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ARTÍCULO

Nuestra mesa, víctima silenciosa del cambio climático

Noviembre 27, 2014


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Un agricultor en Chimaltenango, Guatemala. 

MARÍA FLEISCHMANN

Cada vez más latinoamericanos están modificando su dieta en función de los granos que han sobrevivido la degradación del suelo

El nuevo éxito de taquilla Interestelar, de Christopher Nolan, describe un futuro sombrío donde ya no se puede cultivar otra cosa que no sea maíz. La influencia de la actividad humana ha alterado el clima con tanta fuerza que la mayoría de los granos no resisten las inclemencias del viento, de la lluvia o de la sequía.

Tal vez el escenario que describe esta película no sea tan lejano ni tan alternativo como pensamos.

Cada vez más latinoamericanos están modificando su dieta en función de los granos que han sobrevivido la degradación del suelo o las inundaciones, y otra gran parte se ha quedado sin la base de su alimentación básica: la última sequía en Centroamérica puso al borde de la hambruna a dos millones de personas.

Los vaivenes del clima también pueden dejar sin trabajo a muchos pobladores. A nivel macroeconómico, el impacto no es menor: el sector de la agricultura da empleo a casi el 20% de la población en Latinoamérica y el Caribe y representa el 21% del PIB regional.

Los expertos predicen que el impacto del cambio climático en la producción de granos básicos puede ser mucho peor de lo que imaginamos. En Argentina, por ejemplo, estimaciones del Banco Mundial vaticinan que los productores perderán 2.500 millones de dólares en la producción de soja y maíz a causa de los cambios del clima.

Pero, ¿cómo entender este fenómeno? Y lo más importante, ¿qué alternativas tenemos? Diego Arias, experto en temas agrícolas del Banco Mundial, explica las claves para entender cómo el cambio climático afectará lo que comemos y qué podemos hacer para mitigar el impacto:

1. No todos los shocks climáticos afectan de igual manera

En el Caribe, en Centroamérica y México los huracanes, las tormentas tropicales y los vientos son los eventos climáticos que más afectan a los cultivos. El fuerte viento afecta a los cultivos de coco y banana cuando se caen de los árboles, dice Arias. Contrario a lo que se piensa, no necesariamente un huracán genera pérdidas de las tierras, a menos que lleve consigo mucha lluvia.

Por otra parte, existen ciertos eventos aislados que afectan a algunos pobladores. Según Arias, “una caída de granizo o una helada en zona montañosa pueden afectar solo a un grupo pequeño. En América Latina hay mucho microclima.”

2. La sequía, la peor de todas

Sin embargo, hoy en día, todo el mundo coincide en que la sequía es el evento que más castiga a la región: desde Centroamérica, hasta Brasil, llegando a Argentina hay problemas relacionados con la falta de lluvias, asegura Arias.

El experto comenta que la sequía no se da solo por algunas horas o días, sino que pasa por etapas que implican meses. La última sequía del Noreste brasilero se extendió por cuatro años. “Al cambiar de forma marginal a incremental, la sequía no llama la atención hasta que la situación no da para más y entonces se requiere de mecanismos de alerta temprana diferentes al de fenómenos como inundaciones o huracanes”.

3. Los más pobres, en la primera línea de combate

Lo cierto es que ante estos escenarios, los ingresos de los más pobres caen. Y si la producción baja, los alimentos cuestan más caros. “Muchos agricultores que venden sus productos en el mercado se benefician porque le sacan más provecho a ese producto, que está más caro, pero muchos estudios indican que, por ejemplo, las sequías aumentan el nivel de pobreza”, sentencia Arias.

“El impacto más directo es en países como Paraguay o Nicaragua donde hay muchas familias auto consumidoras, diferente a la estructura de un pequeño productor en Argentina o del sur de Brasil donde venden la mayor parte de lo que cultivan”, resume. “Al no poder producir, estas familias rurales se quedan sin alimentos para comer y, además, tienen que salir a comprar alimentos a precios más elevados. Es un doble shock y son a los primeros a los que hay que ayudar.”



" El impacto más directo es en países como Paraguay o Nicaragua donde hay muchas familias auto consumidoras "

Diego Arias

experto en temas agrícolas del Banco Mundial


4. Sí, se pueden prevenir las consecuencias del cambio climático

De acuerdo a Arias, en la actualidad los Gobiernos tienen dos mecanismos de gestión de riesgos. Uno es mitigar el evento antes de que ocurra: mejores sistemas de riego, capacitar al productor para un mejor drenaje de sus parcelas, invertir en investigación para semillas resistentes, por ejemplo, plantas que consumen menos agua.

Otra forma es la respuesta a través de recursos de emergencia, muy comunes en la región. Cuando hay una sequía o inundaciones se aprueban recursos extraordinarios y de emergencia para los más vulnerables y pobres. Sin embargo, esto no siempre funciona. “Los recursos de emergencia en general llegan tarde, no se entrega lo suficiente para compensar las pérdidas y el reparto muchas veces no es objetivo”, dice Arias. “Además, crean un desincentivo para que se adopten mejores prácticas en las que el mismo gobierno está invirtiendo”.

5. Y sí, hay soluciones para evitar las pérdidas

“El clima está cambiando. Y esos eventos que hoy ya producen grandes pérdidas e impacto en la pobreza serán cada vez más frecuentes y más intensos”, anticipa Arias. “Hay que reestructurar una ayuda de emergencia previa. Que el productor sepa qué va a recibir, cuándo lo va a recibir, y que entre en un proceso de planificación que suceda antes del evento”.

En este caso, Arias se refiere a una forma transferencias condicionadas para el sector agrícola como Procampo de Méxicodonde el productor recibe 100 dólares por hectárea y este pago les permite reestructurar y diversificar su producción. “Y cuando hay desastres se aumenta el pago. Es un refuerzo en momentos de emergencia”, resume.

Otra herramienta se trata de los intercambios financieros o swaps. Por ejemplo, cuando hay un exceso de lluvia que afecta a la ciudad los productores agropecuarios se benefician porque llenan sus reservas de agua, se transfieren recursos de un programa que beneficia al campo a otro que beneficie a la comunidad.

Por otra parte, en México, Perú y Brasil los Gobiernos ofrecen seguros agropecuarios para eventos catastróficos para cubrir los hogares rurales más vulnerables, opción también disponible para los productores.


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