Jazirah Namukose, de 18 años, abandonó la escuela debido al rechazo que vivió. Sus compañeros la discriminaban a causa de su discapacidad. Ella tiene un pie zambo.
Pero su vida cambió cuando comenzó a asistir al club de Kikaaya ubicado en el norte de Kampala en Uganda. Namukose adquirió habilidades y la confianza para iniciar su propio negocio, y encontró amigos que no la trataban de manera diferente debido a su discapacidad.
“Tienes que defenderte a ti misma. Lo he aprendido aquí”, dijo.
Namukose es una de las 70 000 niñas y jóvenes de entre 13 años y 22 años que se han unido a los clubes de niñas en Uganda (i) para encontrar amigos y una manera de ganarse la vida.
Los clubes están a cargo de BRAC Uganda, (i) una rama de la organización internacional BRAC con sede en Bangladesh, conocida por sus esfuerzos destinados a empoderar a los pobres, especialmente las mujeres. En sus 1505 clubes en Uganda se ofrecen juegos, música, clases de educación sexual y de conocimientos financieros, formación en oficios y acceso a microfinanciamiento para las jóvenes que quieren convertirse en emprendedoras.
Un objetivo importante de los clubes, según los organizadores, es proporcionar un refugio seguro para las niñas en medio de una situación de alto desempleo y presiones sociales que conducen a altas tasas de matrimonio precoz y embarazo adolescente. Casi el 60 % de la población de Uganda tiene menos de 20 años.
Algunos estudios plantean que los clubes tienen un efecto positivo y podrían ayudar a resolver el dilema del desarrollo de cómo diseñar programas que empoderen a las niñas y jóvenes desde el punto de vista social y económico.
Las niñas que han sido miembros de los clubes por dos años tienen un 72 % más probabilidades de estar realizando actividades que generan ingresos, tales como tener un empleo o trabajar por cuenta propia, que las que no se unieron a los clubes.
Ellas también tienen un 26 % menos probabilidades de quedar embarazadas cuando son adolescentes y un 58 % menos probabilidades de casarse o convivir con una pareja.
Estos datos surgen de un estudio reciente que evalúa la eficacia de los clubes y el Programa de Empoderamiento y Medios de Subsistencia para las Adolescentes ejecutado por BRAC.
Tal vez lo más espectacular es que la cantidad de niñas que informaron haber sido obligadas a mantener relaciones sexuales se redujo casi a la mitad, del 14 % a alrededor del 8 %, según el estudio realizado por investigadores del Laboratorio de innovación en cuestiones de género para África (i) del Banco Mundial, London School of Economics, (i) Bocconi University, (i) University College London (i) y BRAC.
Son “impactos muy grandes e importantes”, dijo Niklas Buehren, economista del Banco Mundial y coautor del estudio Women’s Empowerment in Action: Evidence from a Randomized Control Trial in Africa (Empoderamiento de la mujer en acción: Evidencias extraídas de un ensayo aleatorio de control en África).
Para BRAC, las conclusiones reflejan el énfasis de los clubes en enseñar “habilidades para la vida cotidiana” que cubren temas como la educación sexual, la capacidad de liderazgo y de negociación, la salud sexual y reproductiva, las cuestiones de género y el “precio de una novia” o dote. Tales conocimientos permiten a las jóvenes cuidar de sí mismas y conocer sus derechos, dijo Jennifer Kemigisha, administradora del Programa de Empoderamiento y Medios de Subsistencia para las Adolescentes.
“Lo más importante para nosotros son los temas relacionados con la sexualidad —la explotación sexual, la salud reproductiva y la planificación familiar— porque representan un gran problema en el país entre las adolescentes”, agregó.
Las estadísticas revelan algunos de los desafíos que enfrentan las jóvenes en Uganda. La tasa de embarazo adolescente es del 31 %. Alrededor del 16 % de las niñas mantiene relaciones sexuales antes de los 15 años, y el 14 % de ellas sufre abuso sexual entre los 15 años y los 19 años, según la Oficina de Estadísticas de Uganda.
De acuerdo al estudio, Uganda tiene además una de las tasas más altas de mujeres jóvenes fuera de la fuerza laboral en África, llegando aproximadamente a un 86 %.
La investigación sostuvo que se observan problemas similares en otros países en desarrollo donde las mujeres están prácticamente excluidas de la fuerza laboral y se encuentran atrapadas en un ciclo de matrimonio precoz, maternidad y dependencia de los hombres.
El estudio demostró que retrasar el primer parto de una mujer, sobre todo en la adolescencia, puede tener un impacto positivo tanto en su propia vida como en la vida de sus hijos.