Shintapa Syed Kamaludin, Afganistán – Algunos árboles carbonizados en un huerto de manzanos florecidos son el único signo que recuerda los días oscuros de Abdullah Mohammad. Sin embargo, es difícil encontrar ahora troncos ennegrecidos entre flores que caen, helechos y brotes de plantas de patata.
Mirando la pequeña arboleda del pueblo de Shintapa Syed Kamaludin en la provincia de Bamiyán, Abdullah dice que el lugar se parece mucho a sus pobladores. “Hay recuerdos dolorosos aquí”, agrega el hombre de 42 años. “Pero ahora debemos pensar en el futuro, y en cómo podemos unirnos para hacer que sucedan cosas buenas. Ya hemos recorrido un largo camino”.
En los últimos ocho años, Abdullah y sus vecinos de la aldea han trabajado duro para seguir adelante con sus vidas. Y dicen que mucho de esto no sería posible sin la ayuda del Programa Nacional de Solidaridad (NSP, por sus siglas en inglés) (i). Este programa insignia del Gobierno de Afganistán (i) en las zonas rurales alienta las actividades de reconstrucción y desarrollo en pequeña escala identificadas por cada comunidad.
Esta iniciativa -respaldada por el Banco Mundial, el Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Afganistán (ARTF, por sus siglas en inglés) (i) y el Fondo Japonés para el Desarrollo Social (JSDF, por sus siglas en inglés) (i)-, tiene como objetivo generar un fuerte sentido de identificación y estabilidad social a través de actividades de empoderamiento y desarrollo. Mediante el fomento del buen gobierno local y el desarrollo equitativo, el NSP ayuda a los aldeanos a organizarse y elegir a sus propios consejos de desarrollo comunitario (CDC).
Abdullah preside un consejo de seis hombres y seis mujeres, cuya tarea es decidir en forma conjunta sobre los proyectos más necesarios para su pueblo.
Aproximadamente el 80% de los proyectos comunitarios incluye infraestructura como riego, caminos rurales, electrificación y abastecimiento de agua potable, que son elementos fundamentales para la recuperación de la economía rural y la estabilidad.
Poderoso símbolo de esperanza
En la aldea de Abdullah, el consejo solicitó financiamiento al NSP en 2004 para construir una presa para riego, seis pozos de agua, y una escuela de niñas. Muchas personas habían regresado recientemente tras años de exilio, después de haber huido de las fuerzas talibanes que asaltaron Bamiyán en la década de 1990, matando a los pobladores y arrasando sus casas.
“Fuimos atacados por los talibanes, quienes quemaron todas las casas y los huertos. Los que escaparon, corrieron hacia las montañas”, recuerda.
Esta determinación conjunta es lo que ha ayudado a impulsar a la comunidad a trabajar recientemente con otros dos pueblos y la financiación del NSP para construir una presa de riego y un embalse en un río cercano, asegura.
“Estábamos acostumbrados a no tener agua para nuestros campos, a veces durante tres o cuatro meses, pero ahora tenemos cultivos durante todo el año”. Campos llenos de papas y trigo, huertas rebosantes de hortalizas y huertos de albaricoques, almendras y manzanas vuelven a traer prosperidad al valle. “Es un poderoso símbolo de esperanza”, afirma.