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ARTÍCULO

América Central: El sector privado hace suya la lucha contra el crimen

Diciembre 13, 2012


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Un policía vigila los peatones en Guatemala.


Comunidades cerradas protegidas por guardias armados. Viviendas ocultas detrás de cercas con alambres de púas y de ventanas enrejadas. Todo esto parece ser un panorama común —y hasta grotesco — en buena parte de las ciudades de América Latina.

Más allá de su condición social, los latinoamericanos no quieren que el crimen ingrese en sus hogares y en sus vidas. A pesar de los avances sociales y económicos de la región — una creciente clase media y una menor brecha de la pobreza — la seguridad ciudadana es una preocupación creciente. Las encuestas más recientes muestran que el número de personas que mencionan a la delincuencia como su mayor preocupación se triplicó en los últimos diez años.

América Latina se transformó en una de las regiones más violentas del mundo. Las tasas de homicidio regionales sobrepasan los 10 asesinatos cada 100.000 personas, suficiente para convertirse en una “epidemia” según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud.

América Central es una zona particularmente conflictiva, registrando más de 18.000 homicidios por año, en un fuerte contraste con los promedios europeos, como los 400 homicidios anuales en España.

El crimen y la violencia representan un costo muy alto en términos sociales y económicos para los países y comunidades. Los gobiernos, los ciudadanos y el sector privado pagan un precio muy elevado debido a ello. Los costos de vigilar, de seguridad y de salud representan casi el 8 por ciento del PIB centroamericano — o cerca de US$20.000 millones. Y los costos relacionados con la seguridad en que incurren las empresas centroamericanas le agregan hasta un 3,7 por ciento a las ventas de todas estas firmas.

Nuevo socio contra crimen

En este contexto, las empresas de la región aparecen como un socio nuevo y bienvenido en la prevención del crimen. Llamémosle Responsabilidad social corporativa, altruismo verdadero o astucia para los negocios, el sector privado está haciendo una contribución palpable en este tema.

“Respaldando innovaciones en el sector público y en la sociedad civil, las empresas pueden jugar un papel de transformación en la promoción de iniciativas para la prevención de la violencia con base en evidencia”, apunta el vicepresidente del Banco Mundial para la región, Hasan Tuluy.

Los funcionarios públicos de la región entera hacen eco de este sentimiento.
“Hay un límite en lo que el Estado puede hacer por sí solo en términos de seguridad. El sector privado, especialmente a nivel local, puede convertirse en un socio efectivo a la hora de mejorar la seguridad comunitaria”, dice Douglas Moreno, viceministro salvadoreño de Justicia y Seguridad Pública.


" Respaldando innovaciones en el sector público y en la sociedad civil, las empresas pueden jugar un papel de transformación en la promoción de iniciativas para la prevención de la violencia con base en evidencia "

Hasan Tuluy

El vicepresidente del Banco Mundial para la región

Moreno agrega que la comunidad empresaria centroamericana ha mostrado un enorme interés en solucionar este problema desde un enfoque multisectorial.

Por ejemplo, Rio Grande Foods, una compañía de distribución de alimentos salvadoreña, trabaja junto a instituciones religiosas, grupos comunitarios locales y el gobierno para reintegrar a los jóvenes a sus comunidades y en la fuerza laboral.
El programa de Rio Grande, que ya tiene tres años, resultó en 250 contrataciones, mientras que otros 100 individuos asisten a talleres de rehabilitación.

El presidente ejecutivo, Josué Alvarado, dice que la mayoría de los pandilleros quieren “salirse” y un mejor futuro para ellos y sus hijos, pero deben encontrar una manera de ganarse la vida.

Su empresa trabaja junto a varias iglesias católicas del área como el primer punto de contacto para aquellos interesados en recibir ayuda. El programa de Rio Grande les entrega alimentos básicos a las familias por un período que va de cuatro a seis meses, así como asistencia psicológica y referencias laborales. De acuerdo a Alvarado, al menos la mitad de los que concurren al programa están ahora empleados y su desempeño general es un 15 por ciento más elevado que el de los empleados comunes.

AES Corporation, una empresa energética multinacional, también está realizando un esfuerzo decidido para extender su mano a los alrededor de 200 millones de jóvenes en riesgo de la región. AES invierte en centros comunitarios en El Salvador, Panamá y la República Dominicana, donde los jóvenes reciben educación cívica, capacidades informáticas básicas y capacitación técnica en el sector energético, dice la compañía. En uno de los municipios salvadoreños con mayor índice de criminalidad, Soyapango, alrededor del 40 por ciento de los aprendices recibieron al menos una oferta de trabajo una vez que completaron el programa, de acuerdo a la gerente encargada de las relaciones con las partes interesadas de AES, Adriana Roccaro Giamporcaro.

Guía para la prevención del crimen

Para solucionar este problema, el Banco, junto a varios socios regionales, publicó recientemente una guía práctica para mostrarles a las empresas cómo encarar la seguridad comunitaria.

“Asociaciones público-privadas y seguridad ciudadana: una guía para la acción” ilustra con ejemplos y herramientas concretas los puntos de partida que las empresas de todo el mundo han utilizado para apoyar la seguridad. La guía incluye varios ejemplos exitosos como el del diario El Tiempo y la Cámara de Comercio de Bogotá, así como otros socios que se han unido para llevar a cabo la iniciativa “Bogotá Cómo Vamos” para ayudar a los ciudadanos a monitorear el desempeño y la rendición de cuentas del gobierno local.

También menciona el ejemplo de la compañía eléctrica chilena que ha utilizado técnicas científicas para la prevención del crimen en su plan maestro para la modernización de la red de iluminación pública de Santiago de Chile.


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