Imagínese una vía de miles de kilómetros de largo sin baches, sin peajes y sin atascos que conecta tres grandes regiones de unos de los países más grandes del mundo. Una vía fluvial que pudiera ser utilizada por igual para el transporte de pasajeros y de carga. Y que además, sea completamente sostenible.
Ahora imagínese que esa vía ya exista y que no haya tenido prácticamente ningún uso durante medio siglo, y que los habitantes de esa región utilicen, en su lugar, carreteras peligrosas y en malas condiciones, llenas de conductores con agotadoras jornadas de manejar durante horas sin descansar.
Y para agregarle un detalle más a este panorama, imagínese que esto ocurra en una de las regiones más pobres de un país donde se gastan $31.616 millones de dólares al año en transporte, una cifra que representa casi el 40% del total de gastos nacionales en logística.
No es Rusia, no es China: es Brasil.
Producto de una estrategia adoptada en la década de los sesenta para dar prioridad a las carreteras en el desarrollo del campo, actualmente el país tiene 214.000 kilómetros de vías pavimentadas, 1 millón 300 mil kilómetros de carreteras sin pavimentar y 30.000 kilómetros de vías férreas.
"Este tipo de daño es el resultado de una decisión que se tomó cuando Brasil todavía no era la potencia agrícola de hoy en día", recuerda Julio Cezar Busato, presidente de la Asociación de Agricultores y Regantes de Bahia, en el nordeste de Brasil.
Pero ahora comienza a cobrar fuerza la idea de volver a utilizar los enormes ríos brasileños para el transporte de pasajeros y carga, a una fracción del costo de hacerlo por tierra y con la posibilidad de integrarlos con otros sistemas y vías de transporte que ya existen.
Río São Francisco
Uno de esos ríos, donde ya ha comenzado a ponerse en práctica esta estrategia es, precisamente, la larga vía sin peajes ni atascos que nos imaginamos antes: el río São Francisco, en la región nordeste de Brasil, que se extiende a lo largo de 2.830 kilómetros, de los cuales 1.300 km son navegables. En todo el país, hay 13.000km de hidrovías.
Los pobladores que dependen del río para interconectarse y sobrevivir, como los habitantes de Juazeiro y Petrolina, a orillas de este caudal, revelan que la tarea no será sencilla. En la primera hay un puerto que nunca se utilizó. En la otra el puerto funciona, pero se ha vuelto cada vez más difícil para la única compañía que todavía opera en el lugar, Icofort.
Estaciones ferroviarias abandonadas y caminos llenos de maleza completan la escena. “Cuando no había carreteras, el río era el único enlace entre las poblaciones locales”, recuerda el comandante Bartolomeu Borges, hijo, nieto y bisnieto de conductores de buques. “Hoy la navegación resulta muy difícil.”
Un análisis del Banco Mundial reveló que a pesar de que la logística del transporte de granos es más fácil por vía acuática, “el volumen de carga que se transporta por el São Francisco es modesto en comparación con el potencial de crecimiento de la agricultura local. La región occidental (del estado de) Bahía produjo 6.700 millones de toneladas en la campaña 2010-11, pero sólo el 0,7 % de eso pasó por el São Francisco".