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ARTÍCULO

Arrivederci, Roma. Bom dia, Brasil!

Octubre 25, 2014


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Urubici, localidad rural en el sur de Brasil.

Mariana Kaipper Ceratti/Banco Mundial

El turismo se aleja del primer mundo y crea nuevas oportunidades en América Latina

¿Pasaría usted sus vacaciones en un lugar con caminos en mal estado, sin señal de celular ni internet; a cambio de disfrutar de montañas verdes, aire puro, aguas cristalinas, clima agradable y comidas sencillas pero con todo el sabor de los productos frescos?

Desde hace una década, Paulina Stange, de 54 años, aún se sorprende de la cantidad de gente cuya respuesta a esta pregunta es “sí” y pasa sus vacaciones en Urubici, una pequeña localidad rural de Santa Catarina, en el sur de Brasil, con apenas 10.000 habitantes.

"Comencé a recibir a los visitantes en una casa sencilla, sin electricidad, a 10 kilómetros de mi granja, y a ellos les gustaba esa tranquilidad", recuerda Paulina. Desde entonces, la infraestructura ha mejorado mucho: el teléfono sigue funcionando mal, pero la carretera que pasa por Urubici ahora es impecable, y es perfectamente posible conectarse a internet con un módem portátil.

Paulina ya no se dedica a la agricultura. Ahora tiene cuatro chalets (¡con electricidad!) y un café colonial en la posada que inauguró en 2010 en su propia granja, donde espera que los paisajes y la cultura de la región (una mezcla de tradiciones brasileñas, alemanas, italianas y letonas) atraigan todavía a más visitantes.

Turismo con identidad

La historia y los desafíos de la familia Stange se repiten en América Latina y en muchas otras comunidades rurales del mundo con potencial para atraer a los viajeros. Buenas noticias para el desarrollo de localidades como Urubici, como destaca la Organización Mundial del Turismo, que declaró 2014 como el año de las pequeñas comunidades.

Después de todo, el trabajo de transportar, alojar y alimentar turistas representa casi el 10% del PIB mundial, genera más de $ 1.3 billones de dólares en ingresos (equivalente al 30% de las exportaciones mundiales de servicios) y crea uno de cada 11 puestos de trabajo. ¿Por qué no hacer extensivos estos beneficios a pequeñas comunidades que necesitan mejorar sus modos de vida?

El turismo es una herramienta que permite a las comunidades para lograr el desarrollo sin perder la identidad, incluso en las zonas rurales, lo que impide la migración a las grandes ciudades", dijo la OMT. La organización también señala que, además de la lucha contra la pobreza, el turismo promueve la igualdad de género —da de empleo y oportunidades de ingresos para las mujeres—, la sostenibilidad y las asociaciones para el desarrollo.

La OMT no es el único organismo internacional que reconoce el poder del turismo contra la pobreza: el Banco Mundial también está apoyando a la industria en una serie de proyectos en Brasil, Perú, Panamá y otros países de América Latina.


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Paulina Stange y su familia. 

Mariana Kaipper Ceratti/Banco Mundial.


Aprovechar el movimiento

A partir de 2015, por primera vez en la historia, los países en desarrollo recibirán más turistas que los principales destinos turísticos de los países desarrollados, como París, Roma o Nueva York, de acuerdo con la OMT. Y en 2030, el 58% de los viajeros internacionales irán a las economías emergentes de América Latina, Asia, Europa Central y del Este, Oriente Medio y África.

Pero para que las comunidades aprovechen este cambio en las tendencias, es importante que los países decidan cómo se promoverá el sector en cada uno de ellos y mejorar las condiciones para que los habitantes de las pequeñas comunidades puedan emprender en turismo.

En la pequeña ciudad brasileña, por ejemplo, la familia de Paulina Stange y otras nueve lo lograron a través de una asociación de turismo rural, que hoy recibe fondos y entrenamiento de Programa Rural de Santa Catarina (financiado por el Banco Mundial). La asociación reúne cafés, casas de huéspedes, artesanos e incluso una modesta finca de productos orgánicos.

Hasta el 2016, el programa apoyará a las familias que manejan emprendimientos turísticos en la  ampliación y la gestión de sus negocios de manera más profesional. Además, se mejorará la infraestructura vial para aumentar la competitividad de los pequeños empresarios. En total, se beneficiarán 25.000 familias campesinas.

"Se incluyó el agroturismo en el programa como una actividad solicitada por los agricultores familiares. Vieron una demanda, sobre todo por los turistas desde el propio estado, y se organizaron para satisfacerla", dijo el economista agrícola Diego Arias, del Banco Mundial.

Intercambio de experiencias

"Para los que siempre han vivido de la agricultura, el turismo es un trabajo con menos dificultades, el ingreso aumenta y proporciona un intercambio de experiencias con los visitantes", afirma Claudia Schmitz, especialista rural del gobierno de Santa Catarina.

Paulina cuenta que si bien antes pasaba sus días entre cultivos de plátano, cebolla, maíz y manzana, hoy no pasa más de dos semanas sin recibir visitantes extranjeros. "Ha venido gente de Argentina, EE UU, Francia, Alemania, hasta Albania", cuenta entusiasmada. Y logra atenderlos a todos, solo con la ayuda de su marido y su hija Mariani, de 29 años, que es licenciada en administración.

"El turismo me ha dado un proyecto de vida y demostró que el campo ofrece tantas oportunidades como la ciudad", afirma la joven.


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