El ingreso medio de un país se define básicamente por una palabra: productividad, es decir la cantidad de bienes y servicios producidos en una economía, dividido por la cantidad de personas que los producen. Claro que la forma en que los beneficios de las empresas son distribuidos y el porcentaje de personas que trabajan también importa. Sin embargo, en un escenario donde estos dos elementos no cambian demasiado, analizar la productividad es fundamental para entender cómo se enriquece un país.
¿Y cómo es la productividad brasileña? Baja, según revela un nuevo documento del Banco Mundial, el Diagnóstico Sistemático de País (SCD, por sus siglas en inglés). De acuerdo a este documento, la productividad en Brasil apenas avanzó a un ritmo de 1,6% por año entre 2001 y 2013. En comparación, China y Rusia —economías también consideradas emergentes— lograron crecer 9,6% y 3,5%, respectivamente.
Si existen problemas de productividad, ¿cómo fue posible que los brasileños sintieran que su ingreso mejoró en la última década?
De acuerdo al SCD, esto ocurrió porque el precio elevado de las materias primas (soja, por ejemplo) permitieron que los salarios aumentasen más rápidamente que la productividad. Entre 2003 y 2014, mientras que el salario mínimo en Brasil aumentó en promedio un 68%, la productividad por trabajador creció 21%.
Otra medición muestra que, entre 2002 y 2010, cuando la media de crecimiento del PIB era de 4%, dos tercios de esa suba se debieron al aumento de la fuerza laboral. Apenas un tercio se debió a un aumento de la productividad.
En esta fase, las personas se volvieron más ricas y aumentaron el consumo, pero al mismo tiempo Brasil se tornó más caro y menos competitivo.
La productividad es esencial para el crecimiento del ingreso a largo plazo
Con el descenso en el precio de las materias primas, la tendencia ascendente de los salarios sin un aumento correspondiente de la productividad se volvió insostenible, afectando la economía y el empleo. Otros factores negativos son los cambios en la tasa de fecundidad (cada vez menores) y en la esperanza de vida, que harán que la sociedad brasileña envejezca rápidamente en las próximas dos décadas, impactando en la cantidad de mano de obra disponible.
Por ello, y para no tener que esperar el arribo de una nueva fase ascendente del precio de las materias primas, la única manera de retomar el crecimiento, mantener las conquistas sociales y mejorar aún más el nivel de vida de los brasileños es aumentar la productividad.
Incrementar la productividad no significa aumentar el desempleo o hacer más con menos personas, pero sí mejorar la calidad del trabajo y de lo que se produce.
“Si usted piensa en cualquier empresa, solo se puede pagar un salario con los ingresos obtenidos a partir de la venta de productos. El que venda mucho puede pagar mejor”, ejemplifica Martin Raiser, director del Banco Mundial para Brasil, autor de diversos estudios en el área.
El crecimiento de la productividad tiene lugar cuando las empresas invierten e innovan
La productividad en Brasil no es baja a causa de la cantidad de horas trabajadas por su población —un promedio de 44 por semana—, sino por una serie de factores interconectados. Entre ellos está la calidad de la infraestructura, el costo de hacer negocios, la eficiencia del sector financiero y la apertura comercial.
Dichos factores encarecen las inversiones y dificultan el acceso a nuevas tecnologías, derivando en una menor innovación y llevando a un crecimiento menor de la productividad. “Para una economía que está entre las diez mayores del mundo y aspira a convertirse en una potencia latinoamericana, es preocupante que la posición que ocupa en los rankings de competitividad, ambiente de negocios y desempeño en logística esté en la mitad más baja de la distribución mundial”, comenta Raiser.