Para terminar con la pobreza en 2030, todos necesitan hacer su parte, incluso los niños. Y pueden comenzar por hacer caca en el inodoro y lavarse las manos.
Ese fue el mensaje que Raya, embajadora mundial de la salud de Plaza Sésamo, trajo a la sede del Banco Mundial esta semana.
No todos tienen acceso a un retrete, por supuesto. De hecho, 2500 millones de personas no lo hacen. Y algunas personas no usan los inodoros aunque estén disponibles, haciendo que el saneamiento sea uno de los desafíos más grandes que enfrentan algunos países en desarrollo.
El miércoles, el Banco Mundial realizó un evento con los personajes de Plaza Sésamo, la antigua serie de TV cuyos queridos títeres se han convertido en iconos mundiales. Raya, una de sus más nuevas integrantes, es una muñeca verdiazul cuya misión es enseñarles a los niños jóvenes sobre la defecación al aire libre, o, como a ella le gusta decirlo, sobre “hacer caca afuera”. Su personaje fue creado específicamente para la campaña WASH (agua, saneamiento e higiene) de Plaza Sésamo. Ella pasa mucho tiempo en países como Bangladesh, Nigeria e India, enseñándoles a los niños acerca de temas como hacer caca en un retrete, lavarse las manos y usar agua potable.
Raya, su amigo el Conde Contar, el presidente del Grupo Banco Mundial, Jim Yong Kim, y el presidente y director general de Sesame Workshop, Jeffrey D. Dunn, conversaron con un grupo de empleados y preescolares sobre el rol que juegan los niños en el desarrollo.
“No se trata solamente de construir inodoros", dijo Kim. “Es muy importante tener retretes. Pero el verdadero tema es el cambio de comportamiento”.
Esta es la inusual alianza entre el Banco Mundial y Plaza Sésamo. Como el mayor educador informal de niños, que alcanza a 156 millones de infantes en todo el mundo en más de 150 países, Plaza Sésamo es más que un programa de TV educativo. Es un instituto de aprendizaje conducido por la investigación que apunta al desarrollo temprano de la niñez.
Una de sus áreas centrales es mejorar los comportamientos en relación con el agua, el saneamiento y la higiene enseñándoles a los niños de 3 a 8 años y a las personas a cargo a incorporar conductas sanas en sus vidas diarias. Con la capacidad del Banco Mundial de construir el tipo de infraestructura que se necesita para darles a esas 2500 millones de personas acceso a retretes, ésta es una pareja poderosa. O, como lo plantea Dunn, “nosotros somos el software y el Banco Mundial es el hardware”.