Canela, nuez moscada, clavo de olor y jengibre suelen ser ingredientes claves en repostería. En la isla caribeña de Granada son, también, los ingredientes centrales de una incipiente revolución económica.
Segundo exportador mundial de nuez moscada, con un 20% del mercado, esta ‘Isla de las Especias’ está ahora apostando a que la agricultura se convertirá en el motor adicional de su economía, que busca diversificarse de su tradicional negocio del turismo y las playas, y permitirá, además, garantizar la seguridad alimentaria de sus habitantes.
Si bien toda la región de América Latina es rica en tierras arables y agua (un tercio de las reservas del planeta, aproximadamente) las pequeñas islas del Caribe como Granada y sus archipiélagos tienen que lidiar con el desafío añadido de un clima más hostil, que incluye huracanes, recursos muy limitados de agua dulce -que empeora en época de sequías-, y el creciente nivel del mar.
Los pequeños agricultores de este paraíso isleño, situado a 200 kilómetros de las costas de Venezuela, están liderando la iniciativa de reenfocar el perfil económico de Granada, en un proyecto que está llamado la atención de otros gobiernos de la región.
Earnest Mitchell forma parte de esa nueva generación de cultivadores locales.
“Estoy planeando doblar mi producción de aquí al próximo año”, explica con orgullo, mientras muestra su pequeña finca encaramada en lo alto de la fértil región montañosa de Granada.
Mitchell es uno de los 1.500 agricultores que ha participado en el pionero proyecto, que se distingue por “buscar nuestra opinión sobre los desafíos que enfrentamos”, afirma. Esto no es poco monto en una isla con una población de apenas 110,000 habitantes, 70% de la cual es considerada rural. Además, la iniciativa está abriendo la puerta a la creación de empleos en la isla, donde el 40% de la población activa está sin trabajo.
Los granjeros reciben asesoría técnica y respaldo financiero de un fondo del gobierno de Japón y el Banco Mundial para comprar semillas, fertilizante, pesticidas y herramientas. La clave del proyecto es, sin embargo, la posibilidad de protegerse de choques climáticos y económicos, y de coordinar mejor su producción, especialmente tras dos huracanes consecutivos.