Como en todo camino tropical, las rutas de Nicaragua atraviesan las sombras de frondosos árboles de coco y plátano. Detrás de ellos, emergen, casi a escondidas del pavimento, las plantaciones de café, de frijoles y las granjas, motores de la economía del país.
Por esas carreteras es que circulan los productos típicos de Nicaragua - todo centroamericano aprecia la excelente calidad de la carne nicaragüense- pero es difícil que estos sean trasladados hacia los mercados cuando el estado de los caminos torna el transporte de mercaderías en una costosa odisea.
Según estimaciones del Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI) de Nicaragua, el 75% de las rutas están en malas condiciones: existen más de 23 mil kilómetros de los cuales solo el 13% están pavimentadas y poco más de 2.000 km son caminos adaptados para resistir toda clase de condiciones climáticas.
En un país donde el 42,5% de la población está debajo de la línea nacional de pobreza (un 63.3% en las zonas rurales), las rutas son un elemento fundamental no solo para el comercio sino también para otros servicios básicos: ir a la escuela – una de las causas de deserción en áreas rurales tiene que ver con los contratiempos del camino y el transporte-, dirigirse a un hospital, e incluso fomentar el turismo local.
“Las malas carreteras rurales frenan el desarrollo de un país en varios sentidos: ralentizan el transporte de bienes agrícolas a los mercados, aumentan su coste y dificultan el acceso de las personas a servicios y oportunidades económicas”, explica Stephen Muzira, especialista en infraestructuras del Banco Mundial.
Es casi obvio que una ruta en condiciones mejora la vida de los pobladores, especialmente aquellos en zonas rurales pero ¿cuál es el impacto real en sus ingresos? Desde 1996, el MIT, con apoyo de la AIF (el brazo del Banco Mundial para los países más pobres), logró mejorar más de 840 kilómetros de rutas, de los cuales alrededor de 480 corresponden al último proyecto de rehabilitación y mantenimiento de carreteras.
“Aquí eran unos pegaderos (charcos) horribles, había que halar la carreta hasta con bueyes, así sacábamos los productos. Ahora ya se ve el cambio está muy bonito, llegamos más rápido y sacamos todo a tiempo”, cuenta Carlos José Gaitán, ganadero de San José de los Remates, un municipio asentado en terreno de montañas y tierra muy fértil.
Estudios preliminares revelan que este último esfuerzo tuvo un impacto positivo en los ingresos de varios de los municipios donde se llevaron a cabo las obras, pero, sobre todo, entre las mujeres. Entre 2005 y 2011 los pobladores beneficiados por el trabajo en rutas – alrededor de 380 mil -, aumentaron sus ingresos mensuales en 861 córdobas (el equivalente USD 34,25), lo que significó un aumento del 27%. En comparación, la media para toda Nicaragua en ese periodo fue de un 22%.
El impacto económico se triplicó en las mujeres: ellas aumentaron en un 77% sus ingresos. “Tengo 16 años de vivir aquí y hasta ahora estamos sintiendo el desarrollo en esta comunidad y el mayor beneficio es la facilidad de transportar nuestros productos y hay mejor comunicación terrestre”, señala Martha Blandon, productora de Telpaneca, a pocos kilómetros de la frontera con Honduras.
Aun así, el salario medio de las mujeres continuan siendo un 45% inferior al de los hombres.