Corre el mes de julio de 2012 y los ganaderos de Nicaragua están preocupados. Si bien por una parte celebran que se levantaron las medidas que restringían el ingreso de carne bovina a Panamá, denuncian que Guatemala les impone una serie de barreras no arancelarias a sus exportaciones, lo que está afectando su comercio. El Gobierno guatemalteco se defiende: no existen trabas pero si se rechaza carne nicaragüense es porque no cumplen con las normas de sanidad requeridas o no se han identificado adecuadamente los productos.
Este es solo un caso de los muchos que suceden especialmente en la industria alimentaria en los países centroamericanos: el uso de medidas sanitarias y fitosanitarias como vías no arancelarias para proteger sus productos en un mundo cada vez más globalizado y competitivo.
¿Se utilizan las medidas no arancelarias como una nueva forma de proteccionismo? ¿Tienen un impacto estas barreras en el precio de los alimentos?
Estas preguntas son el eje central de un estudio elaborado por el Banco Mundial llamado “Medidas no Arancelarias en Centroamérica, incidencia económica e incremento de precios”, que evalúa el impacto en la economía subregional y en el precio de los alimentos el hecho de imponer barreras de entrada –especialmente sanitarias- a ciertos productos en favor de la industria local.
“Centroamérica es una de las regiones donde las medidas no arancelarias son particularmente prevalentes”, asegura el estudio que compara el nivel de uso de estas medidas con el Sur de Asia, una de las regiones conocidas por recurrir a estas herramientas como barreras de comercio.
Los países del Istmo que utilizan con más frecuencia estas medidas –que según el informe mundial de comercio 2012 causan más restricciones que los aranceles- son Guatemala, Nicaragua y Honduras. Costa Rica es el país que registra la más baja incidencia en medidas para-arancelarias.
“Las medidas no arancelarias permiten que los países puedan conseguir objetivos legítimos como la protección de la salud humana, animal y vegetal. Sin embargo, se teme que al reducir las barreras tradicionales del comercio los países se van tentados a usarlas para proteger la industria doméstica”, afirma el estudio.