En Guatemala, Honduras y Nicaragua, hacer tortillas sobre un fuego humeante es un modo de vida. Las mujeres pasan en promedio cuatro horas al día cocinando para sus familias, e inhalando rutinariamente el humo tóxico que proviene de la combustión de la leña y carbón vegetal. Cada año se producen en América Central 37.000 muertes prematuras —en su mayoría de mujeres, pero también de muchos niños— causadas por el aire contaminado en las viviendas. En total, cerca de 20 millones de centroamericanos, poco más de la mitad de la población de la región, usa leña como combustible para cocinar.
Si pasamos de América Central a Asia sudoriental, encontramos el mismo fenómeno en la República Democrática Popular Lao, donde el 96% de la población aún utiliza combustibles sólidos para preparar sus comidas. La falta de aire limpio dentro de las casas constituye la principal amenaza en materia de salud en el país. Esta situación se mantiene a pesar de que los hogares con electricidad aumentaron del 18% en 1995 al 72% en la actualidad.
En Indonesia, cerca del 40% de la población —unos 25 millones de hogares— emplea biomasa tradicional para cocinar. Nuevamente, el resultado es trágico: 165.000 muertes antes de tiempo al año.
Esta situación forma parte de un problema mundial, especialmente grave en países de ingreso bajo. Unos 2.800 millones de habitantes del planeta cocinan con biomasa u otros combustibles sólidos; el 78% de ellos en zonas rurales. Todos están expuestos a la contaminación del aire al interior de las viviendas, hecho que en 2010 provocó aproximadamente 3,5 millones de muertes y aumentó significativamente los casos de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y de otros tipos.
“El humo de un típico fuego de leña equivale a fumar alrededor de 400 cigarrillos por hora”, dijo Kirk Smith, profesor de Salud Ambiental Mundial en la Universidad de California en Berkeley.
La iniciativa Energía Sostenible para Todos, respaldada por el Grupo del Banco Mundial, tiene como objetivo proporcionar métodos de cocinar seguros y modernos antes de fines de 2030, y se estima que esta meta requerirá un incremento de la actual inversión anual de unos US$100 millones a US$4.400 millones.