“Soy el hombre más odiado por los intermediarios”, afirma Roberto Salazar, agricultor hondureño que hace 15 años creyó en la necesidad de unir a los pequeños productores de café de la zona Occidente de este país centroamericano.
“Nacimos en un momento en que la crisis del café estaba muy acentuada”, revela Roberto, gerente de la Cooperativa Cafetalera Ecológica La Labor Ocotepeque (COCAFELOL). Hoy, no sólo han logrado superar los momentos más desafiantes sino que, además, le han permitido al café hondureño cruzar fronteras e internacionalizarse.
“Al inicio fue muy difícil porque la gente no creía en el café de Honduras”, relata Roberto. Una realidad que tenía su fundamento. “En ese momento el producto se mezclaba y la consistencia en taza no era buena”. Tras varios años de arduo trabajo, sin embargo, la cooperativa logró el reconocimiento y la magia que acompañan a una buena taza de café.
El éxito de su trabajo se percibe en el número de países que hoy desean tener en la mesa el café de Cocafelol. “Exportamos a EEUU, Canadá, Inglaterra, Alemania, Holanda, Suiza, Francia e Italia”, explica Roberto. La cooperativa vende un 80% de su café al exterior.
La calidad del café de Occidente es reconocida en todo el país. “Es un café con sabor achocolatado, floral y dulce”, explica Elmer López, administrador de Aruco, otra de las cooperativas situada en el municipio de Corquín (departamento de Copán). “Sus atributos se deben a la tierra de esta zona y al clima fresco”, agrega, tras explicar que en esa región se planta café de altura y de bajillo.
Este último, de menor calidad, es el que consumen la mayoría de pobladores de esta área. Ello explica su nombre: Café Tradición del Pueblo. Las otras dos marcas de la cooperativa hace tiempo que se pueden encontrar en el extranjero. “En la actualidad hay empresas de EEUU que nos dicen que quieren directamente nuestro café”, explica Elmer, mientras observa, con orgullo, el color que va tomando el café en la máquina tostadora de su planta de procesamiento.