La Moskitia, tierra de historias y leyendas en la costa caribeña de Honduras, ya no es considerada tierra de nadie. Sus dueños, las comunidades indígenas originarias, en especial los Miskitos, han recibido el título que los acredita por primera vez como propietarios de ese territorio y les da el poder de manejar sus recursos a la vez que les compromete a cuidar el medio ambiente.
Todo comenzó en 2004, cuenta Enrique Pantoja, especialista en administración territorial del Banco Mundial. Fue ese año que el Gobierno de Honduras aprobó una ley de propiedad de tierras que en uno de sus capítulos reconoce las propiedades colectivas de los pueblos indígenas.
¿Pero cómo hacer la demarcación y la titulación?
“Cuando el gobierno decidió comenzar el proceso de reconocer los derechos territoriales de los pueblos indígenas, buscamos los países donde estos procesos estuvieran más avanzados para aprender de sus experiencias”, explica Pantoja.
Es así como con el asesoramiento del Banco Mundial se organizaron dos giras de cooperación sur-sur para oír de primera mano, de parte de funcionarios del gobierno y de miembros de comunidades beneficiadas, cómo fue el proceso de propiedad territorial en Nicaragua y Colombia.
“Antes de la cooperación sur-sur, la relación entre las comunidades indígenas y el gobierno central de Honduras era muy polémica, no había confianza mutua y no tenían una idea clara de cómo proceder”, cuenta Román Alvárez, coordinador nacional del segundo proyecto de administración territorial.