Provincia de Gaza, Mozambique. Bajo la sombra de un frondoso árbol nativo, la maestra de educación preescolar Carmelina Alberto Makuite coloca tres tapas de botella en la arena y pide a los 30 alumnos de su clase que cuenten. “¡Um! ¡Dois! ¡Três!”, gritan los niños de entre 3 y 5 años, demostrando no solo sus incipientes habilidades matemáticas sino también sus conocimientos recién adquiridos de portugués, la lengua de enseñanza en Mozambique, que es diferente del dialecto changana que hablan en casa.
En la remota aldea de Mahuntsane —en el noreste de la capital, Maputo, a la cual se puede llegar por automóvil en cuatro horas— los niños en edad preescolar pasan la mañana aprendiendo los números, los días de la semana y las partes del cuerpo, así como respondiendo preguntas después de que la maestra les lee un cuento en portugués acerca de una araña y un perro. Las habilidades —cognitivas, lingüísticas, socioemocionales y físicas— que los niños adquieren aquí son esenciales para el desarrollo saludable a largo plazo y los preparan bien para cuando lleguen a primer grado.
“Los profesores de escuela primaria están muy contentos con los alumnos procedentes de la escholinha [centro preescolar]”, dice Makuite, que ha estado enseñando en este nivel desde 2008. “Los niños conocen el alfabeto y pueden escribir sus nombres. Siguen las instrucciones del maestro. Son líderes en la clase”.
Ampliación a comunidades en cinco provincias
El centro preescolar de Mahuntsane forma parte de un programa piloto, iniciado en 2008, para fortalecer el desarrollo en la primera infancia en 30 aldeas rurales de la provincia de Gaza. El éxito de la iniciativa, impulsada por la organización no gubernamental Save the Children, quedó demostrado por una rigurosa evaluación de impacto y atrajo el interés del Ministerio de Educación, el cual está ampliando el programa a 600 comunidades en cinco provincias, para llegar a 84 000 niños de corta edad con servicios destinados a estimular su crecimiento y desarrollo. La Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Banco Mundial para los más pobres, está respaldando esta extensión a través de un préstamo para políticas educativas de US$40 millones, que también financia actividades de desarrollo de capacidades y conocimientos que serán realizadas por organismos gubernamentales y las principales partes interesadas con el fin de garantizar la sostenibilidad de la iniciativa.
“El Gobierno consideró importante invertir en la educación en la primera infancia porque nuestros niños, en primer grado, tienen grandes dificultades para aprender a leer y escribir. Esto nos llevó a diseñar una estrategia nacional con la participación de diversos ministerios, como asuntos sociales, salud, seguridad alimentaria y nutrición”, señala Ines Tembe Magode, directora del área de Enseñanza Preescolar del Ministerio de Educación. “Todo este movimiento fue como un despertar para nuestro Gobierno”.
El Gobierno inició el proyecto de ampliación a comienzos de este año, y las comunidades participantes ya han sido identificadas, agrega. “Ahora estamos trabajando para sensibilizar a los padres y cuidadores para que estén conscientes de la importancia de llevar a sus hijos a los centros preescolares”.
La importancia de invertir en los primeros años de vida
Las brechas iniciales en las habilidades cognitivas y el desarrollo general pueden poner en peligro la capacidad y motivación de un niño para aprender al ingresar en la escuela primaria, dice Sophie Naudeau, especialista superior en Educación del Banco Mundial, quien reside en Maputo codirigió la evaluación de impacto del programa piloto y actualmente administra el nuevo préstamo de la AIF. “Los niveles bajos de preparación escolar pueden conducir a ineficiencias en el sistema educativo. Los niños que carecen de apoyo a temprana edad son más propensos a tener un bajo rendimiento académico, repetir grados y abandonar la escuela antes de completar el ciclo primario”, agrega.
Para abordar estos tipos de obstáculos, entre 2001 y 2013, el Banco invirtió más de US$3300 millones (US$1900 millones de respaldo para los países más pobres a través de la AIF) en actividades de desarrollo en la primera infancia en todo el mundo, incluidas iniciativas de educación, salud y protección social, que tienen como destinatarios a mujeres embarazadas y niños pequeños y sus familias.
El desarrollo en la primera infancia ocupa un lugar destacado en la Estrategia de Educación 2020 del Banco, que establece el objetivo de “Aprendizaje para Todos” sobre la base de tres pilares: invertir temprano, invertir con inteligencia e invertir para todos. Este tema es también un importante componente en las estrategias del Banco en materia de salud y nutrición, y de protección social.