Jhon Muñoz corta un fruto verde del cacay con su navaja de bolsillo, y sonríe mientras tres vainas pequeñas caen sobre la palma de su mano sucia llena de tierra. Muñoz, de 41 años, está a cargo de una finca de cacay de 1090 acres en la región colombiana de Orinoquía. Él se gana la vida con el cultivo de este árbol nativo de la zona, muy raro y polivalente.
Trabajó inicialmente en Kahai, una empresa en Villavicencio que estaba empezando a explorar si los usos comerciales de la nuez de cacay podrían ser un negocio viable. Después de 10 años de abrirse camino, Muñoz administra ahora las operaciones de Kahai en Puerto Gaitán, y tiene a su cuidado más de 100 000 árboles de cacay.
El fruto del cacay, que se asemeja en su exterior a una lima, tiene tres nueces segmentadas que se pueden consumir luego de ser procesadas o se pueden usar para producir harina o leche. El fruto también produce un aceite conocido como el «oro amazónico», que se usa con fines cosméticos. Se dice que la nuez de cacay tiene propiedades antienvejecimiento dado su alto contenido de vitamina A (retinol), vitamina E y vitamina F (ácido linoleico).
En la actualidad, la empresa exporta tres toneladas de aceite de cacay a mercados de todo el mundo como Estados Unidos, el Reino Unido, Corea del Sur, Francia, España, Australia, Canadá y Tailandia. Los precios del aceite de cacay de alta calidad son significativos. En las tiendas minoristas de Estados Unidos una botella de casi 30 milímetros puede llegar a costar más de USD 30.
«Somos el primer lugar en el mundo en producirlo a gran escala», dijo Henry Sánchez, técnico agrícola de Kahai. «Estamos llevando una nuez colombiana desde nuestra biodiversidad, desde la Orinoquía y la Amazonía, al mundo».
La empresa espera aumentar sus exportaciones en los próximos años, pero necesitará ayuda en lo que respecta a aumentar los volúmenes, expandir su capacidad de elaboración y asegurar nuevos mercados.