“El Antisana es como mi segundo hogar”, dice Gustavo Egüez, que sube una vez al mes al volcán, con técnicos del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología, INAMHI, a descargar los datos que generan dos estaciones de monitoreo meteorológico, instaladas a más de 4000 metros sobre el nivel del mar.
La temperatura, la velocidad del viento, la humedad, el balance energético y las relaciones existentes entre las dos estaciones, permiten conocer el verdadero impacto del cambio climático en los hielos del Antisana.
El Antisana mide 5753 metros, y está en la provincia del Napo, en el centro-norte del país. Sus glaciares y los páramos cercanos, como el Papallacta y el Valle del Tambo, son una importante fuente de agua potable para el sur de Quito.
Según estudios del INAMHI y el Institut de recherche pour le développement, IRD de Francia, algunos glaciares del Antisana, “presentan un marcado retroceso, con una tasa de alrededor de 25 a 30 metros por año, en promedio”, afirma Luis Maisincho, investigador del INAMHI y encargado de procesar los datos que generan las estaciones.