En una cabaña de cemento pintada de colores brillantes ubicada en la playa cerca de decenas de barcos desteñidos por el sol, un grupo de pescadores participan en una reunión.
Las noticias no son buenas.
“La última vez que me embarqué fue hace dos semanas”, dijo el pescador Kofi Nyamegbo, de unos 50 años de edad. “Yo ya no sé cuándo vendrán los peces”.
“Algunos pescadores están arruinando el mar”, señaló, refiriéndose a aquellos que usan productos químicos efervescentes, como detergente para la ropa o lejía, así como dinamita para hacer subir los peces a la superficie. “Tienen que detener la pesca con dinamita o no habrá peces para el resto de nosotros”.
Los pescadores cuentan que Moree, una antigua aldea de Ghana de unos 25 000 habitantes y con siete playas, es el lugar de origen de la actividad pesquera.
Hoy en día, los pescadores artesanales de África occidental usan el mismo tipo de canoas de madera llamativas que se empleaban hace cientos de años. Si bien estas pueden ser de hasta 22 metros de largo, son muy vulnerables a la cólera del mar. La cantidad de peces ha disminuido notoriamente en los últimos años, y los ingresos de los pescadores artesanales han bajado hasta en un 40 % por canoa durante la década pasada.
En Ghana, nada menos que 2,2 millones de personas dependen de la pesca para su subsistencia, entre ellos unos 135 000 pescadores del sector marítimo, el 92 % de los cuales son pescadores artesanales. Las comunidades de pescadores artesanales de África necesitan soluciones para enfrentar la reducción de ingresos de un medio de subsistencia de por sí ya peligroso. Y aunque la tecnología está revolucionando la gestión pesquera sostenible, la seguridad y la transparencia, los pequeños pescadores han quedado en su mayoría fuera de este movimiento.
Ahora los círculos académicos, los especialistas en el tema pesquero y los asociados en la tarea del desarrollo están cooperando para abordar las necesidades de los pequeños pescadores.
El Programa de Pesca Regional de África Occidental (WARFP, por sus siglas en inglés) del Banco Mundial —financiado por la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el fondo del Grupo Banco Mundial para los países más pobres, (i) el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, (i) y otros asociados—, tiene como objetivo mejorar la gestión pesquera y ya está aumentando las poblaciones y la salud de los peces en África occidental. El programa también explora formas innovadoras de mantener seguros a los pescadores. Los esfuerzos recientes se han centrado en una interrogante: ¿un transpondedor satelital que funciona a pila y que es más pequeño que un termo de café puede mantener seguros a los pescadores en alta mar y mejorar la gestión de la pesca en el largo plazo?
Durante la última década, los grandes buques fueron equipados con dispositivos de comunicación entre los barcos y entre los barcos y la tierra firme. Existen normativas que exigen que las embarcaciones de un determinado tamaño usen este tipo de tecnología. Tales sistemas han permitido que los observadores marítimos rastreen la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (IUU, por sus siglas en inglés), logrando una mejor aplicación de las leyes marítimas. Recientemente, la Unión Europea logró un avance importante al regular los buques de bandera europea en aguas africanas. (i)