Una campaña publicitaria está dando que hablar en Argentina. A través de un anuncio, un portal virtual de empleo nos presenta a Juana, una joven trans que busca conseguir un nuevo trabajo. Su historia, narrada en primera persona y con un delicado humor, invita a reflexionar sobre el mercado laboral de los países de América Latina.
Buscar empleo es particularmente complejo siendo joven: según un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo, el desempleo juvenil en América Latina triplica al de los adultos, además de enfrentar una tasa de informalidad más alta, estimada en un 56% en promedio para la región.
Sin embargo, otros grupos no encuentran siquiera estadísticas confiables que puedan visibilizar la difícil situación que atraviesan. En toda América Latina persiste un notable déficit de datos y estadísticas oficiales sobre las condiciones de vida y laborales de las personas trans (travestis, transexuales y transgénero).
Según estudios mencionados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el 94,8% de las personas trans en Argentina no se encuentra incorporada al mercado de trabajo formal. Sin embargo, no hay cifras confiables sobre esta situación en casi ningún país de la región.
La falta de información oficial y actualizada no hace más que vulnerar aún más los derechos de la población trans, a quienes la exclusión de la educación y del mercado laboral formal ya los vuelve más susceptibles de ser sometidos a diversas formas de violencia.
Capacitación para cambiar la realidad
La capacitación se convierte en la mejor herramienta para quebrar con la cadena de pobreza que se genera a partir de la discriminación laboral. La educación conlleva beneficios considerables al promover el empleo y contribuir en materia de ingresos, contrarrestando el aumento de la desigualdad.
Los programas formales de empleo para jóvenes están bien extendidos por toda América Latina. Ya sea el programa “40 mil primeros empleos” en Colombia, “Jóvenes Productivos” en Perú o “Jóvenes con Más y Mejor Trabajo” en Argentina, los gobiernos nacionales buscan desarrollar iniciativas para promover la contratación formal y el adquisición de nuevas habilidades.
Sin embargo, la transición entre los procesos de formación académica y el mercado laboral es particularmente compleja para la comunidad trans.
“La discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género es frecuente en Argentina, lo que impide que estos grupos participen activamente en los procesos de inserción laboral”, explica Marcela Salvador, especialista en Protección Social del Banco Mundial.
Para superar estas dificultades, el Gobierno argentino con apoyo del Banco Mundial, desarrolló un proyecto piloto en un grupo de oficinas de empleo municipales con el fin de facilitar el proceso para que personas trans accedan a capacitación, entrenamiento laboral, intermediación y otros servicios de empleo.
Este programa cuenta con la participación de la comunidad local, funcionarios públicos, consultores especializados y vecinos de la misma comunidad como Maria José Murillo. Ella, una peluquera trans de la ciudad de Gualeguaychú -en el norte de Argentina-, recibió la invitación para ser parte de la organización de este proyecto al visitar la oficina local de empleo. A partir de ese momento, recorrió los nueve centros de salud municipales para informar a la población trans de cada barrio y convocarlos para los talleres de empleo.
Para alcanzar específicamente a este público, las oficinas de empleo locales fueron más creativas y buscaron ofrecer horarios flexibles, servicios de cuidado para niños y niñas, consejerías e instancias de apoyo y seguimiento. El trabajo iniciado por el área de empleo permitió que se sumen otros servicios estatales dirigidos a este público: el derecho a la identidad de género, el cambio registral y otros aspectos de la atención de la salud.
“Este proyecto es un inicio para que la población trans siga vinculándose con la oficina municipal de empleo, acompañándolos en las entrevistas y en los futuros desafíos de su carrera profesional”, destaca Lorena Arrozogaray, directora de producción y desarrollo económico de la Municipalidad de Gualeguaychú. Tan solo en esta ciudad, las asistentes del programa ya participan de actividades de entrenamiento laboral en empresas locales, cursos de gastronomía y peluquería e incluso practican sus habilidades musicales en un instituto especializado.
Promover la diversidad
La diversidad es una ventaja competitiva para las empresas, por lo que incorporar diferentes culturas, estilos, destrezas, educación, orientaciones sexuales e intereses se convierte en una herramienta que posibilita el crecimiento. Según un estudio de la consultora McKinsey, las compañías que promueven la diversidad tienen un 35% más de probabilidades de superar a otras compañías en términos de productividad.
Sin embargo, del dicho al hecho hay un largo trecho.
En Brasil, un nuevo estudio sugiere que mujeres y afrodescendientes están subrepresentados en el ámbito laboral y sufren un cuello de botella que los excluye de los cargos de decisión en las principales empresas. Este tipo de discriminación a mujeres y otras minorías genera importantes costos para los países de la región.
Resulta imposible erradicar la pobreza y reducir la desigualdad sin incluir a las mujeres y a las personas LGBTI. “No dejar a nadie atrás” es un imperativo que obliga a los gobiernos, funcionarios y empleadores a trabajar para que los programas alcancen a todos, especialmente a quienes más lo necesitan.