ARTÍCULO

Flora y Edita, las campesinas paraguayas que buscan dar protagonismo a las mujeres

Marzo 07, 2013


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Las campesinas Flora y Edita se imponen ante un mundo de hombres: el campo paraguayo

Richard Ferreira / Banco Mundial

TITULARES
  • Dos mujeres son el ejemplo de integración en una de las microcuencas campesinas del Proyecto de Desarrollo Rural Sostenible, que cuenta con apoyo del BM
  • Desde 2009 el programa ha beneficiado a 7.300 familias y el objetivo es alcanzar a más de 9.000 en 45 comunidades indígenas
  • En el campo paraguayo, la opinión de la mujer es cada vez más importante en los comités vecinales y en la constitución de grupos

Las dos mujeres caminan de prisa para sumarse al grupo de microproductores y técnicos rurales que hablan sobre los trabajos en la zona de Coronel Oviedo, departamento de Caaguazú, a unos 150 kilómetros de Asunción.

Han recorrido varios kilómetros en una vetusta motocicleta para llegar a la reunión en la que serán las únicas mujeres. Traen en sus manos callosas sus termos y guampas para el tereré y así paliar el clima, que en verano orilla los 40 grados de temperatura.

Flora Cañete de Sanabria y Edita de Jesús Franco de Sanabria, cada una con cinco hijos, son las únicas mujeres de 28 integrantes que tiene el comité de pequeños productores rurales de Oñondivepa, de la compañía Yurugua de la zona. 

Varios comités como este trabajan con el Proyecto de Desarrollo Rural Sostenible (Proders), impulsado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), con apoyo técnico y financiero del Banco Mundial, por un monto de US$37,5 millones.

Renato Nardello, gerente del proyecto para el Banco Mundial, cuenta que “hay una participación importante de las mujeres en las actividades de los grupos de productores, ya sea a través de la participación en las juntas de los comités vecinales o en la constitución de grupos. Las mujeres también valoran mucho el aporte del proyecto para mejorar sus viviendas.”

Las familias de Flora y Edita integran una de las 61 microcuencas de comunidades campesinas que son parte del programa que se desarrolla con éxito desde el 2009 y que ya ha beneficiado a 7.300 familias. El objetivo final es apoyar a más de 9.000 familias y 45 comunidades indígenas.


" Si no integrábamos la organización, no íbamos a saber lo que hoy aprendimos, y seguramente nos íbamos a quedar en la casa solo haciendo lo mismo de siempre "

Flora Cañete de Sanabria

productora rural

Se hacen escuchar

“Ejuke, ejuke… (vení, vení)” se escucha decir con potente voz a Flora como señal de apuro a su vecina y amiga para sumarse al grupo que conversa bajo la sombra. “Mba’eichapa! (Buenas, ¿cómo están?)”, dice sin permiso a alguno de los presentes.

Las miradas se dirigen hacia las mujeres que se protegen del calor con gorras y camisas mangas largas. “Buenas, tranquilopá (todo tranquilo)”, responden en jopará (mezcla del guaraní con el español) algunos de los varones, que tras la cortesía retoman el diálogo.

Flora mira de reojo a Edita y  escucha atenta. Luego de unos minutos aprovecha un breve silencio para meterse a la conversación. No había viajado desde tan lejos, ni abandonado su chacra solo para ser oyente en el encuentro.

Y comienza a hablar. Cuenta su experiencia, relata casos puntuales, agradece el respaldo y resalta que ahora ven de otra manera el trabajo que tienen como mujeres. Sus frases en jopará van acompañadas con gesticulaciones de las manos que dan más fuerza a lo que dice. Los hombres asienten.

Mujeres y líderes

Edita relata que el primero en ingresar al comité fue su esposo, que ahora trabaja como portero en una escuela de su comunidad. Asegura que decidió unirse “para luchar en las reuniones” y, además, para aprender cómo mantener la chacra y no depender de otra gente.

Para demostrar que ahora lleva las riendas del hogar cuenta con una risa pícara que controla que su esposo, una vez terminada su labor en la escuela, se sume a las tareas de cuidar la chacra y los animales. “No hay días libres, debe ayudar”, sostiene mirando a su amiga.

“Nosotras como madres sabemos todo sobre las necesidades de la casa. Y dejamos un rato de lado lo que hacemos para integrar con otra gente la organización”, dice Flora, explicando las razones que la movieron para involucrarse en una tarea que era vista como algo solo para varones.

“Si no integrábamos la organización, no íbamos a saber lo que hoy aprendimos, y seguramente nos íbamos a quedar en la casa solo haciendo lo mismo de siempre”, explica.


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