“Año tras año, aumenta el número de estudiantes y también se producen mejoras escolares. Los cambios han sido buenos, pero todavía es muy difícil para nosotros”, dice la directora.
La transformación ha sido notable. En 2001, el lugar era conocido como “la escuela quemada”, porque fue destruida en gran parte por el conflicto en la zona, cuenta. Pero poco a poco la comunidad ayudó a su restablecimiento, y el Programa de Mejora de la Calidad de la Educación (EQUIP, por sus siglas en inglés) del ministerio correspondiente, apoyado por el Banco Mundial y el Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Afganistán (ARTF, por sus siglas en inglés), también comenzó a suministrar asistencia en 2007.
El sistema educativo de Afganistán fue destruido en gran medida como resultado de décadas de guerra, y no se permitió a las niñas asistir a la escuela bajo el régimen talibán. Hoy en día, alrededor del 50% de los establecimientos educacionales del país carece de edificios adecuados, y más de la mitad de los maestros no se han graduado del decimosegundo grado.
EQUIP tiene como objetivo aumentar el acceso a la educación, especialmente de las niñas, a través de becas escolares y capacitación de maestros. El ARTF ha proporcionado un total de US$408 millones al programa. Se estima que la matrícula de niñas ha aumentado de menos de 200 000 en 2002 a 2,7 millones en la actualidad, y la asistencia de varones ha crecido de menos de 1 millón a alrededor de 4,4 millones.
Con la asistencia de EQUIP, se creó el shura en la Escuela Nahid Shahid y sus 15 miembros establecieron con prontitud matricular estudiantes. La directora dice que cuando comenzó en la escuela hace cinco años, asistían alrededor de 2000 niños. Ahora, este número se ha triplicado.
Esfuerzo especial para matricular a las niñas
Din Mohammad, de 60 años, es un maestro jubilado que se unió al shura escolar porque cree que “es nuestra responsabilidad lo que pasa aquí. Todo depende de los conocimientos y el desarrollo de la escuela. Si no hay escuela ni educación, no hay nada en absoluto”.
Cuenta que el shura hizo un esfuerzo especial para matricular a las niñas. “Es muy importante que las niñas tengan una educación. Deben tener el derecho de obtener conocimiento y estudiar”, hace notar Din Mohammad.
A medida que la escuela se amplía, EQUIP otorga financiamiento para una serie de mejoras, incluida la compra de computadoras, equipos para laboratorio de ciencias, mobiliario escolar y materiales de biblioteca. También se han realizado algunas reparaciones en los edificios dañados, dice la directora. “Cuando llegué por primera vez, no había ventanas, electricidad, ni suficientes aulas, pero año tras año va mejorando. La comunidad local está contribuyendo mucho, al igual que EQUIP”.
En el aula de computación, Anosha Shabir, de 16 años, dice que está disfrutando de las clases de programación, pero que hasta ahora la escuela no ha logrado instalar Internet, por lo que es difícil aprender más. “Este es un muy buen comienzo para muchos alumnos que no tienen computadora”, dice. “Pero en casa, puedo investigar mejor en la web”.
Gulsom Amiry, otra alumna de 18 años, cuenta que depende para sus estudios de una serie de libros y materiales de la nueva biblioteca. Ella espera ser abogada algún día.
Un miembro del shura, Bashir Faqiri, señala que un espacio adecuado para los estudiantes es el mayor desafío de la escuela en estos días y en todo el país. “Ahora, no hay escuelas vacías en Afganistán. El problema es encontrar maneras de dar a los estudiantes el espacio y todo lo que necesitan”, explica Faqiri.
Con todo, el shura está trabajando con EQUIP y la comunidad local para seguir ampliando los recursos escolares, agrega. “Queremos educación aquí para nuestros hijos. Es una necesidad. Si una persona es ignorante, su vida se ve limitada, y el futuro es muy difícil”.