Desde tiempos inmemoriales, la Villa de Mojocoya es uno de los centros agrícolas más importantes de Chuquisaca, Bolivia. Su economía actualmente está basada en la producción de semillas de papa, maíz y trigo y es con los ingresos generados por esta actividad que los pequeños productores han podido costear los estudios de sus hijos. Pero no siempre fue así.
“Empecé a los 14 años la actividad semillera, cuando mi comunidad -Mojocoya- producía sólo papa. Entonces no había mucha demanda y no se exigía calidad. Decidí capacitarme en agricultura familiar y me involucré en todo lo referente a las semillas; al ver que era un buen negocio, poco a poco se fueron sumando más personas. Ahora, somos 45 familias productoras de semillas”, cuenta Camilo Roque, líder de la Asociación de Productores de Semilla Naunaca (Aprosena) y emprendedor agropecuario.
Pero Roque no quiere que su comunidad se detenga ahí. “Estamos esforzándonos para aumentar y diversificar la producción para comercializarla en Santa Cruz”, asegura. También están reinvirtiendo para comprar nuevo equipamiento, pues quieren incursionar en otros productos como la semilla de avena. Su principal limitación es la falta de terrenos, que compensan con la permanente rotación de cultivos, y su mayor preocupación son los efectos del cambio climático. Bolivia vivió en 2016 la peor sequía en los últimos 25 años.
Aprosena es una de las 300 organizaciones productoras de semillas con las que trabaja el Instituto Nacional de Innovación Agropecuaria y Forestal (INIAF), cuyo fortalecimiento apoya el Banco Mundial desde 2011, a través del Proyecto de Innovación y Servicios Agrícolas (PISA). La entidad, dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT), está a cargo de la certificación, fiscalización, registro y control de comercio de semillas en todo el territorio boliviano, tareas que ejecuta mediante la Dirección Nacional de Semillas.
Más semillas, más productividad
La actividad semillera se ha desarrollado de manera sustancial en los últimos años, aportando significativamente a la productividad agrícola en el país. El registro histórico de volúmenes de semilla producida en Bolivia muestra que en 1991 se certificaban 20.662 toneladas; en 2011, 78.000 toneladas, y para 2015, ya se alcanzaban las 119.124 toneladas de semillas certificadas por INIAF.
Actualmente, el 56 por ciento de la superficie cultivada en Bolivia utiliza semilla certificada, superando a varios países de la región. El uso más alto se da en Brasil con el 66 por ciento.
Este crecimiento no sería posible sin la participación de los productores y sus familias que, en colaboración con el INIAF, acceden a asesoramiento técnico especializado, investigación y tecnología.
Para Ediberta Mallku Mamani, mujer semillerista de Challapata (Oruro), el apoyo técnico de INIAF es fundamental para mejorar su producción y, por ende, sus ingresos. “En nuestra comunidad utilizamos el método de producción por brotes que mejora el rendimiento de 16 a 20 papas por semilla, nos han enseñado también innovaciones para rejuvenecer la semilla”.
Verónica Choque Leyva es una joven ingeniera agrónoma que desempeña labores en el Centro Nacional de Producción de Hortalizas de INIAF. Su tarea consiste en realizar investigaciones para desarrollar variedades resistentes a la sequía y brindar asesoramiento técnico a semilleros en Cochabamba. “Los productores han mejorado significativamente sus ingresos porque es una actividad rentable. Nuestra meta es ayudarlos a optimizar su producción. En esta región trabajamos con semillas de cebolla, zanahoria, rábano y remolacha, que son muy valoradas en otros mercados nacionales como Santa Cruz”, señala.
Los pequeños productores apuntan al mercado cruceño por el volumen de la actividad agropecuaria en ese departamento que es el que demanda la mayor cantidad y variedad de semillas certificadas de todo el país.
En Bolivia la semilla de soya es la más requerida (64 por ciento). Le siguen la de trigo con 15 por ciento y de papa con 10 por ciento. Otras semillas importantes son las de arroz, maíz, caña, fréjol, forrajes, girasol, caña, chía, arveja, haba, hortalizas, maní, quinua, sésamo, sorgo y otras de menores volúmenes.