Un consumidor camina por los pasillos de un gran supermercado de Estados Unidos y en la sección de verduras advierte que las piñas están en oferta. La fruta, como dice el cartel con un precio nada barato a pesar de la rebaja, viene de Centroamérica. Lo que el comprador no se imagina es todo lo que tuvo que pasar esa piña desde que fue cosechada en Costa Rica hasta que llegó a sus manos.
Costa Rica es el principal exportador de piñas en el mundo, con más de 1,74 millones de toneladas vendidas en 2011. Y desde el campo de producción hasta los anaqueles de los supermercados o fruterías, esas piñas han pasado por decenas de kilómetros de caminos mal pavimentados, han sido retenidas en el puerto en contenedores esperando la aprobación de los controles sanitarios y de exportación para salir en barco a los diferentes destinos.
Los mismo pasa con la carne de Nicaragua, los ejotes (chauchas, vainitas o porotos verdes, como también se les conoce) en Guatemala, o el café orgánico en Honduras. Son productos perecederos para los cuales un día de más, incluso algunas horas, pueden significar la pérdida de la carga, incluso cuando son transportados dentro del mismo istmo centroamericano, como es el caso de los tomates que van de Costa Rica a Nicaragua.
Un reciente estudio del Banco Mundial (i) analiza cómo es la cadena de suministro de productos agrícolas y ganaderos en Centroamérica y cuáles son los principales cuellos de botella que se enfrentan para su exportación intrarregional y a terceros mercados como Estados Unidos y Europa.