Se palpitan alrededor de 40°C y el cielo de color gris intenso contrasta con la tierra roja. Es casi verano en Paraguay y se hace notar en las elevadas temperaturas y en las intensas lluvias que se esperan para lo que resta de este año y el que viene.
Juana mira al cielo y no tiembla. Sus locotes rojos y verdes – tiene más de 1000 plantas - están bien protegidos con una media sombra y cobertura de paja que retiene la humedad. “Vamos a seguir produciendo”, asegura.
Tanto Juana como sus vecinos viven del cultivo de la tierra y a diferencia de generaciones anteriores, han realizado diferentes modificaciones en sus parcelas – donde producen mburukuyá (fruta de la pasión), mangos y hortalizas - para que las inclemencias del tiempo no afecten su principal sustento económico y la base de su dieta familiar.
Pero lo cierto es que a pesar de los grandes pasos que han dado, todo el sector agrícola de Paraguay – tanto grandes como pequeños productores - continúa siendo vulnerable a factores exógenos como sequías e inundaciones y a las fluctuaciones en los precios internacionales de los productos básicos.
El gran impacto de estos eventos exógenos en el Paraguay se debe al importante peso de la agricultura en el PIB del país: aporta el 30,4% y representa el 40% de las exportaciones. Por otro lado, 2 de cada 5 personas en el mercado laboral de Paraguay trabajan en el sector agrícola.
Dicha situación ha puesto a Paraguay entre los primeros países con mayor volatilidad en Latinoamérica.
“Las principales fuentes de volatilidad en el sector agrícola se pueden clasificar en shocks a la producción y shocks a los mercados”, dice Fernando Blanco, economista principal del Banco Mundial.
“Los shocks a la producción incluyen variaciones climáticas extremas (como por ejemplo el exceso de lluvia, sequías, granizo); y brotes de enfermedades vegetales y animales (por ejemplo, fiebre aftosa). Los shocks a mercados incluyen las variaciones de precios de las materias primas, la caída abrupta de acceso a mercados, y las fluctuaciones de precios de insumos importados, como fertilizantes y pesticidas”, añade.
Y los niveles altos de volatilidad del sector agropecuario tienen resultados negativos en términos de lograr un crecimiento económico sostenible, repercutiendo en otros sectores conexos como el transporte y servicios.
Según el informe Análisis de Riesgo del Sector Agropecuario en Paraguay, tan solo en 2011, las pérdidas en soja debido a fenómenos climáticos y volatilidad de precios le costaron al sector 920 millones de dólares y se registraron pérdidas por 300 millones de dólares en ganadería. Ese mismo año, los pequeños productores perdieron entre un cuarto y casi la mitad de su producción. De acuerdo a estimaciones, en lo que va del 2014, las inundaciones han provocado pérdidas similares.
“Si se invirtiera una fracción de estas cifras en manejo de riesgos, se podrían evitar las consecuencias”, explica Diego Arias, especialista en riesgos agropecuarios del Banco Mundial.