El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, planteó en una reciente entrevista (i) que el precio del carbono podría ser una manera de comenzar a resolver el desafío del cambio climático. Tom Friedman, columnista de The New York Times, le preguntó: “¿Qué es lo que todavía le gustaría que se hiciera para abordar el cambio climático?”. Obama, respondió: “Que podamos fijar el costo de las emisiones de carbono”.
La frase “fijar el precio del carbono” se ha vuelto cada vez más común a medida que la forma de abordar el cambio climático pasa de ser una preocupación a una necesidad de toma de medidas. El Grupo del Banco Mundial, conglomerados de empresas e inversionistas han exhortado a los Gobiernos (i) de todo el mundo a apoyar la fijación del precio del carbono para reducir las emisiones.
¿Qué significa, entonces, la fijación del precio del carbono, y por qué tantos líderes gubernamentales y empresariales la apoyan?
Hay varios caminos que los países pueden seguir para establecer el precio del carbono, pero todos conducen al mismo resultado. Comienzan por considerar lo que se conoce como los costos externos de las emisiones de carbono —costos que el público paga de otras maneras, tales como daños a los cultivos y gastos de atención de salud provocados por las olas de calor y las sequías, o perjuicios a la propiedad por las inundaciones y el aumento del nivel del mar— y los vinculan a sus fuentes a través de un precio del carbono.
La fijación del precio del carbono ayuda a hacer recaer el daño en los que son responsables del mismo y pueden reducirlo. En lugar de dictaminar quién, dónde y cómo debe reducir las emisiones, la fijación del precio del carbono da una señal económica y quienes contaminan deciden por sí mismos si reducen las emisiones, disminuyen la magnitud o suspenden su actividad contaminante o siguen contaminando y pagan el precio. De esta manera, el objetivo ambiental general se logra de la manera más flexible y menos costosa para la sociedad, y el precio del carbono continúa estimulando las innovaciones tecnológicas y en el mercado, impulsando nuevos factores de crecimiento económico con bajas emisiones de carbono.
Cómo funciona la fijación del precio del carbono
La fijación del precio del carbono no es novedosa.
Unos 40 países y más de 20 ciudades, estados y provincias ya usan mecanismos de fijación del precio del carbono o planean implementarlos. Estas jurisdicciones son responsables de más del 22 % de las emisiones mundiales. Muchos más (i) están desarrollando sistemas que fijarán el precio del carbono en el futuro. En conjunto, estas medidas abarcarán casi la mitad de las emisiones mundiales de CO2.
Hay dos tipos principales de fijación del precio del carbono: régimen de comercio de derechos de emisión (ETS, por sus siglas en inglés) e impuestos sobre el carbono.
Un ETS –en ocasiones llamado sistemas de fijación de límites e intercambio de las emisiones– pone un techo al nivel total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero luego permite que aquellas industrias con bajas emisiones vendan los derechos de emisión que les sobran a emisores más grandes. Mediante la creación de oferta y demanda de derechos de emisión, un ETS establece un precio de mercado de las emisiones de GEI. El límite ayuda a garantizar que las reducciones de emisiones necesarias se llevarán a cabo para mantener a los emisores (en general) dentro de su presupuesto de carbono preasignado.
Un impuesto sobre el carbono es un enfoque más simple. Se establece directamente un precio del carbono mediante la definición de una tasa impositiva sobre las emisiones de GEI, o —más comúnmente— sobre el contenido de carbono de los combustibles fósiles. Difiere de un ETS en que no se predefine el resultado relacionado con la reducción de emisiones del impuesto sobre el carbono, pero sí el precio del carbono.
La elección del instrumento dependerá de las circunstancias nacionales y económicas.
También hay formas más indirectas de una fijación más precisa del precio del carbono, por ejemplo a través de impuestos al combustible, eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, y regulaciones que pueden incorporar un “costo social del carbono”. También se puede fijar un precio de las emisiones de GEI mediante pagos por la disminución de emisiones. Las entidades privadas o soberanas pueden comprar reducciones de emisiones para compensar sus propias emisiones (llamadas compensaciones) o para apoyar las actividades de mitigación a través de financiamiento basado en resultados.
¿Qué están haciendo los países?
Hay varios países líderes en la fijación del precio del carbono.
China ha puesto en marcha seis sistemas piloto de intercambio de cuotas de emisión en cuatro ciudades y dos provincias y planea lanzar uno en una quinta ciudad, Chongqing, este mismo mes. Tiene el objetivo de reducir la intensidad de las emisiones en un 40 % a 45 % para 2020, en comparación con los niveles de 2005, establecer sistemas estadísticos y de verificación de emisiones de GEI, y asimismo está considerando un sistema nacional de intercambio de emisiones que comenzará a funcionar en unos pocos años.
El objetivo de Sudáfrica es reducir las emisiones en un 34 % para 2020 y 42 % para 2025, a través de un impuesto sobre el carbono y un sistema de compensaciones que se prevé implementar a inicios de 2016.
México cuenta con una política nacional de cambio climático y objetivos ambiciosos de reducción de emisiones de GEI. Actualmente, tiene un mercado voluntario y está explorando enfoques innovadores para la fijación del precio del carbono como miembro de la Asociación para la Preparación del Mercado, (i) un grupo de 31 países que desarrollan sistemas de fijación del precio del carbono en el futuro.
Noruega aplica impuestos sobre el carbono desde 1991, y casi la mitad del total de sus emisiones de GEI están cubiertas en la actualidad.
El sector privado está a la vanguardia
El sector privado ha apoyado cada vez más una fijación consistente del precio del carbono. Muchas empresas operan en países que ya cuentan con un sistema de fijación del precio del carbono, y están desarrollando conocimientos especializados tanto en la gestión de sus emisiones como en la incorporación de un precio real o un precio sombra o social del carbono (i) en sus planes e inversiones.
Según el grupo inversor Ceres, (i) 96 empresas del conjunto de 173 empresas de la lista Fortune 100 y Global 100 han llegado incluso a establecer objetivos voluntarios de reducción de GEI, lo que las ha llevado a acelerar sus inversiones en eficiencia energética, energías renovables y silvicultura sostenible.
También han pedido una mayor coherencia de los Gobiernos. Cerca de 400 empresas de la iniciativa Caring for Climate (i) del Pacto Mundial de las Naciones Unidas han solicitado “la formulación urgente, en estrecha consulta con las empresas, la comunidad y la sociedad civil, de políticas a largo plazo para crear un precio estable del carbono”. A través del Grupo Príncipe de Gales de Líderes Empresariales sobre el Cambio Climático, (i) unas 150 empresas han llamado a establecer “un precio claro, transparente y sólido del carbono”.
Al aproximarse la Cumbre sobre el Clima convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas en septiembre, el Grupo del Banco Mundial, junto con estos y otros asociados, está pidiendo a los países y las empresas que expresen su apoyo a la fijación del precio del carbono, (i) como una medida cada vez más necesaria para enfrentar el cambio climático. El Grupo del Banco Mundial también ha revisado las mejores prácticas que existen en las organizaciones respecto de la fijación del precio del carbono y está estableciendo su propio proceso para tomar en cuenta los costos, los beneficios y el impacto a nivel mundial de los proyectos.