Todos los días durante 27 años, temprano en la madrugada como solo lo hacen los pescadores, John* y su tripulación remaban en su bote desde la costa de Sierra Leona hacia el norte rumbo a Guinea, regresando al atardecer con redes repletas de peces.
Hoy en día, John se encuentra en el puerto de Aberdeen (Sierra Leona) contemplando las coloridas embarcaciones que bordean el horizonte y deseando poder volver al mar. Ha pasado un año desde que capitaneaba un bote, un año desde que podía salir a pescar.
“Me gustaría ir a pescar, pero no puedo porque no tengo un bote”, dice John, de 43 años, quien está varado en tierra debido al ébola.
Él no tiene un bote porque en las demás embarcaciones ya no contratan a un superviviente del ébola; tienen miedo de contraer la enfermedad. Como otros antiguos pescadores que dan vueltas por el puerto, John está desempleado y no está capacitado para realizar ningún otro oficio que no sea pescar. Todos están ansiosos por trabajar a pesar de la visión borrosa y los dolores del cuerpo y de cabeza con los que conviven cada día y que les recuerdan que sobrevivieron al ébola, una enfermedad que nunca desaparecerá de sus vidas.
En su oficio de capitanes ganaban un promedio de USD 12 (dólares estadounidenses) en un buen día de pesca. Ahora ninguno de ellos puede alimentar a sus familias.
Si bien gran parte del mundo ha dejado de centrar su atención en Guinea, Liberia y Sierra Leona —que recién ahora emergen del brote de ébola más mortífero de la historia— todavía perdura la devastación humana y económica. La experiencia de África occidental en su lucha contra el ébola es una lección para el mundo y para los países que se preparan para la próxima pandemia.
Teniendo en cuenta esa enseñanza, en el Grupo de los Siete (G-7) a finales de este mes, los líderes mundiales analizarán un nuevo instrumento, el Mecanismo de Financiamiento de Emergencia para Casos de Pandemia, (i) que podría ayudar a detener el próximo brote antes de que se transforme en la siguiente crisis de ébola.
Reconstruir las vidas, bloque por bloque
Abdulai*, de 34 años, está sentado en una endeble silla de plástico en el frente de su vivienda en Crab Town (Sierra Leona). Tiene sus anteojos de sol puestos en la cabeza para poder limpiarse las lágrimas. Ocho personas en su casa, incluidos sus padres, contrajeron el ébola. Fue el único que sobrevivió a la enfermedad.
Al igual que John (el pescador), fue despedido de su empleo cuando su jefe se enteró de que era un sobreviviente del ébola. Trabajó de manera estable en la construcción hasta finales de 2014, cuando contrajo la enfermedad. Ahora coloca bloques de hormigón, pero el trabajo no es continuo. Esta semana, se presentó a trabajar cinco días, pero fue contratado solo uno, y ganó USD 3 esta semana por un día de trabajo.
El único ingreso adicional de la familia proviene de la tienda que su esposa tiene en la casa, donde vende jabón, cigarrillos y garri, un alimento básico que se prepara con yuca. Dieciséis tazas de garri cuestan unos USD 4. Las ganancias del negocio apenas alcanzan para alimentar a Abdulai, su esposa y sus hijos.
Ellos deben 18 meses de alquiler. Recientemente, recibieron un aviso de que podrían ser desalojados de su casa, una vivienda hecha de bloques de hormigón y que tiene ventanas y puertas metálicas y un techo resistente. Si son expulsados, se mudarán a una choza de metal corrugado con pisos de barro y sin puertas ni ventanas. Dicen que tendrán que lavarse dos veces en la noche debido al calor. Cuando llueva, sufrirán escalofríos ya que el agua fluirá a través del techo y los costados de la precaria vivienda.
“No éramos una familia rica, pero nos arreglábamos”, dice Abdulai. “El ébola fue un contratiempo para nosotros”.
Detener el ébola y otras enfermedades al inicio de los brotes
La epidemia de ébola, que se inició en Guinea en diciembre de 2013, infectó a más de 28 000 personas en Guinea, Liberia y Sierra Leona. También puso en evidencia de manera rápida las deficiencias existentes en la salud y los sistemas de salud pública en dichos países.
Antes del ébola, si bien los tres países eran algunos de los más pobres del mundo, habían logrado avances significativos en materia de salud en el último tiempo. Sin embargo, cuando el ébola irrumpió, los hospitales y las clínicas colapsaron, ya que se vieron sobrepasados por el flujo de casos y la pérdida catastrófica de algunos trabajadores sanitarios debido a la enfermedad. No había atención primaria, como servicios de salud materna e infantil. Un estudio del Grupo Banco Mundial señaló que las muertes de trabajadores sanitarios pueden resultar en más de 4000 decesos de mujeres al año (i) en los países, a raíz de complicaciones en el embarazo y el parto. Estas muertes se suman a las más de 11 000 personas que fallecieron por el ébola.
Estos países tenían también una capacidad limitada —y en algunos lugares esta capacidad no existía— para detectar y responder a los brotes de enfermedades infecciosas cuando se propagaban en las comunidades. Antes del ébola, el país no se centraba lo suficiente en la vigilancia y el control de las enfermedades, dice el Dr. Foday Daffae, director de prevención y control de las enfermedades de Sierra Leona.
Si la vigilancia de la enfermedad hubiera sido más fuerte, “hubiéramos podido detener el ébola”, señala el médico.
Además de salvar vidas y desarrollar comunidades más saludables, la prevención de enfermedades y los esfuerzos de control le ahorran dinero al país: prevenir enfermedades es mucho más barato que atender a las personas cuando se enferman.
La crisis de ébola paralizó las economías de Guinea, Liberia y Sierra Leona, teniendo un costo de USD 2800 millones en pérdidas del producto interno bruto (PIB), de acuerdo con los economistas del Grupo Banco Mundial. Los precios de los productos básicos colapsaron; por ejemplo, el precio del mineral de hierro, que se usa para representar el 60 % de las exportaciones de Sierra Leona, se redujo de USD 185 por tonelada a USD 35 por tonelada. Las dos minas del país cerraron y las exportaciones de hierro disminuyeron a cero. Los fondos de los donantes, que ayudaban a los países a luchar contra la crisis de ébola, ahora se están acabando y los Gobiernos tienen dificultades para pagar sus cuentas y mantener los sistemas en funcionamiento.
Debido al ébola y su costo humano y económico, países como Sierra Leona están cambiando la manera de enfocar la vigilancia y el control de las enfermedades.
Ahora, los funcionarios encargados de la vigilancia de los distritos entregan informes semanales y mensuales acerca de 47 enfermedades en las comunidades, notificando inmediatamente males como el ébola, la fiebre de Lassa, el cólera y el sarampión. El país se ha centrado en capacitar a los trabajadores de la salud y el personal de vigilancia, mejorando la capacidad de los laboratorios para tomar muestras de manera más rápida y recopilando mejores datos para poder analizar y abordar las tendencias de las enfermedades, dice el Dr. Daffae.
“Este brote ha terminado, pero eso no quiere decir que no volverá a suceder”, señala el médico. “La próxima vez, deberíamos detectarlo de inmediato y controlarlo al comienzo”.
El Grupo Banco Mundial colabora con nueve países de África occidental, incluidos Guinea, Liberia y Sierra Leona, para mejorar la vigilancia y la notificación inmediata; fortalecer la capacidad de los laboratorios; apoyar la capacitación, el despliegue y la retención de la fuerza laboral, y mejorar la preparación y la generación de una respuesta rápida. Debido a que la mayoría de los brotes epidémicos más contagiosos cruzan las fronteras, los países trabajan de manera conjunta en la prevención y el control de las enfermedades ya que ningún país puede hacer esto por sí mismo. Este esfuerzo regional forma parte del compromiso de USD 1620 millones del Grupo Banco Mundial destinado a respaldar los esfuerzos de respuesta y recuperación frente al ébola en África occidental.
El Grupo Banco Mundial también colabora con el Gobierno de Liberia y muchos asociados que trabajan en el país, entre ellos la Alianza GAVI para la inmunización infantil; el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y el Paludismo, y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Esto lo hace mediante recursos aportados por la Asociación Internacional de Fomento (AIF) (i) y el fondo fiduciario del Mecanismo Mundial de Financiamiento, (i) con el fin de reconstruir y fortalecer el sistema de salud de Liberia y así aumentar el uso de los servicios y su capacidad de adaptación a las crisis. Los esfuerzos se concentran en la preparación, la vigilancia y la respuesta frente a las emergencias, con énfasis especial en la vigilancia y la respuesta a la mortalidad materna y neonatal.