La posibilidad de un apagón se paseó como un fantasma por todo Brasil durante el reciente Mundial de Fútbol. Afortunadamente no se produjeron cortes, pero la amenaza sigue allí ya que desde 2011 el país vive una fuerte sequía que ha provocado la reducción del nivel de los embalses que alimentan a las hidroeléctricas.
Si bien el Gobierno insiste en que no hay que preocuparse por un corte en el suministro, los expertos en temas de energía no han dejado de insistir en que sería importante diversificar las inversiones en generación, por ejemplo, en parques eólicos y solares, para que el país no dependa tanto de la producción hidroeléctrica.
Con el crecimiento del país y de su clase media en la última década, la demanda de energía en Brasil aumentó en un promedio anual del 4,5%. Si bien no alcanza la de China e India - cuyo crecimiento es de entre el 8% y el 10% -, está por encima de Estados Unidos y Europa, donde la cifra está entre el 2% y el 3%, de acuerdo con PSR, firma de consultoría especializada en estudios de energía.
"En un país con tantos recursos renovables como Brasil, es esencial encontrar fuentes complementarias a las hidroeléctricas. La energía eólica tiene la capacidad de satisfacer esa necesidad", argumenta Elbia Melo, presidenta ejecutiva de la Asociación de Energía Eólica de Brasil (ABEEólica).
En el país más grande de América Latina, el viento representaba sólo el 1,6% de la capacidad instalada de generación de energía en 2012 (frente al 66% de la hidroeléctrica), de acuerdo con la Empresa de Pesquisa Energética (EPE). Un volumen insignificante, si se le compara con países como Alemania, España y Dinamarca, que tienen alrededor del 20% al 30% de energía eólica en su matriz.
"Es importante tener en cuenta que los países europeos tuvieron un crecimiento brutal de la energía eólica debido a políticas públicas específicas y subsidios para fomentar el crecimiento de las renovables, además de la falta de otras opciones", explica Luiz Barroso, director técnico de la consultora energética PSR.
Aumentar esa participación de Brasil, sin embargo, es cuestión de tiempo. En 2018, el país pasará de 4,5 gigavatios a 14,4 gigavatios instalados (equivalente a un poco más de la capacidad de la controvertida represa hidroeléctrica de Belo Monte en la Amazonia), de acuerdo con ABEEólica. Estas cifras serán aún mayores en función del resultado de una subasta prevista para el próximo 31 de octubre.
Ventaja competitiva
Hace 10 años que Brasil lleva a cabo este tipo de licitaciones en los que se ofertan proyectos de energía. "Son necesarios para promover la expansión de las energías limpias en todo el mundo, especialmente en los mercados emergentes", afirmó Gabriela Elizondo, experta en energía del Banco Mundial. Y desde entonces, los proyectos eólicos están en segundo lugar en la forma más contratada, solo por debajo de la energía hidroeléctrica.
Para la subasta de octubre fueron registrados 1,034 proyectos de proveedores de energía, de los cuales 626 son de energía eólica, 400 solares, y 8 de biogás y residuos sólidos urbanos, que ofrecen 26.3GW de capacidad instalada.
La energía generada a partir del viento gana en competitividad. "El precio por megavatio/ hora producido por un parque eólico al consumidor final es el más bajo, entre 120 y 130 reales brasileños ( entre 53 y 58 dólares); en una planta termoeléctrica, el valor es de entre 160y 200 reales ( entre 71 y 88 dólares)", compara Luiz Barroso. Por otra parte, el viento no emite dióxido de carbono.
Brasil se está convirtiendo en uno de los países con más experiencia en el mundo en el uso de las subastas, según el reciente estudio del Banco Mundial: “Promoviendo las energías renovables mediante subastas: el caso de Brasil”.
Como se muestra en el informe, las subastas han mejorado. La de octubre requiere que los proveedores proporcionen al menos el 90% de la capacidad prometida en el proyecto, en comparación con el 50% que se exigía en subastas anteriores. Para completar, las sanciones por retrasos llegan a ser mucho más altas.