Un caluroso día de junio, Gerónimo Carrasco tomó una de las decisiones más duras de su vida. Dijo “la lluvia no llega” y vendió sus dos vacas.
“No tengo agua ni comida para darles. Tengo que cambiarlas por alimento para mi familia”, explicó el campesino, dueño de una pequeña parcela en el municipio de San Nicolás, Nicaragua.
Aquí la escasez de lluvia se vive en primera persona. Así como Carrasco, miles de pequeños agricultores centroamericanos se han visto obligados a deshacerse de bienes esenciales para su subsistencia ante el embate de una de las mayores sequías en casi medio siglo, que ha puesto al borde de la hambruna a unos 2.000.000 de personas.
Campos amarillentos, hojas secas y tierra agrietada. En este paisaje desolado, solo un milagro puede hacer crecer los frijoles, la base de la alimentación de millones de centroamericanos.
Más de medio millón de familias padecen lo que los expertos llaman “inseguridad alimentaria” –es decir, escasez de alimentos- debido a las pérdidas en la agricultura y la ganadería. Según Oxfam, y cálculos de los gobiernos y organismos internacionales, unas 236.000 familias en Guatemala, 120.000 en Honduras, 100.000 en Nicaragua y 96.000 en El Salvador se encuentran ya en esta situación.
La historia de Gerónimo es similar a la de tantas otras familias que pasan por lo mismo en las grandes extensiones conocidas como “Corredores secos” de estos cuatro países. La severa sequía es consecuencia de una prolongada falta de lluvias: hubo 45 días sin precipitaciones entre julio y agosto, los primeros meses lluviosos del año.
La de este año, sin embargo, podría estar relacionada con el fenómeno de “El Niño” de este año, según los entendidos. La falta de lluvias ocurre en el período más importante para la producción de maíz y frijol, y ocasiona pérdidas significativas en estos cultivos.
El panorama para los próximos meses no es nada alentador. Según los meteorólogos, el alivio tardará en llegar, ya que se mantienen las previsiones de lluvias irregulares hasta octubre.
Guatemala, en el ojo de la sequía
Esta cruenta situación se agudiza en Guatemala donde la sequía se suma a dos años de malas cosechas (2012-2013), y al impacto de la reducción de empleo para jornaleros, ocasionada por la crisis de la roya del café.
La falta de lluvias ha impactado a más del 70% del territorio del país y la población afectada es parte del 54% más pobre, segmento que registra la mitad de la desnutrición crónica en niños menores de cinco años, según el SESAN (Secretaria de Seguridad Alimentaria y Nutricional).
Según Diego Arias, economista experto en temas agrícolas del Banco Mundial, más de 1.000.000 de hogares en Centroamérica, la mayoría de los Corredores Secos – que abarcan el 30% de la superficie de Centroamérica- viven de la agricultura de subsistencia y “es en estos hogares donde la sequía se convierte en desnutrición y en menores oportunidades para salir de la pobreza”.
De acuerdo con el experto, los gobiernos deben implementar una estrategia integral de manejo de riesgos agropecuarios. Esto implica, por un lado, actuar antes de que ocurran, con iniciativas como la el acceso de semillas más resistentes, mejores prácticas agropecuarias, e inversión en sistemas de riego; por otra parte, hay que estructurar una mejor respuesta para dar alimentos y compensar los ingresos en los hogares más afectados.
Por último, y no menos importante, hay que transferir el riesgo catastrófico para poder contar con recursos suficientes en años de pérdidas extremas. “Se trata de adquirir coberturas financieras (una especia de seguros contra fenómenos climáticos) contra las sequías más severas que protejan a los más vulnerables”, dice Arias. “En países como Perú, México y Brasil ya existen estos mecanismos.”