En Honduras, la comunidad garífuna de Yimene Calderón, integrada por descendientes de arahuacos, caribes y cautivos africanos, debe lidiar con una persistente falta de oportunidades. Hay discriminación en el mercado laboral y grandes dificultades para acceder a la educación formal. Las condiciones de vida de sus miembros han mejorado durante la última década, pero estos aún enfrentan desigualdades en el acceso a servicios esenciales, como la salud y la educación, y al empleo. La comunidad cuenta con pocos centros médicos, en los que suelen faltar insumos, profesionales médicos y apoyo bilingüe. Como resultado, los garífunas viven mayormente en barrios marginales y en situación de pobreza crónica.
“Tenemos un 90 % de desempleo y hay poco trabajo”, señaló Calderón, directora ejecutiva de la Organización de Desarrollo Étnico Comunitario (ODECO). Para muchos, los empleos informales, como la venta callejera, son la única salida. “Hay poquísimas personas con un salario regular; se pueden imaginar lo difícil que puede llegar a ser formar una familia sobre la base de las transferencias monetarias”, contó al Banco Mundial.
Calderón y otros garífunas son algunos de los 130 millones de afrodescendientes que viven en América Latina. Desde las comunidades afroindígenas, como los garífunas de América Central, hasta los pardos de Brasil, los afrodescendientes han sido históricamente excluidos debido a su identidad racial, y en general se los ha estigmatizado y estereotipado. Las personas como Calderón están sobrerrepresentados entre los pobres, un fenómeno común en la región.
En Brasil y Uruguay, por ejemplo, la pobreza es más de dos y tres veces más elevada entre los afrodescendientes, respectivamente. En el nivel de educación terciaria, dicho grupo está subrepresentado en toda América Latina.
“Históricamente, solían decir que desde 1932 no teníamos afrodescendientes en El Salvador, pero aquí estamos”, afirmó Lidia Margarita García, experta en cuestiones de género del Ministerio de Cultura de ese país. “Incluso decían que no había indígenas, pero los había y siempre han estado: solo que no se los reconocía”.
La pandemia de COVID-19 ha dejado al descubierto las desigualdades que enfrentan estos grupos vulnerables en materia de educación, sistemas de salud y empleo, entre otras áreas. América Latina es una de las regiones más afectadas (i) por la COVID-19, y, aunque se dispone de pocos datos sobre el impacto de la enfermedad en los distintos grupos, los expertos creen que las minorías como los afrodescendientes probablemente sufran más.
Carlos Álvarez, director de Equidad Étnico Racial, Migrantes y Refugiados en Argentina, señaló que en los últimos meses la crisis se ha profundizado y ha afectado en mayor medida a quienes ya eran vulnerables. “Las medidas de emergencia para garantizar alimentación y refugio son especialmente necesarias en el caso de los afrodescendientes más vulnerables, como los refugiados y los migrantes”, agregó Álvarez. Asimismo, destacó que en ocasiones las políticas universales pueden no ser suficientes en el marco del diálogo (i) que se inició en el Banco Mundial para combatir el racismo.
La mayoría de los afrodescendientes viven en centros urbanos y, debido al aislamiento y el abandono que han sufrido históricamente, tienden a concentrarse en algunas zonas y ciudades más que en otras. En muchos países latinoamericanos, tienen el doble de probabilidades de vivir en barrios marginales que las personas no afrodescendientes y suelen tener poco acceso a los servicios básicos como la atención médica y la educación. Estos factores explican por qué la crisis podría afectarlos en forma desproporcionada. Las personas negras no hispánicas tienen cinco veces más probabilidades de ser hospitalizadas debido a la enfermedad, lo que permite suponer que en América Latina se registrará una tendencia similar.
Los países respondieron (i) con relativa rapidez a la crisis basándose en programas preexistentes que proporcionan transferencias monetarias y en iniciativas de desarrollo impulsadas por la comunidad (i) que empoderan a los ciudadanos para que definan sus prioridades y soluciones. Pero los más afectados fueron excluidos debido a la falta de información y al hecho de que los trabajadores informales no cumplían los requisitos para acceder a determinados beneficios. La COVID-19 agrava estas desigualdades e irrumpe justo un año después de que en toda la región se produjeron protestas motivadas por las condiciones de vida en los entornos vulnerables.
La crisis ofrece una oportunidad para repensar la desigualdad estructural de la región y avanzar hacia una recuperación inclusiva y sostenible. El Banco Mundial sigue realizando esfuerzos para respaldar el desarrollo social (i), con la atención puesta en la necesidad de dar prioridad a las personas. La inversión en proyectos de desarrollo y el crecimiento económico pueden dejar afuera a determinados grupos y generar beneficios desiguales. Para evitar que esto ocurra, el Banco Mundial se ha comprometido a proteger a las personas marginadas, sobre todo durante las crisis mundiales, cuando pueden ser más vulnerables que otros grupos.
Crédito de la foto: Jessica Belmont / Banco Mundial
En un estudio realizado por el Banco Mundial (i), se identifican los factores subyacentes que generan la exclusión de los afrodescendientes en América Latina y se ofrecen soluciones. No existe una recomendación que pueda aplicarse a todas las situaciones, y las políticas deben estar orientadas a varios sectores y contemplar las desventajas transversales. Es preciso definir claramente cómo se lograrán los objetivos, haciendo hincapié en aumentar la participación de los pueblos en el proceso decisorio.
En el estudio se concluye que la educación es una herramienta vital para garantizar el crecimiento inclusivo entre los afrodescendientes. Cuando la educación es verdaderamente inclusiva y satisface las necesidades de los grupos marginados y más vulnerables, suele brindar a esos grupos mayores oportunidades para llevar vidas prósperas e independientes, alejados de la pobreza.
“En cuanto a la educación, sí, tenemos escuelas en todas las comunidades, y en algunas se puede estudiar hasta noveno grado, pero habría que plantear el desafío en estos términos: ¿cuántos jóvenes han finalizado la educación secundaria últimamente?”, señaló Calderón.
En esta época de convulsión mundial contra la discriminación racial, se reconoce que la pobreza no está determinada únicamente por el bajo nivel de ingresos, sino que también se relaciona con la exclusión, la falta de rendición de cuentas a nivel institucional, la carencia de medios para actuar y la persistencia del racismo. Un elemento central del mandato del Grupo Banco Mundial de fomentar el desarrollo es el compromiso de proteger a los más vulnerables para que todos —independientemente de su género, raza, religión, origen étnico, edad, orientación sexual o discapacidad— puedan acceder a los beneficios del desarrollo (i).
Para los afrodescendientes resulta crucial tener una representación importante que impulse la adopción de medidas. Como manifestó Calderón, “lo más importante es ver de qué forma la voz de la comunidad... puede traducirse en políticas públicas, en acciones, en programas que puedan contribuir a cambiar esta difícil situación”. Y luego agregó: “podemos aunar todas esas voces para concebir importantes ideas y propuestas”.