Consciente de este problema, Brasil anunció antes de la Conferencia sobre Cambio Climático COP 15 en noviembre del 2009 en Copenhague, que su meta será una reducción de sus emisiones de entre 36,1 por ciento y 38,9 por ciento para el año 2020. Al mismo tiempo, reafirmó su fuerte postura de que los países desarrollados son responsables de la mayor parte de los problemas climáticos y deberían contribuir proporcionalmente a la solución, y no a costa de los países en desarrollo.
"Brasil es uno de los líderes mundiales en las negociaciones sobre el clima, con una de las matrices energéticas más limpias y con soluciones creativas y constructivas tanto en el ámbito global como nacional. Este estudio se suma a otros que prueban el potencial de Brasil," dijo Izabella Teixeira, ministra del medio ambiente de Brasil.
El cambio climático es un tema central tanto para la política interna brasileña como para su discurso internacional. Muchas naciones en desarrollo ven reflejadas sus propias inquietudes en el predicamento brasileño, y se ha visto que el país asume un papel de administrador climático y ambiental en foros internacionales como el G20.
El estudio de bajo carbono del Banco Mundial corrobora de manera sustancial el debate sobre el protagonismo climático de Brasil.
Oportunidades para reducir emisiones en múltiples sectores
El estudio indica que Brasil tiene una gran oportunidad de mitigar y reducir sus emisiones, mayormente en el uso de la tierra (como agricultura y deforestación), energía, transporte y manejo de residuos. En cada una de estas áreas, el estudio identifica oportunidades que no tendrían un impacto sobre el desarrollo económico. Su efectividad se mide frente a un escenario de referencia, que traza la actual trayectoria a futuro incorporando diferentes niveles de desarrollo. Pero lograr este "escenario de bajo carbono" demandaría inversiones adicionales de alrededor de US$400,000 millones en los próximos veinte años, indica el reporte.
A pesar del costo, Nelson Barbosa, secretario de política económica del ministerio de finanzas, cree que el estudio termina con el viejo mito de que lograr una economía de bajo carbono estaría reñido con el desarrollo económico y social.
De acuerdo a Barbosa, Brasil está bien situado para convertirse en un líder mundial de iniciativas "verdes", y a la vez mantener un saludable crecimiento económico. Pero debe desarrollar políticas públicas y pensar en iniciativas de sustitución gradual para aquellos sectores que emiten la mayor cantidad de CO2.
En las últimas dos décadas, el debate ambiental fue incorporado paulatinamente al discurso público y social, y creció hasta llegar a ser consenso entre los diseñadores de políticas. Por ejemplo, en los últimos cinco años el gobierno federal de Brasil solicitó casi US$2,000 millones en préstamos del Banco Mundial para asuntos ambientales, la mayor parte relacionados con el cambio climático.
Por todas estas razones, el estudio generó un interés considerable en el gobierno, el ambiente académico y los medios. Tardó casi tres años en realizarse, buena parte de ese tiempo interactuando de manera cercana con las numerosas agencias públicas involucradas en todos los aspectos del cambio climático, incluyendo su impacto económico y social. Implicó unos quince eventos técnicos en todo el país y en el exterior, y un equipo principal compuesto casi exclusivamente por investigadores brasileños de clase mundial.
Durante sus palabras de apertura, el director del Banco Mundial para Brasil, Makhtar Diop, subrayó el hecho de que el Banco es muy consciente de la importancia del tema entre las naciones en desarrollo.
"Las negociaciones globales sobre cambio climático son muy complejas y hay intereses enormes en juego. Si no se manejan bien, los esfuerzos por reducir las emisiones y detener el cambio climático podrían tener un impacto muy profundo sobre el desarrollo, y eso sería un desastre para Brasil, pero aún más para las naciones más pobres del mundo, quienes verían sus perspectivas de desarrollo reducirse aún más", dijo Diop.
Es imprescindible evitar la deforestación
El mensaje principal del estudio parece ser que la mejor opción que tiene Brasil para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es evitar la deforestación, dijo el especialista principal en energía y coordinador del estudio, Christophe de Gouvello.
"Las buenas noticias son que el gobierno brasileño ya viene luchando contra la deforestación a través de políticas y programas de protección de los bosques, pero también existe la posibilidad de reducir otras causas que la impulsan — como intensificar el uso de pasturas y reintegrar las áreas degradadas al ciclo productivo, evitando el avance sobre nuevas áreas", agregó de Gouvello.
El estudio indica que una nueva dinámica en el uso de la tierra reduciría la deforestación en Brasil en hasta 68 por ciento para 2030, comparado con los niveles proyectados por el escenario de referencia para ese mismo año. Según el estudio, los mecanismos de mercado no serían suficientes para que Brasil pueda aprovechar todas las oportunidades de mitigación de emisiones. Por esa razón, las políticas públicas y el planeamiento son esenciales, especialmente para administrar la competencia por la tierra y proteger los bosques, agrega el estudio.
De Gouvello cree que el diálogo y el trabajo técnico detrás del estudio de bajo carbono fueron exitosos al momento de ayudar a que Brasil construya una base aún más fuerte para sus políticas ambientales y de desarrollo. "El estudio también ratifica el mensaje común de Brasil y el Banco Mundial: que no puede haber una solución global al desafío del cambio climático si no se toma en cuenta el punto de vista de los países en desarrollo, y esto no puede hacerse a costa del desarrollo y la reducción de la pobreza", dijo.
Dado que las emisiones del sector energético brasileño ya son relativamente bajas gracias a su matriz renovable, las oportunidades para la reducción son más bajas. De manera similar, la intensidad de carbono del sector de transporte brasileño es baja en comparación con otros países, debido al uso extendido del etanol.
De todas maneras, el diseño de políticas de transporte público para las ciudades podría reducir las emisiones en 26% para el año 2030. Combinarlas con un mayor uso del etanol podría duplicar estas reducciones. El sector de manejo de residuos representa el menor porcentaje de las emisiones brasileñas, con 4,7 por ciento en 2008, pero la implementación de políticas adecuadas podría reducir las emisiones del sector en 80% para 2030, un volumen comparable a todas las emisiones de Paraguay, aduce el estudio.
"La suma de las inversiones necesarias en cada sector y los efectos colaterales sobre el resto de la economía tendrían un efecto de contrapeso sobre los potenciales efectos negativos e incluso impulsarían el crecimiento y la generación de puestos de trabajo", agregó Diop. "El escenario de bajo carbono es una inversión que genera dividendos triples: crecimiento económico, sustentabilidad ambiental a largo plazo y beneficios globales."
El estudio de Bajo Carbono para Brasil forma parte de una serie de análisis sobre escenarios de desarrollo de bajo carbono en diversos países. El Banco Mundial también publicó recientemente un Reporte para el Desarrollo Mundial sobre Cambio Climático y un Reporte para América Latina y el Caribe sobre Opciones Regionales de Desarrollo con Bajas Emisiones de Carbono.