Si las ciudades no son capaces de aumentar su resiliencia frente a los desastres, las crisis y las tensiones registradas en la actualidad, para 2030 el cambio climático y los desastres naturales generarán pérdidas de USD 314 000 millones al año en las ciudades de todo el mundo, y otros 77 millones de personas —una cantidad superior a toda la población de la República Democrática del Congo— vivirán y trabajarán en condiciones de pobreza.
La baja resiliencia en las ciudades en crecimiento es particularmente peligrosa para los habitantes pobres de las zonas urbanas. En el mundo, 881 millones de residentes urbanos viven en barrios marginales, un aumento del 28 % desde 2000. Estos asentamientos informales y no planificados suelen ser construidos en lugares de alto riesgo, tales como pendientes o terrenos inundables, y carecen de infraestructura básica de reducción de riesgos.
Sin embargo, hay razones para ser optimistas. Aún no se ha construido casi el 60 % de las áreas urbanas que existirán en 2030, lo que significa que el mundo tiene una oportunidad no muy prolongada de hacer inversiones, pero para ello se necesita un monto considerable de financiamiento. Según investigaciones, el valor de las inversiones en infraestructura urbana necesarias en todo el mundo excede los USD 4,5 billones al año, con una prima entre un 9 % y un 27 % (PDF, en inglés) para que esa infraestructura muestre resiliencia ante el cambio climático y genere bajas emisiones de carbono. La mayor parte de esta demanda proviene de ciudades del mundo en desarrollo.
El dinero necesario para hacerlo ya existe: en todo el mundo hay USD 106 billones de capital institucional disponible entre fuentes de financiamiento público, privado y filantrópico. No obstante, ahora, solo el 1,6 % de ese monto se invierte en infraestructura, menos aún en iniciativas para hacer resiliente esa infraestructura.
¿Por qué existe ese gran déficit de financiamiento?
“Los inversionistas enfrentan una serie de obstáculos para invertir en medidas de resiliencia”, afirmó Francis Ghesquiere, titular del GFDRR. “Con frecuencia, la capacidad de los municipios para integrar componentes de reducción de los riesgos en sus programas y para acceder al financiamiento es limitada. Si pretendemos evitar desastres en el futuro, debemos encontrar modos innovadores de superar estas dificultades”.
De hecho, las ciudades en desarrollo enfrentan varios obstáculos importantes cuando tratan de financiar inversiones en resiliencia, entre ellos:
- Falta de capacidad del Gobierno. Las ciudades pueden tener problemas debido a situaciones de incertidumbre política y sistemas regulatorios que frenan la inversión privada, y además dificultades en la planificación, el financiamiento y la ejecución de los proyectos.
- Falta de confianza del sector privado. Los inversionistas del sector privado suelen preocuparse por la capacidad institucional limitada, la gestión deficiente, los riesgos vinculados con el tipo de cambio, y la escasez de datos de referencia que se pueden usar para medir el rendimiento de una inversión.
- Dificultades en la preparación de proyectos. La capacidad técnica y los altos costos iniciales necesarios para preparar proyectos significa que las ciudades pueden ofrecer a los inversionistas pocos proyectos de resiliencia urbana que están listos para ser implementados.
Para ayudar a las ciudades a superar estos obstáculos y aumentar la inversión en resiliencia urbana, en los últimos cinco años, el Banco ha invertido en promedio USD 2000 millones anuales en iniciativas de ciudades resilientes, financiando 79 proyectos en 41 países. En Estambul, por ejemplo, el Banco Mundial y el GFDRR ayudaron a mejorar la preparación de la ciudad frente a terremotos, haciendo que más de 1000 edificios —entre ellos, escuelas y hospitales— fueran más seguros para 800 000 personas.
El Banco apunta también a tener un impacto mundial en el programa de resiliencia urbana en el mundo mediante sus asociaciones de amplio alcance, como la red de 100 Ciudades Resilientes y la Colaboración de Medellín en Resiliencia Urbana. (i)
Estas alianzas multilaterales son cruciales para movilizar financiamiento privado. Pero además de dinero es necesario mejorar el entorno normativo en las ciudades de modo de incentivar a los inversionistas a financiar proyectos de resiliencia, y aumentar la capacidad de los Gobiernos locales para ponerlos en práctica.
Estos son los temas clave que el Banco Mundial y el GFDRR llevarán a Hábitat III, (i) donde presentarán el informe Investing in Urban Resilience y ayudarán a promover el diálogo sobre cómo construir ciudades más resilientes en el futuro.