Cuando la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR —creada para atender a los desplazados por la II Guerra Mundial— comienza a tomar cartas en el tema del cambio climático, parece claro que la migración forzosa será una de las principales consecuencias de este fenómeno.
De hecho, ACNUR calcula que entre 250 y 1.000 millones de personas de todo del mundo perderán sus casas o se verán forzadas a mudarse de territorio y hasta de país en los próximos 50 años. En América Latina, la dura determinación de quedarse o emigrar es una disyuntiva que enfrentan cada vez más personas.
Es una decisión que debaten Atahualpa Valdez y los otros 40.000 residentes de la isla de Cartí Sugtupu y otras del archipiélago de Kuna Yala, frente a las costas de Panamá, todas amenazadas por el aumento en el nivel del mar. Unos quieren quedarse, pero otros prefieren tierra firme.
“Yo recuerdo que en ese día tenía una casa,” cuenta Valdez. “Esa casa se desplomó. Las olas se lo llevaron casi todo". Pablo Preciado, un líder de la comunidad Carti Sugtupu, añade: “No es muy fácil solamente cruzar [al continente] porque hay muchas personas que no están acostumbradas a vivir ahí. Es un cambio drástico”.
América Latina en peligro
El clima global está cambiando y los efectos se ven en toda América Latina. El nivel del mar aumenta, las sequías amenazan a la producción alimentaria en Centroamérica y el Caribe, mientras en el Sur las intensas lluvias repentinas provocan fuertes inundaciones.
Si sigue aumentando la temperatura promedio global, la región será una de las más afectadas en el mundo y en pocos años, al igual que ocurrió con los grandes guerras del siglo XX, podrían generarse migraciones masivas de personas en todas partes del mundo, expulsadas de sus casas y comunidades por el cambio climático.
En Perú, por ejemplo, en los últimos años han ocurrido grandes inundaciones que arrasaron los cultivos de los pueblos indígenas de las Amazonas y provocaron enfermedades. Sin embargo, los residentes de Paoyhan no están dispuestos a dejar atrás sus tierras ancestrales.
“Es muy preocupante para el pueblo, en los años anteriores no había ese clase de desastres”, explica Miguel Ochavano, un chamán local. “Para mi es una tristeza encontrar a mi familia sin comida. De aquí a un tiempo, ¿cómo vamos a estar?”, se pregunta.