¿Cuánto valen las emisiones que salen del tubo de escape de su automóvil en término de daños hecho al medioambiente? ¿Y los gases que emiten las fábricas? El smog se ve —y se siente—en lugares como Pekín y Ciudad de México, es decir, es tangible. Pero es complicado medir y calcular en dinero el daño que se hace al planeta, a la naturaleza, a las personas por los gases de efecto invernadero.
Sin embargo, científicos, gobiernos, instituciones internacionales y organizaciones no gubernamentales analizan fórmulas (algunas ya existentes) para “cobrar por contaminar” o “poner un precio al carbono”, es decir, que quienes más contaminen, compensen en términos económicos el daño que le hacen al ambiente. La idea es limitar y reducir las emisiones de gases de infecto invernadero, responsables del calentamiento global y del cambio climático.
Mientras continúen las emisiones al ritmo actual, la elevación promedia de la temperatura del planeta subirá y traerá consecuencias graves para el medio ambiente con fenómenos climáticos más severos y más frecuentes, afectando actividades como la agricultura.
Para calcular el costo del daño hecho por estas emisiones, ayuda cuantificarlas. Lo más común es calcular las emisiones de CO2 equivalentes de todos los gases que provocan el efecto invernadero, incluyendo el propio dióxido de carbono o el metano que calienta aún más.
Por eso, cuando se habla de “comprar” y “vender” emisiones que provocan el efecto invernadero y el cambio climático, se están describiendo los “mercados de carbono”.
Cuestión de precios
Aunque el precio que se ponga al carbono (o su equivalente) no sea igual al costo real de la contaminación, sí sirve para desincentivar las emisiones, según Neeraj Prasad, gerente de Alianzas y Conocimiento sobre Cambio Climático del Banco Mundial. “Con los precios al carbono, podemos decir, por ejemplo, que la energía producida con carbón es más cara que la energía producida por un panel solar,” explica Prasad.
“Si no somos capaces de estimar (en dinero) los daños que causa el cambio climático, hay otros mecanismos que podemos usar para determinar los precios que deberíamos usar como indicadores,” declaró Alvaro Umaña, ex ministro del Medio Ambiente y Energía de Costa Rica en el reciente Foro Latinoamericano del Carbono en Bogotá.
Si bien no es la región que más contamina, América Latina es muy vulnerable a las alteraciones del clima, como sequías prolongadas, inundaciones y tormentas más fuertes y recurrentes. Por eso, algunos gobiernos de la región ya han establecido varios mecanismos y políticas para desincentivar las emisiones.
Un ejemplo es el impuesto al carbono, que se aplican a las emisiones de dióxido de carbono, y varían según cada país. En México, por ejemplo, un nuevo impuesto a combustibles fósiles está ligado al contenido de carbono en el producto: por ejemplo, es más alto para el diésel (12.40 centavos por litro) que para la gasolina magna (10.38 centavos por litro).
Por su parte, en Costa Rica, los ingresos de un impuesto de 3.5% a los combustibles se han usado para el cuidado de los bosques.
También existen mercados nacionales de intercambio de emisiones, internacionales, como en la Unión Europea, y hasta un mercado global de carbono. Existen mecanismos que permiten vender créditos de carbono de proyectos en países en desarrollo en mercados de intercambio de emisiones en todo el mundo, como el mecanismo de desarrollo limpio.
Si una empresa recibe la certificación, por ejemplo, que sus emisiones han bajado mediante la implementación de energía renovable, captura de metano, eficiencia energética etc., puede recibir créditos de carbono por las Naciones Unidas y venderlos en un mercado de carbono. Estos fondos generados por la venta de créditos de carbono pueden ser utilizados para financiar inversiones “verdes”.
Impacto visible
En este momento, casi 40 países y más de 20 ciudades, estados y provincias usan el precio al carbono a través de impuestos al carbono o esquemas de intercambio de emisiones, o están planeando hacerlo. Juntos estas jurisdicciones son responsables por alrededor de 22 por ciento de las emisiones globales
Otra fórmula para proteger el medioambiente y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero es el pago por servicios ambientales que reciben agricultores, comunidades indígenas o empresas que cuidan el medio ambiente. Por proteger la naturaleza, cuidar la biodiversidad o reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pueden recibir cierta cantidad de dinero de su gobierno.
Este mecanismo se usa en Costa Rica, en México, Colombia o Brasil, con modelos diferentes. En Costa Rica por ejemplo, los propietarios de la tierra reciben dinero por cada árbol que plantan o conservan. Y los resultados se notan: la cobertura boscosa pasó del 21% en la década de los 80 hasta el 52% en 2012. “Hemos fijado, con el apoyo del Banco Mundial y otros, más de 90 millones de toneladas de carbono forestal en la última década”, afirma Alvaro Umaña.
Mirando al futuro
Este 23 de septiembre el Secretario General de las Naciones Unidas acogerá la Cumbre sobre el Clima en Nueva York para generar un impulso político para llegar a un acuerdo global sobre el cambio climático en 2015. El tema del precio al carbono será un punto importante de la agenda.
El Grupo del Banco Mundial está alentando a los líderes de Gobiernos y corporaciones a registrar su apoyo a la Declaración para Poner un Precio al Carbono que se lanzará en la Cumbre. En la declaración, los Gobiernos se comprometen a trabajar juntos y las empresas a trabajar con los Gobiernos. El objetivo a largo plazo es que el precio al carbono sea utilizado a través de la economía global.
Después de la Cumbre la semana próxima, el enfoque se desplazará hacia las negociaciones jurídicas globales sobre el clima que se llevarán a cabo en Lima y seguirán en París en el 2015.
Los países pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero poniendo un precio al carbono a través de un esquema de intercambio de emisiones o un impuesto al carbono. El medioambiente se puede proteger por otros métodos, como con el pago por servicios ambientales. Independientemente de cómo se logra, es esencial para los países actuar contra el cambio climático y transformar economías de carbono alto a un futuro habitable de bajo carbono.