Cambio climático. Dos palabras cada vez más presentes en el lenguaje cotidiano de los latinoamericanos, que en 2014 sufrieron estrambóticas variaciones en el clima, que afectaron su cotidianidad y se erigieron como una amenaza a tomar en cuenta seriamente en el 2015.
No se trata de ser apocalípticos, pero las señales están ahí y no pueden ignorarse. En América Latina se han registrado en los últimos años tormentas más intensas y recurrentes, periodos cada vez más extensos de sequías y la desaparición de los majestuosos glaciares andinos.
Todo como consecuencia de un mundo cada vez más caliente, que tiene un impacto directo en la agricultura y la pesca, y por ende, pone en riesgo la capacidad de generar alimentos a los más de 7.000 millones de habitantes del planeta.
Según el reciente informe Bajemos la temperatura, Latinoamérica es responsable de solo el 12,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero –señalados como los principales causantes del calentamiento global-, pero será una de las regiones más afectadas si la temperatura mundial aumenta 4 grados centígrados, como se vaticina para el año 2100.
Los expertos advierten de que si se sigue actuando como siempre, los jóvenes de hoy tendrán que vivir en un planeta con mayores olas de calor, sequías, aumento del nivel del mar, e inseguridad hídrica y alimentaria en muchas regiones.
Este panorama centró las discusiones en la pasada COP20 en Lima, donde se analizó además el impacto del calentamiento en la salud de la población y en la economía mundial.
A pesar de las diferencias, en Lima se alcanzó a última hora un acuerdo para intentar frenar el cambio climático, aunque no es vinculante. Ahora las esperanzas apuntan a París 2015, donde debe sellarse un pacto definitivo que comprometa a todos los países a llevar a cabo acciones que se reflejen en una disminución real de las emisiones.
Sembrar y comer
Mientras, en América Latina los países siguen trabajando arduamente para reducir su huella ambiental y frenar el calentamiento global.
La región es una de las más activas en la promoción de los mercados de carbono, que ofrece incentivos a las empresas y comunidades para emitir menos CO2 y ayudar en la conservación de las vastas zonas boscosas. Costa Rica, por ejemplo, se convirtió en 2014 en país pionero en Latinoamérica en acceder a este, por ahora, sofisticado mercado.
Asimismo, la región latinoamericana está a la vanguardia de la llamada “agricultura inteligente” con Uruguay a la cabeza. Este país, con apenas tres millones de habitantes, pasó de producir alimentospara 9 millones de personas en 2005 a producir alimentos para 28 millones de personas en la actualidad, y su ambición es llegar hasta los 50 millones de personas.
“La agricultura enfocada en el clima se presenta como una oportunidad para abordar la seguridad alimentaria de forma integrada, con beneficios en adaptación y mitigación de impactos”, afirma Mohamed Bakarr, especialista ambiental sénior del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM).
Es que los cambios en el clima tienen un impacto directo en la producción alimentaria y podrían generar inestabilidad social en los países en desarrollo. Según José Antonio Cuesta, economista del Banco Mundial y uno de los autores del informe Alerta en el Precio de los Alimentos. “En una sociedad con mayores niveles de insatisfacción es más probable que se reaccione de forma violenta a las consecuencias que una crisis alimentaria”.
“En el último informe Alerta sobre el Precio de los Alimentos, calculamos que en los últimos seis años se han producido 53 manifestaciones violentas en el mundo (relacionadas con escasez de alimentos), de las cuales 8 fueron en Latinoamérica”, agregó en unaentrevista.
Los vaivenes del clima también pueden dejar sin trabajo a muchos pobladores. A nivel macroeconómico, el impacto no es menor: el sector de la agricultura da empleo a casi el 20% de la población en Latinoamérica y el Caribe y representa el 21% del PIB regional.
Los expertos predicen que el impacto del cambio climático en la producción de granos básicos puede ser mucho peor de lo que imaginamos. En Argentina, por ejemplo, estimaciones del Banco Mundial vaticinan que los productores perderán 2.500 millones de dólares en la producción de soja y maíz a causa de los cambios del clima.
Cuidar el agua
Pero la lucha contra el calentamiento global no solo se trata de reducir emisiones, sino también de saber gestionar recursos y en América Latina el agua ocupa el primer lugar en la lista de las prioridades.
El crecimiento demográfico y económico, sumado a la variabilidad climática, aumentará la presión actual sobre los recursos hídricos. De hecho, según los expertos, entre el 43% y el 50% de la población mundial vivirá en países con escasez de agua en 2080, comparado al 28% actual.
Los desafíos con respecto al agua son muchos y se requieren soluciones multisectoriales. Alimentar a 9.000 millones de personas que se calcula habitarán el planeta en 2050 requerirá duplicar la disponibilidad de agua para fines agrícolas. El riego es, de lejos, la actividad que más consume agua y representa casi el 70 % de la extracción y el 90 % del uso destinado al consumo en el mundo.
Lo mismo pasa con la energía. En la actualidad, más de 1.200 millones de personas carecen de acceso a electricidad. Se calcula que para producir energía hoy en día se necesita alrededor del 15 % de los recursos hídricos. Pero las estimaciones indican que el gasto global de energía aumentará en un 35 % en 2035 y si bien el consumo de agua será más eficiente, el consumo real de este elemento por el sector energético puede aumentar en un 85 %.
Países como Brasil, donde la demanda de energía aumentó en un promedio anual del 4,5% en la última década tras el auge de su clase media, está acelerando y perfeccionando su sistema de subastas para atraer el capital privado que ayude a aprovechar, especialmente, los enormes recursos eólicos.
Pero los retos cada vez son mayores y es por ello por lo que América Latina busca ideas innovadoras para liderar la lucha contra un mundo más caliente. Se escuchan ideas.