El primer día que Lourdes Sánchez recibió un apoyo económico por parte del gobierno fue a comprar alimentos para su familia. Lourdes vive en Chapa de Corzo, Chiapas, una comunidad principalmente indígena ubicada al sur de México y con un alto índice de pobreza.
“En mi casa no se comía nunca carne y tampoco se tomaba leche, tampoco el yogurt, eso fue lo que me pidieron mis hijos y se los compre”, cuenta.
Diversos análisis muestran que la mujer tiende a invertir gran parte de sus ingresos económicos en educación, alimentación y salud familiar. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) destaca que “las mujeres reinvierten el 90% de sus ingresos en sus familias y comunidades, mientras los hombres reinvierten sólo entre el 30% y el 40%”.
Pero en zonas pobres, como Chiapas, el dinero que reciben las familias de bajos ingresos mediante programas de transferencias condicionadas cobra más importancia. Lourdes y sus hijos, por ejemplo, son beneficiarios de Prospera.
Los programas de transferencias condicionadas (PTC) son ayudas en especie y/o monetarias que se dan a familias de escasos recursos económicos con miras a romper el círculo intergeneracional de la pobreza. A cambio, las familias tienen que asegurar que sus hijos vayan a la escuela y que asistan a controles médicos periódicamente. Las condiciones que se les imponen se enfocan principalmente en educación, salud y nutrición, aunque pueden variar según cada país.
Dichos programas surgieron en Latinoamérica a finales de la década de los años 90. Entre los primeros impulsores estuvieron Progresa (ahora Prospera) en México y Bolsa Familia en Brasil, los cuales se han convertido en referencia a nivel mundial. Actualmente, 18 países en la región implementan programas de transferencias condicionadas, con los que benefician a alrededor de 129 millones de personas.
Estudios del Banco Mundial resaltan que las transferencias condicionadas promueven la acumulación de capital humano en hogares de bajos recursos, reflejan el crecimiento en la tasa de matrícula escolar, mejoras en la prevención de la salud, el consumo familiar y la reducción del trabajo infantil.
En algunos casos, además de empoderar a las mujeres, les ha dado mayor independencia, ya que tener a los hijos en la escuela les permite una mayor movilidad y tiempo para trabajar, y así poder tomar talleres o cursos que les permitan una mayor formación o desenvolvimiento personal.
Si bien los programas de transferencias condicionadas fueron pensados exclusivamente para combatir la pobreza, con el paso de los años, a través de la experiencia y las lecciones aprendidas, sus ejecutores han buscado promover a la par actividades relacionadas a la igualdad de género a través de actividades complementarias. Actualmente varios programas se acompañan de diversos componentes como inclusión financiera, emprendimientos de pequeños negocios, conversaciones sobre violencia de género, empoderamiento de la mujer e inserción laboral.
En algunos casos, la ayuda monetaria que reciben les permite ahorrar dinero para situaciones imprevistas o para poder montar pequeños negocios, colaborando así a la economía familiar, al crecimiento personal y creando una fuente de trabajo. Este conocimiento se ha expandido también a nivel internacional.
El papel de la mujer
En la mayoría de los programas de transferencias condicionadas el dinero se da directamente a las mujeres. Esta práctica ha generado un debate sobre el rol de la mujer, según revelan algunos reportes como el del Observatorio de Igualdad de Género en América Latina y el Caribe que consideran que perpetúan la idea de que ellas son las únicas responsables del cuidado de los hijos, ya que al ponerlas como titulares de estas transferencias condicionadas, vigilar que los niños acudan a la escuela y llevarlos a sus citas médicas recae principalmente en ellas.
A la par, dicho informe del Observatorio de Igualdad de Género reconoce que el hecho de entregarles dinero directamente empodera a las mujeres, ya que al tener un recurso financiero propio refuerzan su posición en la toma de decisiones dentro del hogar.
En la misma senda van los recientes resultados del programa condicionado Bono 10,000 de Honduras, en el cual el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), observó que las mujeres que son parte del programa muestran mayor participación en las decisiones que tienen que ver con la salud, educación y crianza de sus hijos, colaborando con ello a reducir la desigualdad de género dentro del hogar.
El estudio refleja también que las mujeres beneficiarias perciben tener más poder de decisión si trabajan fuera o no del hogar, así como del número de hijos que quieren. Además de que al asignarlas como las principales receptoras del programa, ellas establecen un vínculo con los gobiernos, permitiéndoles una mayor visión de sí mismas como ciudadanas y sobre los derechos que pueden ejercer.
DISTINTAS LATITUDES, HISTORIAS SIMILARES
Así como Lourdes en México, muchas otras mujeres son parte de programas similares en sus países.
Durante el encuentro internacional de transferencias condicionadas que se llevó a cabo en México para hablar de resultados y compartir experiencias sobre PTC, Marvi Memon, ministra de Estado de Pakistán y presidenta del programa de apoyo al ingreso Benazir, habló sobre la innovación del comercio electrónico como una herramienta de empoderamiento que han tenido las mujeres en su país.
A las beneficiarias del programa que cuentan con algún micro emprendimiento, les construyen una página en la que puedan mostrar y vender sus productos en línea, promoviendo también la inclusión financiera al integrarlas al sistema bancario y aumentando sus ingresos económicos.
México y Paraguay compartieron experiencias similares. Héctor Cárdenas, ministro de Acción Social de Paraguay, contó como ejemplo la historia de una beneficiaria que a raíz del apoyo económico y capacitación logró montar un taller para cambiar neumáticos. Gracias a los apoyos de los PTC, Alicia Pedraza de la región indígena otomí en el Estado de México, pudo recuperar su taller de bordado de tapetes a mano, recuperando una fuente de autoempleo y colaborando a la conservación de la artesanía de su comunidad.
La mayoría de los PTC se manejan principalmente por Comités Comunitarios, esa es una de las lecciones principales que los gobiernos internacionales han retomado de la experiencia latinoamericana. Estos comités sirven de punto de encuentro para los beneficiarios y son liderados por las mujeres. Ambos ministros coincidieron en que las mujeres que forman parte del programa, ahora se involucran y tienen más voz, no solo en lo relacionado a las transferencias monetarias, sino también a los asuntos públicos de su comunidad como pueden ser los servicios de electricidad o agua, promoviendo con ello la participación organizativa.