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ARTÍCULO

El café hondureño trasciende fronteras

Junio 30, 2014

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Empleada de la empresa asociativa ARUCO muestra el café tras proceso de tostado. La empresa, situada en el municipio de Corquín (depto de Copán, Honduras), recibe apoyo de Comrural, proyecto financiado por el BM

Angels Masó / Banco Mundial

Pequeños cafeteros del país centroamericano se unen en cooperativas y exportan a EE UU y Europa

“Soy el hombre más odiado por los intermediarios”, afirma Roberto Salazar, agricultor hondureño que hace 15 años creyó en la necesidad de unir a los pequeños productores de café de la zona Occidente de este país centroamericano.  

“Nacimos en un momento en que la crisis del café estaba muy acentuada”, revela Roberto, gerente de la Cooperativa Cafetalera Ecológica La Labor Ocotepeque (COCAFELOL). Hoy, no sólo han logrado superar los momentos más desafiantes sino que, además, le han permitido al café hondureño cruzar fronteras e internacionalizarse.

“Al inicio fue muy difícil porque la gente no creía en el café de Honduras”, relata Roberto. Una realidad que tenía su fundamento. “En ese momento el producto se mezclaba y la consistencia en taza no era buena”.  Tras varios años de arduo trabajo, sin embargo, la cooperativa logró el reconocimiento y la magia que acompañan a una buena taza de café.

El éxito de su trabajo se percibe en el número de países que hoy desean tener en la mesa el café de Cocafelol. “Exportamos a EEUU, Canadá, Inglaterra, Alemania, Holanda, Suiza, Francia e Italia”, explica Roberto. La cooperativa vende un 80% de su café al exterior.

La calidad del café de Occidente es reconocida en todo el país. “Es un café con sabor achocolatado, floral y dulce”, explica Elmer López,  administrador de Aruco, otra de las cooperativas situada en el municipio de Corquín (departamento de Copán). “Sus atributos se deben a la tierra de esta zona y al clima fresco”, agrega, tras explicar que en esa región se planta café de altura y de bajillo.

Este último, de menor calidad, es el que consumen la mayoría de pobladores de esta área. Ello explica su nombre: Café Tradición del Pueblo. Las otras dos marcas de la cooperativa  hace tiempo que se pueden encontrar en el extranjero. “En la actualidad hay empresas de EEUU que nos dicen que quieren directamente nuestro café”, explica Elmer, mientras observa, con orgullo, el color que va tomando el café en la máquina tostadora de su planta de procesamiento. 


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Campo de café en Honduras

Angels Masó


Parcelas que pasan de generación en generación

Mejorar la calidad del café no es el único objetivo de las cooperativas. La principal razón de su existencia está sobre todo en los pequeños productores rurales. Personas como Fidencio Aguirre, de la Labor (departamento de Ocotepeque), quien antes de asociarse,  le vendía el café a un vecino. “Era un gran problema porque hasta cheques sin fondos me daban. ¿Y usted sabe? Uno trabaja para vivir”.

Fidencio sabe que es afortunado. “Soñé con tener un lotecito de café desde que era chiquito y mis padres lidiaban con un pedazo de tierra al lado de casa”, relata. Su finca, de ocho manzanas, donde batalla “con estos palitos” –como denomina a la planta del café- es de las grandes en la zona.

“La mayoría de productores tienen un cuarto de manzana. Son parcelas que han pasado de generación en generación”, señala Elmer López, quien agrega que muchas familias dependen exclusivamente de este producto. “Traernos el café aquí les beneficia porque así pueden vender su producto más caro”, explica. Como en el caso de Cocafelol, la lucha de Aruco ha sido distanciarse de los intermediadores.

“El sentido de la cooperativa es establecer nexos de solidaridad”, manifiesta Augusto Amaya, vicepresidente de Cocabel, otra de las asociaciones de productores, situada en Belén (departamento de Lempira). “Los productores se sienten estimulados cuando logran vender el café y recibir un precio justo”, agrega.

Muchos de ellos han visto mejorar su producto gracias al apoyo del proyecto de Competitividad Rural (Comrural), iniciativa del Gobierno de Honduras que financia el Banco Mundial (BM), entre otros organismos. “El objetivo es poder potenciar la productividad y la competitividad de los pequeños productores rurales, uno de los sectores más vulnerables y que, a la vez, más pueden aportar al desarrollo de Honduras”, señaló Norman Piccioni, responsable del  proyecto en el BM.

Unirse para enfrentar mejor las dificultades

Juntos, los productores de café pueden enfrentar mejor las dificultades, como la plaga de roya, que causó un descenso de las exportaciones hondureñas de café del 24,7% en los primeros ocho meses de la cosecha 2013-2014, en relación con el mismo período de la temporada anterior, según el Instituto Hondureño del Café (Ihcafe).

“Entre 2011 y 2012 algunos productores de esta zona perdieron hasta el 90% de sus cosechas”, explica Gerson Paz, uno de los técnicos que trabaja en la región de Belén apoyando a los productores a combatir esta plaga, así como a identificar las deficiencias nutricionales de la planta del café. El objetivo es mejorar su calidad. Una lucha que comparte también Roberto Salazar. “El secreto es cambiar la actitud del productor, capacitarlos”, explica el gerente de Cocafelol.

Defensor de los cultivos orgánicos, Roberto está convencido de que muchos productores antes no pensaban en términos de calidad. Con sus esfuerzos, tanto dentro como fuera del país, hoy se siente satisfecho de que el café hondureño se abra cada vez más a los mercados internacionales. Ya no es el café mezclado del que tanto se dudaba, sino un café que ha descubierto su orgullo. 


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