La tarea es simple. Elegir el día y la hora. Acercarse y poner el brazo. Minutos después, misión cumplida. Sin muchas complicaciones, se da lo más importante que podemos dar, nuestra sangre. Y una sola donación puede salvar no una, sino muchas vidas.
Pero hasta hace algunos años, esto era extremadamente inusual: solo un 6% de las donaciones de sangre eran voluntarias en el año 2006 en Argentina. La mayoría de los pacientes dependían de la gestión de sus familiares o de la urgencia de la situación para conseguir sus dadores. Y además la fragmentación de los bancos de sangre impedía una red integrada de suministro y los estándares diferían según cada hospital.
“Queremos llegar a que toda la sangre que se utiliza en Argentina sea 100% de donaciones voluntarias”, afirma José Priegue, coordinador de la Unidad de Financiamiento Internacional del Ministerio de Salud de la Nación. Con esta idea en mente, el Ministerio puso en marcha un plan para mejorar el Programa Nacional de Sangre, con apoyo del Banco Mundial, a través del proyecto de Funciones Esenciales y Programas de Salud Pública (FESP).
Una de las iniciativas fue aumentar la cantidad de donaciones voluntarias frecuentes. “Los programas provinciales realizaron campañas de donación las cuales fueron financiadas a través de actividades de salud pública del Proyecto FESP, con énfasis en lo importante que es donar sangre”, especifica Vanina Camporeale, responsable de operaciones del proyecto por parte del Banco Mundial.
Y el trabajo dio sus frutos: hoy un 35% de las donaciones de sangre son voluntarias.
Menos es más
En Argentina, entre 3 y 4 mil personas por día necesitan transfundirse algún componente (plaquetas, plasma, glóbulos rojos, etc.) de su sangre. Para que el sistema pueda contar con sangre segura y un suministro suficiente, el programa se enfocó en centralizar los bancos de sangre.
“Había 700 bancos de sangre, muchos de los cuales no estaban preparados para funcionar como tal ya que lo hacían dentro de hospitales, que estaban concentrados en la atención de los pacientes y no de los donantes”, explica Mabel Maschio, coordinadora del Programa Nacional de Sangre.