Autos, camionetas en mal estado y camiones llegan al Líbano cargados de familias que están sentadas entre bultos de pertenencias, maletas y colchones. Se trata de una rutina cotidiana en los dos pasos fronterizos oficiales del norte y este del Líbano que ofrecen un camino hacia la seguridad a los sirios que huyen de la violencia en su país.
El Gobierno del Líbano ha confirmado una política de “fronteras abiertas”, basada en los fuertes lazos históricos, económicos, sociales y políticos que existen entre los países vecinos. Organismos humanitarios, organizaciones no gubernamentales (locales e internacionales) y centros gubernamentales, a pesar de la falta de personal y equipamiento, están realizando enormes esfuerzos para ayudar con el flujo de refugiados, que ahora se acercan a 1 millón, es decir, el 22% de la población del Líbano.
El gran dilema del Líbano es ¿cómo un país pobre en recursos, endeudado y con problemas de liquidez puede enfrentar los efectos de la tragedia de los refugiados que mantiene a las comunidades de acogida bajo una enorme presión económica y social?
A pedido del Gobierno libanés, el Grupo del Banco Mundial ha realizado una Evaluación del impacto económico y social de la crisis siria en el Líbano, en colaboración con organismos de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
Los resultados de dicho estudio son alarmantes, dado que predicen que la población de refugiados llegará a 1,6 millones, es decir, el 37% de la población total del Líbano, a fines de 2014. El Gobierno deberá desembolsar miles de millones de dólares en los próximos 15 meses para cumplir con la creciente demanda de servicios públicos, como salud, educación, agua y electricidad. Aumentará aún más el déficit fiscal, que ya asciende al 8,7% del producto interno bruto (PIB), es decir, US$3.700 millones.
Incluso antes del estallido del conflicto sirio en marzo de 2011, cuando cientos de miles de personas se vieron obligadas a cruzar la frontera por los combates, el Líbano lidiaba con una infraestructura dañada y servicios públicos inadecuados. El promedio del suministro de electricidad es de 18 horas diarias, y mucho menos en zonas rurales. Los servicios públicos de agua se limitan a tres días a la semana, en el mejor de los casos. La superpoblación de las escuelas públicas y la capacidad insuficiente de los centros de salud y hospitales públicos que atienden a la población de menores ingresos, especialmente en las zonas rurales, han sido tema de las noticias y del activismo de la sociedad civil durante casi una década. El flujo de refugiados está llevando a todos estos sectores al límite.
Los refugiados son alojados entre la población de todo el país, pero las mayores concentraciones se registran en el norte y este del Líbano, donde las comunidades agrícolas pobres luchan para poder subsistir.
Se cree que el aumento de la población de refugiados afectará el crecimiento económico, incrementará la pobreza y el desempleo entre los libaneses, y sobrecargará aún más una situación presupuestaria ajustada en un país que lucha con una deuda pública que ha llegado a los US$57.700 millones, es decir, 134% del PIB en 2012, uno de los coeficientes de deuda más altos en el mundo.
Los refugiados sirios más ricos se han establecido en comunidades urbanas, especialmente en Beirut y sus alrededores, donde la mayor demanda de vivienda está haciendo subir los alquileres.
En cambio, los refugiados no calificados -que son la mayoría-, se alojan en escuelas, tiendas de campaña improvisadas y construcciones sin terminar, mezquitas, y con familias libanesas. Una familia de refugiados del distrito de Wadi Khaled, en el norte de Akkar, transformó una letrina de una plantación de papas en un refugio para cuatro niños, en tanto que los padres duermen al aire libre, a pesar de que se avecina el invierno.