Pese a los numerosos avances en el último siglo, la extensa lista de productos del ingenio humano no ha podido sumar nada igual. Como se repite en las campañas, la sangre no se fabrica. De allí que su donación sea la más antigua de la medicina, y objeto de un trabajo incesante que en los últimos años ha resultado en importantes avances.
Desde que el argentino Luis Agote realizó la primera transfusión indirecta en 1914, la donación de sangre se convirtió en una forma sencilla de salvar vidas. Cada vez más conscientes de ello, los donantes se multiplicaron en los últimos años en la Argentina, gracias a diversas campañas y al fortalecimiento de la red de infraestructura nacional. La donación de sangre proveniente de poblaciones de bajo riesgo, donando en forma repetida, es clave para lograr el abastecimiento de sangre y su seguridad infectológica (y así evitar el contagio de enfermedades que se transmiten por vía sanguínea).
Entre 2011 y 2016, las donaciones de sangre por cada 1000 habitantes mayores de 18 años aumentaron del 25,6% al 31%, a un total de 621.370 personas. Si se tiene en cuenta que cada donación puede salvar hasta cuatro vidas y mejorar la de otras tantas personas, cada punto porcentual representa un gran avance.
En la actualidad, la tasa de donación en la Argentina se encuentra muy cerca del nivel óptimo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuye a países de ingresos altos. No obstante, la cifra representa apenas un 1,5% de la población total, y aún superando las metas oficiales del sector, seguir avanzando hacia el ideal sigue siendo un desafío. Según la OMS, el nivel deseable para alcanzar la autosuficiencia es variable y está relacionado al desarrollo sanitario de cada región, pero el valor mayoritariamente aceptado está entre las 30 a 40 donaciones por cada 1000 habitantes.
Más voluntarios
Los avances en la Argentina fueron alentados por políticas públicas implementadas en la última década, y potenciadas por el segundo plan de Funciones Esenciales de Salud Pública (FESP 2), respaldado por el Banco Mundial. El programa apoyó diversas acciones a través de los años que ayudaron a posicionar a la Argentina en la senda de la autosuficiencia.
Así lo indica, entre otras variables, el crecimiento en la cantidad de personas que cedieron su sangre en forma solidaria y desinteresada, como un acto de altruismo. Entre los donantes, el porcentaje de voluntarios se incrementó desde un 30% en 2011, a 40% en 2016, a un ritmo mayor que el aumento de las donaciones.
Ocurre que la motivación para donar ya no depende de la necesidad de un familiar o amigo; en los últimos años la difusión y desmitificación sobre las extracciones ha movilizado más actos de solidaridad en forma frecuente. Esta constancia –con donantes de hasta tres veces al año- no sólo incrementó la disponibilidad de sangre, sino que también fortaleció la Red de Sangre Segura en el país. El Registro de Donantes, por ejemplo, permitió agilizar los procesos de extracción y evaluación de la sangre, favoreciendo al sistema.
Este trabajo ayudó a disminuir la serología reactiva de 7,5 en 2011 % a 4,7 % en 2016, disminuyendo el riego de infecciones por transfusión y el desperdicio de sangre donada que no puede ser usada por ser reactiva a infecciones.
Luis Pérez, Especialista Senior en Salud Pública del Banco Mundial, analiza los avances: “La promoción de la donación voluntaria de sangre a través de la formación de recursos humanos, campañas, operativos de colecta y conformación de unidades de gestión de donantes voluntarios, resultó en el aumento en cantidad y calidad de las donaciones de sangre. Pero además, mejoró la seguridad y disponibilidad de los componentes, también bajando los costos para el sistema de salud al disminuir el descarte de unidades”, dice.
Pérez alude a la sofisticación de las transfusiones, crecientemente fraccionadas según la necesidad de los pacientes. Por ejemplo, los pacientes de cáncer reciben transfusiones de glóbulos blancos, indispensables para reforzar sus defensas o de plaquetas, un componente de la sangre que interviene en la coagulación. Esa complejidad ha dotado de mayor eficacia al sistema, que ahora más del 95 % de las unidades de sangre son fraccionadas y solo un 1,4 % de las transfusiones son de sangre entera.