En 2004, un tsunami en el océano Índico produjo enormes olas que destruyeron partes de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka e India, provocando daños avaluados en miles de millones de dólares.
Uno de los lugares más afectados fue la provincia de Aceh (Indonesia), que fue arrasada por el tsunami. Más de 221 000 hombres, mujeres y niños perdieron la vida.
Diez años después, un panel reflexionó sobre las pérdidas y las lecciones aprendidas durante el webcast denominado Diez años después del tsunami en Aceh: Reconstruir mejor a partir de un desastre. (i) El evento fue seguido en Twitter con #buildbackbetter. (i)
La directora gerente y oficial principal de Operaciones del Banco Mundial, Sri Mulyani Indrawati, era ministra de Planificación del Gobierno de Indonesia cuando viajó a la devastada provincia. “Era increíble”, dijo Indrawati, vencida por la emoción al recordar la destrucción de su país. “Toda la ciudad estaba en ruinas”.
La provincia estaba totalmente aislada; no había sistemas de comunicaciones ni infraestructura. El gobierno local estaba paralizado porque muchos funcionarios habían muerto en la catástrofe o debían enfrentar la pérdida de familiares.
Para recuperarse del desastre se requería mucho más que la reconstrucción de estructuras, dijo Indrawati. "No se trataba solo de ladrillos y cemento, había que reconstruir la sociedad”, agregó. “Cuando se hablaba de reconstruir Aceh, lo que se necesitaba era recuperar el espíritu de las personas”.
Axel van Trotsenburg, vicepresidente para la región de Asia oriental y el Pacífico del Banco Mundial, dijo que el Grupo Banco Mundial aprendió mucho de la crisis. “La rapidez es extremadamente importante, porque muchas personas están siendo afectadas”, señaló.
Además es importante estar presente después de la repuesta de emergencia inmediata. “Estuvimos allí desde el primer día, pero también debíamos estar en el largo plazo” proporcionando asistencia técnica y financiera, que “tranquilizara a los Gobiernos”, contó van Trotsenburg.
Asia oriental y el Pacífico es la “región más propensa del mundo a las catástrofes y la frecuencia de los desastres está aumentando”, afirmó. Asimismo, los costos de este tipo de crisis pueden ser devastadores, con pérdidas de hasta un 30 % del producto interno bruto (PIB), afectando en mayor grado a los más pobres.