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ARTÍCULO

Brasil quiere ser también campeón en la lucha contra la inseguridad

Noviembre 21, 2013


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Entre las 138 acciones del programa está la formación de policías y el aumento de la vigilancia en las áreas donde ocurren más delitos.

Raul Buarque/SEI

TITULARES
  • En Pernambuco, sede del Mundial y otrora el estado más peligroso del país, los asesinatos se han reducido a la mitad
  • Los expertos atribuyen parte de esos resultados al programa Pacto por la Vida
  • El gobierno del estado se comprometió a reducir los delitos relacionados con el uso y el tráfico de drogas

Si se trata de títulos mundiales, a Brasil le sobran. Pentacampeón de fútbol, la séptima economía del mundo, la sede de la Copa Mundial 2014, y de los Juegos Olímpicos de 2016. Pero hay uno que las autoridades quieren fervientemente agregar a la lista anterior: el país que más hace por mejorar la seguridad en sus ciudades.

Aunque las estadísticas todavía no apuntan claramente en esa dirección (Brasil es el séptimo país más violento del planeta) algunos expertos en el tema de seguridad ciudadana señalan que no se encuentra mal encaminado en su objetivo de mostrar al mundo una sociedad más pacífica.

Esto es especialmente visible en estados como Pernambuco, en el noreste de Brasil, cuya capital Recife es la cuarta ciudad más poblada del país y sede de cinco partidos del Mundial. Hasta el 2009, Pernambuco fue uno de los tres estados más violentos de Brasil. Hoy, bajó al quinto puesto en el ránking nacional de la violencia y sus tasas de asesinatos muestran una tendencia decreciente.

El índice de muertes violentas en los 184 municipios del estado cayó de 53,1 por cada 100.000 habitantes en 2007 a 34,3 en 2012, según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública, presentado hace unos días.

En Recife, la capital, la caída fue aún más significativa, pues pasó de 87,5 por cada 100.000 habitantes a 57,9 en ese mismo periodo (2007-2012), mientras que en prácticamente todos los otros estados del noreste, la violencia aumentó sustancialmente durante todos esos años, según destaca el estudio del Banco Mundial Análisis de las dinámicas del crimen en Brasil.

Los expertos atribuyen parte de esos resultados al programa Pacto por la Vida, y advierten que desde el primer año de su puesta en marcha, en 2007, comenzó una caída constante en la tasa de homicidios del estado.

Combatiendo el delito con datos

A diferencia de otros programas contra la violencia, Pacto por la Vida propone un cambio en la forma de gestión de la seguridad en general, afirma Renato Sergio de Lima, integrante del consejo de administración del Foro Brasileño de Seguridad Pública.

Uno de los aspectos más destacados del programa es que sus acciones se basan en datos integrados, una práctica inusual en las políticas que se aplican en Brasil para hacer frente al problema.

“No se enfatiza solo la vigilancia policial, la responsabilidad del éxito viene desde diferentes sectores”, explica Flavia Carbonari, especialista en seguridad ciudadana del Banco Mundial.

Entre las 138 acciones del programa está la formación de policías y el aumento de la vigilancia en las áreas donde ocurren más delitos, además de inversiones en educación y espacios para disfrutar del tiempo libre, infraestructura en los barrios más pobres, regeneración de presidiarios y capacitación laboral de jóvenes pobres.


" No se enfatiza solo la vigilancia policial, la responsabilidad del éxito viene desde diferentes sectores "

Flavia Carbonari

Especialista en seguridad ciudadana del Banco Mundial.

Una nueva actitud

El Pacto por la Vida entró en una nueva fase este año. Entre otras medidas el gobierno del estado se comprometió a reducir los delitos relacionados con el uso y el tráfico de drogas –un tema que preocupa no solo a los pernambucanos sino también a todos los brasileños, según lo recoge el informe Seguridad Ciudadana con Rostro Humano: Diagnóstico y Propuestas para América Latina, elaborado por el Programa a de Naciones Unidas para el Desarrollo–.

Parte de ese compromiso es reforzar el llamado Programa Actitud, que da atención a adictos como Daniel, de 20 años, quien ya lleva casi dos años en rehabilitación. “Comencé a fumar mariguana a los 11 y crack a los 15. Casi me mataron de un tiro en el oído y mi madre no puede visitarme, porque los narcotraficantes todavía me andan buscando”, cuenta.

Cuando concluya su tratamiento, Daniel sueña con volver a estudiar, reencontrarse con su hija, a la que no ve desde 2009, y ayudar a la madre y a sus hermanos a abandonar las drogas.

La meta es ampliar este programa, que pasará de atender 2.000 personas por año en la actualidad a 6.000 personas en 2014, de las cuales un tercio serán mujeres.


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