Detrás de la popularidad que rodea a todos los productos orgánicos disponibles en los mercados de América Latina, hay un ejército de campesinos que luchan por reconocimiento: son casi 10.200 en Brasil y 319.500 en toda la región. Aunque los números de agricultores aumentan cada año, los cultivos orgánicos todavía ocupan solo el 1,1% de las tierras de Latinoamérica.
El primer reto de estos trabajadores es hacer la transición de la agricultura convencional a la orgánica, en la filosofía de "cambiar o morir". A causa de los pesticidas utilizados en el campo, muchos de ellos (o sus familias) se enferman. También sienten que estos productos empeoran la calidad del agua y el rendimiento de la tierra.
"El suelo está muerto en muchas áreas agrícolas en Río de Janeiro, sobre todo por el uso de herbicidas, que es generalizado", confirma el experto en agroecología Eiser Felippe, consultor del programa Río Rural, una alianza entre el Banco Mundial y el gobierno del Estado.
El problema no es único de Río de Janeiro y no sólo afecta a los agricultores, sino también a los consumidores. Se considera alarmante en Brasil, que desde 2008 ocupa el primer lugar en el uso total de pesticidas y donde cada persona consume al año equivalente a 5 kilogramos de veneno. En América Latina, las ventas de pesticidas se duplicaron en 12 años, según una encuesta de la revista Science.
Cambiar al sistema orgánico beneficia la salud y el medio ambiente, pero también requiere considerables recursos y apoyo técnico: los productores tienen que aprender nuevas formas de fertilizar la tierra, hacer frente a las plagas y adaptarse a las nuevas respuestas del suelo. Algunos de estos productores cuentan su experiencia.