La actual ola mundial de frustración ante la discriminación racial y la injusticia social ha puesto de relieve una realidad preocupante por encima de todas las demás: que
Las poblaciones vulnerables o minoritarias, como los afrodescendientes en América Latina, los romaníes en Europa y los pueblos indígenas en Vietnam, suelen estar más expuestas a los efectos dañinos de las crisis. La discriminación en todos los niveles, además de la relativa falta de acceso a los sistemas de salud, la educación o el empleo, los desalienta al momento de enfrentar crisis, una realidad que ha dejado al descubierto la pandemia de COVID-19 (coronavirus).
El compromiso de proteger a los más vulnerables para que todos —independientemente de su género, raza, religión, origen étnico, edad, orientación sexual o discapacidad— puedan acceder a los beneficios del desarrollo es una parte central del mandato del Grupo Banco Mundial de fomentar el desarrollo.
El objetivo del Grupo Banco Mundial de promover la prosperidad compartida hace hincapié en el bienestar del 40 % más pobre de la población del mundo, porcentaje que incluye una proporción importante de estas poblaciones marginadas. Al crear más igualdad de oportunidades y promover la movilidad social, el crecimiento inclusivo puede llegar a ser una prioridad para las minorías raciales y étnicas.
que ayuden a las personas habitualmente excluidas a participar plenamente en la sociedad y vivir con dignidad. Para lograr esto, el Banco se basa en décadas de conocimientos operativos, investigación y experiencia sobre los impactos de la exclusión y pone énfasis en la participación ciudadana y la inclusión de las mujeres, los pueblos indígenas, las personas con discapacidad y las minorías sexuales y de género. Además, el Banco gestiona los riesgos ambientales y sociales de los proyectos a través del Marco Ambiental y Social, que incluye disposiciones de no discriminación contra los individuos o grupos desfavorecidos o vulnerables.
Al responder a la pandemia de COVID-19, el Banco ya ha proporcionado asistencia de emergencia a más de 100 países en desarrollo, en los que vive el 70 % de la población mundial. Como parte de la respuesta social del Banco, que incluye mecanismos convencionales de protección social (i), así como esfuerzos en materia de desarrollo comunitario y seguridad alimentaria (i), el Banco está consciente de la importancia de los enfoques socialmente equitativos. En esencia, reconoce que los grupos vulnerables están en mayor riesgo y quizás necesiten más apoyo durante las crisis.
Los afrodescendientes en América Latina
Enfrentan grandes carencias en el acceso a servicios esenciales, como la educación, y al empleo. Los afrodescendientes tienen además 2,5 veces más probabilidades de sufrir pobreza crónica, ganar menos por el mismo trabajo y con frecuencia ser víctimas de violencia.
Crédito de la fotografía: Jessica Belmont / Banco Mundial
El Banco ha trabajado durante muchos años con países latinoamericanos para cerrar estas brechas. En Costa Rica, con su apoyo amplía las oportunidades económicas para los afrodescendientes y otros grupos marginados. El objetivo es evaluar las diferencias existentes en el acceso digital para las personas afrodescendientes, los estudiantes y los maestros, incluidos aquellos con discapacidad, y adoptar acciones para subsanar esas brechas. Otro proyecto incorpora medidas de adaptación climáticamente inteligentes en programas de capacitación para las comunidades afrodescendientes, ayudándolas a fortalecer su confianza en los sistemas que tradicionalmente no lograron incluirlos.
A pesar de los avances importantes observados en la última década, tanto en el sector privado como en el sector público. Un estudio reciente realizado por las Prácticas Mundiales de Desarrollo Social (i) ayuda a profundizar la comprensión empírica de los factores que impulsan la exclusión persistente de los afrodescendientes, un requisito previo para identificar las soluciones adecuadas.
Los romaníes en Europa
Los romaníes son la minoría étnica más grande de Europa, así como uno de los grupos más desfavorecidos y socialmente excluidos. Los entre 10 millones y 12 millones que viven en Europa han sido discriminados (i) durante siglos, sufriendo racismo y exclusión sistemáticos. Esto ha provocado un círculo vicioso de desigualdad de oportunidades y falta de aspiraciones, que contribuye a su vez a la pobreza y conduce a profundas y persistentes disparidades sociales y económicas entre la población romaní y la no romaní. En Europa oriental, por ejemplo, 7 de cada 10 hogares romaníes viven en una situación de pobreza extrema. Aunque muchas familias romaníes residen en países de ingreso alto y mediano alto, aún enfrentan niveles de pobreza, hambre y privaciones equivalentes a las de las zonas más pobres del mundo.
Crédito de la fotografía: Dominic Chávez / Banco Mundial
El Banco Mundial ha apoyado la inclusión de los romaníes (i) por más de dos décadas. Al principio, sus esfuerzos se centraron en generar datos y pruebas para esclarecer la situación socioeconómica de la población romaní. Aunque esto sigue siendo importante, el Banco Mundial se focaliza cada vez más en asegurar que la inclusión de los romaníes se refleje mejor en el diálogo de políticas y las inversiones. Empoderar a las comunidades y organizaciones romaníes para identificar sus necesidades y ayudarlas a desarrollar soluciones es una parte importante de este esfuerzo. En Rumania, por ejemplo, el Banco estableció una “Junta Consultiva de Asuntos Romaníes”, una plataforma de organizaciones de la sociedad civil romaní creada para incorporar las preocupaciones y perspectivas de esta comunidad en la cartera de proyectos del Banco y amplificar las voces de los romaníes en el diálogo normativo.
La inclusión de la población romaní no es solo lo correcto: también es una estrategia económica inteligente. Los romaníes son una población joven y representan una proporción cada vez mayor de las personas que se incorporan por primera vez al mercado laboral. Invertir en la inclusión de ellos no solo ayudará a estos países a acelerar el crecimiento, sino que también contrarrestará los efectos de una disminución de la población en edad laboral debido al envejecimiento, la emigración y la disminución de las tasas de fertilidad.
Los pueblos indígenas
Los pueblos indígenas son otro grupo vulnerable que sufre altos niveles de desigualdad y exclusión en la vida cotidiana. Tienen una esperanza de vida que es hasta 20 años inferior a la de los no indígenas en todo el mundo. Suelen vivir en zonas inaccesibles o alejadas, por lo que tienen dificultades para acceder a servicios básicos, como Internet, o una identidad digital, que otros dan por sentado.
Crédito de la fotografía: Tran Thi Hoa / Banco Mundial
Este legado de desigualdad y exclusión —que los ha hecho más vulnerables a las crisis, incluidos brotes como el de la COVID-19— es algo que el Banco Mundial está tratando de cambiar.
Por ejemplo, como parte de su apoyo a Vietnam (i), el Banco Mundial amplió la participación económica de las minorías étnicas indígenas, las mujeres y los grupos vulnerables (i) a través de una participación multisectorial que se centra en actividades que les permitan generar ingresos y medios de subsistencia. El proyecto (i) adoptó un enfoque de desarrollo impulsado por la comunidad que les dio a las mujeres una voz y una representación más fuertes. Los idiomas de las minorías étnicas también se usaron en las reuniones de las aldeas, las sesiones de capacitación y los materiales de comunicación, lo que hizo que la planificación y la ejecución de los proyectos fueran más inclusivas.
En Guatemala, un proyecto tiene como objetivo mejorar el desarrollo y la nutrición de los niños pequeños dentro de las comunidades de pueblos indígenas (i) capacitando a las madres y los cuidadores, lo que promueve mejores habilidades cognitivas y lingüísticas en la infancia y aumenta el respeto por las mujeres en las respectivas comunidades.
Estos esfuerzos en todo el mundo forman parte del amplio apoyo del Banco Mundial al desarrollo social (i), que se centra en la necesidad de poner a las personas en primer lugar. El Marco Ambiental y Social permite gestionar mejor los riesgos sociales de los proyectos a través de un compromiso en pro de la participación de las partes interesadas con la finalidad última de apoyar y capacitar a las personas para que conciban sus propias soluciones.