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ARTÍCULO Enero 28, 2019

Un nuevo comienzo para los excombatientes en Rwanda

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Era una mañana fresca y brumosa, y unos 30 hombres se reunieron dentro de un aula en el Centro de desmovilización de Mutobo, en la Provincia del Norte de Rwanda, mientras afuera del lugar varios pájaros gorjeaban ruidosamente. Todos eran excombatientes que habían regresado de manera voluntaria desde la vecina República Democrática del Congo (RDC) y buscaban reintegrarse en la vida civil. Tomaban notas con interés y escuchaban con entusiasmo a su instructor, que impartía una clase de historia.

En 1994, Rwanda enfrentó el genocidio contra los tutsis, en que murieron más de 1 000 000 de tutsis y hutus moderados en solo 100 días. El país quedó devastado. Después de que el Frente Patriótico Rwandés, encabezado por el actual presidente Paul Kagame, tomó el poder, el antiguo ejército gubernamental y los paramilitares huyeron a lo que es ahora la RDC donde numerosos combatientes lucharon por sobrevivir durante décadas.

Tras el genocidio, el Gobierno de Rwanda adoptó medidas para abordar el impacto de la guerra y avanzar hacia la reconciliación nacional. Un componente clave fue el desarme, la desmovilización y la repatriación de grupos armados, incluidos los ejércitos del antiguo y del nuevo Gobierno.

En 1997, se creó la Comisión de Desmovilización y Reintegración de Rwanda (RDRC, por sus siglas en inglés) (i) y desde entonces ha desmovilizado y ha brindado apoyo para reinsertarse a más de 70 000 excombatientes. El Banco Mundial, a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), respaldó estos esfuerzos con dos proyectos consecutivos: el Programa de Emergencia para la Desmovilización y la Reintegración (2002-08) (i) y el Segundo Proyecto de Emergencia para la Desmovilización y la Reintegración (SEDRP, 2009-2017). (i)

“Rwanda ha logrado avances extraordinarios en los últimos años”, dijo Yasser El-Gammal, gerente del Banco Mundial a cargo de las operaciones en Rwanda. “La consolidación de la paz y de la estabilidad en la región es crucial para el país para seguir logrando un sólido crecimiento económico y mejoras considerables en las condiciones de vida de todos los rwandeses”.

 


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Primer paso: la desmovilización

Luego de haber vivido muchos años fuera de Rwanda, algunos exmiembros de grupos armados temen ser repatriados por miedo a ser acusados de posibles crímenes cometidos durante el genocidio. Otros, que se sumaron a las fuerzas armadas mientras permanecían en la RDC, son mantenidos como rehenes por sus comandantes, los que controlan férreamente la forma de pensar y los movimientos del personal y de sus familias.

El primer paso en el proceso de desmovilización y reintegración consiste en convencer a los miembros de los grupos armados de que es seguro para ellos desarmarse y regresar a casa.

El comandante Elie Mutarambirwa retornó a Rwanda en 2010. Ahora trabaja en la RDRC y habla frecuentemente con combatientes en el exterior para alentarlos a regresar.

“Los llamamos por teléfono a menudo”, dijo. “Tratamos de darles información sobre lo que está pasando aquí en Rwanda. Después de haber vivido con la mayoría de ellos, ya nos conocen; si les mandamos mensajes, entienden fácilmente y confían en nosotros”.

En el Centro de desmovilización de Mutobo, a unas dos horas de la capital, Kigali, los excombatientes inician su transición hacia la vida civil.

“En el Centro de desmovilización de Mutobo, les proporcionamos servicios médicos, vivienda, alimentación, educación cívica, capacitación práctica en habilidades, así como formación empresarial básica”, explicó Francis Musoni, secretario general de la RDRC.

Las familias de los excombatientes han sido desmovilizadas también a través de un programa de orientación similar breve para facilitar su reinserción en la comunidad.

Entre los que han regresado a Rwanda, se encuentran numerosos niños combatientes, de entre 11 y 17 años. Estos niños nacieron y se criaron fuera del país, ya sea dentro de asentamientos civiles o asentamientos asociados con grupos armados. Cuando los niños llegan a cierta edad —generalmente entre los 9 y 12 años— son forzados a ingresar a grupos armados.

Hasta diciembre de 2017, unos 293 ex niños combatientes habían participado en el programa, permaneciendo por lo menos un año en el Centro de rehabilitación infantil de Muhoza, donde personal capacitado trata de llenar vacíos provocados por la pérdida de su niñez. Al final de su estadía, los ex niños soldados son reunidos con sus familias o bien empiezan a vivir con familias de acogida.


Poner énfasis en la salud mental

Una encuesta realizada en el Centro de desmovilización de Mutobo en 2012 reveló una prevalencia de trastornos de estrés postraumático (PTSD) y otros problemas de salud mental entre los combatientes. Hasta un tercio de todos los encuestados obtuvieron puntajes altos en indicadores de problemas graves de salud mental.

Por esta razón, la RDRC, con la ayuda de asociados en la tarea del desarrollo, estableció una metodología, según la cual todos los excombatientes y sus dependientes deben ser examinados para detectarles posibles problemas de salud mental. De ser necesario, algunos reciben tratamiento inmediatamente al llegar al centro.

“Un aspecto importante de esta actividad es que los servicios de salud mental se establecieron al inicio del proceso, en el centro de desmovilización”, dijo Natacha Lemasle, jefa del equipo a cargo del Segundo Proyecto de Emergencia para la Desmovilización y la Reintegración (SEDRP). “De esa manera, las personas que sufren los problemas más graves pudieron ser diagnosticadas y tratadas lo más pronto posible”.

Al término del SEDRP en 2017, todos los excombatientes (adultos) informaron que habían sido sometidos a un examen de salud mental durante su permanencia en el Centro de Mutobo. Como resultado de las evaluaciones, más de 3500 excombatientes fueron derivados a instituciones especializadas para recibir sicoterapia o tratamiento siquiátrico.


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Reintegración económica y social

Luego de completar los programas de orientación en Mutobo y Muhoza, los excombatientes deben superar sus propios miedos y la desconfianza de las comunidades en su intento de reinsertarse en la vida civil. Su reintegración social se facilita con eventos comunitarios locales, asesoramiento y tratamiento sicosocial, pruebas voluntarias de VIH/sida, y orientación. Los excombatientes más vulnerables, junto con todas las mujeres y los ex niños soldados, reciben apoyo adicional en forma de acceso a educación formal durante dos años y a programas de formación ocupacional o de aprendizaje de un oficio.

Jean-Felix Hategekimana regresó a Rwanda tras permanecer 23 años en los bosques de la RDC. No tiene educación formal y espera que los seis meses de capacitación en soldadura y fabricación que eligió para reinsertarse le ayudarán a ingresar rápidamente al mercado laboral. “Tengo muchas ideas de lo que haré cuando salga de aquí… tanto en la búsqueda de trabajo como en la creación de mi propio empleo para poder mantenerme a mí mismo y a mi familia”, señaló Hategekimana.

Muchos excombatientes optan también por unirse a cooperativas, donde trabajan junto a miembros de la comunidad en campos, tales como la agricultura, la construcción, el manejo de motocicletas taxi y la confección de ropa.


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Inclusión: apoyo a los excombatientes con discapacidades

En 2008, la RDRC empezó a construir viviendas diseñadas para excombatientes con discapacidades y permitirles vivir de manera independiente. Tras 10 años, el programa ha construido 832 casas, así como 10 centros que integran la producción y la rehabilitación en todo el país. Estos últimos proporcionan oportunidades de empleo y formación ocupacional para excombatientes con discapacidades y sus dependientes en el entorno inmediato de sus hogares. También incluyen instalaciones recreativas y zonas comunes para permitir una mejor interacción social entre los excombatientes con discapacidades y otros miembros de la comunidad.

Celine Mukabagema formó parte del ejército del antiguo Gobierno. Retornó a la vida civil en 2003, pero sufrió una discapacidad física permanente que limitó su movilidad. Es una de las beneficiarias de una casa construida a medida donde ahora vive con su familia. También participó en un curso de confección de ropa y recibió una máquina de coser que usa para complementar el pago mensual que recibe del Gobierno. Gracias a ello, pudo mantener a su familia y enviar a sus dos hijos a la escuela.

Mukabagema también resaltó que, aunque sirvió en el ejército del antiguo Gobierno, no fue discriminada y recibió pleno apoyo cuando retornó a la vida civil. “No veo ninguna diferencia, incluso aunque servimos en el antiguo ejército. Somos tratados como todos los demás durante el proceso de reintegración”, dijo. “No hay diferencias y pienso que eso es algo bueno”.


El programa de desmovilización y reintegración superó sus metas y sirvió de fundamento a los objetivos de desarrollo más amplios de Rwanda. Como resultado, en 2007, la clasificación establecida por la RDRC para evaluar el grado de discapacidad en los excombatientes se convirtió en una ley nacional y se aplicó a toda la población rwandesa. El Gobierno también solicitó que la Unidad de Rehabilitación Médica del programa se encargara de dar formación a los doctores en todo el país.

El Banco Mundial apoyó este proyecto durante más de una década, y esta asistencia llegó a su término en 2017 con el cierre del Segundo Proyecto de Emergencia para la Desmovilización y la Reintegración. Basándose en la experiencia adquirida y los enfoques innovadores piloto, el Gobierno de Rwanda continúa ejecutando el programa y brindando apoyo para la desmovilización y la reinserción a los restantes miembros de grupos armados y sus dependientes.



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