Aunque la pobreza ha disminuido rápidamente en los últimos tres decenios, la humanidad continúa enfrentando desafíos urgentes y complejos.
Más de 1.000 millones de personas aún viven en extrema pobreza, una situación que es moralmente inaceptable considerando los recursos y la tecnología de que se dispone actualmente. Al mismo tiempo, el aumento de la desigualdad y la exclusión social parece acompañar la creciente prosperidad en muchos países.
En estas circunstancias, la misión principal del Banco Mundial de lograr un mundo sin pobreza es tan relevante hoy como lo ha sido siempre.
Es por eso que el Banco ha establecido objetivos ambiciosos pero alcanzables para impulsar los esfuerzos internacionales y nacionales destinados a poner fin a la pobreza extrema a nivel mundial en el curso de una generación y promover la “prosperidad compartida”, es decir un aumento sostenible del bienestar de los sectores más pobres de la sociedad.
Esta segunda meta refleja el hecho de que todos los países aspiran a lograr mejores condiciones de vida para todos sus ciudadanos, no solo para los ya privilegiados.
Para terminar con la pobreza extrema, el objetivo del Banco es reducir el porcentaje de personas que subsisten con menos de US$1,90 al día al 3% o menos para 2030.
Para promover la prosperidad compartida, el objetivo es fomentar el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población de cada país.