Hasta hace poco, para un brasileño urbano sequía era sinónimo de campo, un fenómeno lejano que le pasaba a los demás, especialmente en la región noreste, una de las más pobres del país.
Novelas, películas, música y otras obras de arte inmortalizaron familias que languidecían de hambre y sed, que dejaban sus cultivos y huían a Sao Paulo y otras ciudades del sureste en busca de mejores oportunidades.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, el fantasma de la escasez de agua pende precisamente sobre uno de los destinos de los emigrantes nordestinos: la ciudad de Sao Paulo. No es una ironía del destino. De hecho, la ciudad más grande de América del Sur, con 11 millones de habitantes, padece la peor sequía en 80 años desde finales del 2013.
En consecuencia, el nivel de los embalses que abastecen de agua a la ciudad bajó al 22% de su capacidad (por estas fechas el año pasado, el sistema funcionaba con 57% de agua).
La posibilidad de racionamiento de agua, sin fecha definida de comienzo, preocupa no sólo la población, pero también los candidatos a las elecciones del gobernador del estado, previstas para octubre.
“Es inevitable”
Estos fenómenos tienen su explicación en factores muy claros: el cambio climático, el crecimiento urbano y una infraestructura insuficiente de suministro.
"El cambio climático afecta a todas las regiones del país y es inevitable", sentenció recientemente el ministro de Integración Nacional, Francisco Teixeira. De hecho, hace mucho tiempo que la sequía dejó de ser exclusiva del campo y, más aun, del nordeste.
En la última década, por ejemplo, todo el sur del país sufrió sequías más intensas y frecuentes que lo habitual para la región. Este año, incluso la hidroeléctrica de Itaipu, la generadora de energía más grande del mundo, se vio afectada: su embalse se acercó del nivel de 2001, el más bajo registrado hasta la fecha. En 2005 y 2010, fue el turno de la Amazonía.
Para completar el análisis, las predicciones hablan de un 90% de probabilidades de que este año se registre un fenómeno de El Niño más fuerte de lo regular, aumentando así la amenaza de calor y sequía en varias partes de Brasil.