Desde Bangladesh hasta Mozambique, países de todo el mundo se enfrentan a los vertiginosos impactos del cambio climático. Diversos estudios han concluido que las personas más pobres y menos responsables del aumento de las emisiones de CO2 suelen ser las más expuestas a los riesgos climáticos y que, de aquí a 2030, el cambio climático podría empujar hasta 132 millones de personas (i) a la pobreza extrema.
Las lluvias intensas provocan deslizamientos de tierras, desprendimientos en carreteras e inundaciones que pueden contaminar los suministros de agua. Las temperaturas más altas reducen la eficiencia de la transmisión y la distribución de electricidad y, como consecuencia de la mayor demanda de refrigeración, ponen presión sobre las redes eléctricas. Las sequías perjudican la productividad del ganado y de los cultivos, mientras que los cambios en el régimen de lluvias aumentan el riesgo de plagas en los cultivos y amenazan la seguridad alimentaria.
En este contexto, el Grupo Banco Mundial (GBM) se fijó el doble objetivo de aumentar el financiamiento para el clima al 28 % del financiamiento total y de incluir sistemáticamente el cambio climático en sus proyectos. Este compromiso apoyó el primer Plan de Acción sobre el Cambio Climático (i) del GBM. Como resultado, entre 2016 y 2020, el GBM proporcionó más de USD 83 000 millones a los países en desarrollo para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a las personas a adaptarse. En 2020, el financiamiento para la adaptación al cambio climático aumentó del 40 % del financiamiento para el clima hasta más del 50 %, impulsado por el incremento del financiamiento y la fuerte demanda de los países en desarrollo.
En 2019, el Banco Mundial puso en marcha el Plan de Acción de Adaptación al Cambio Climático y Resiliencia (PDF, en inglés) para seguir apoyando los esfuerzos de los países en materia de adaptación, gestión de los riesgos climáticos y fomento de la resiliencia, es decir, la capacidad de prepararse para las perturbaciones, recuperarse de ellas y crecer a partir de una experiencia disruptiva.
El plan incluía el desarrollo de un nuevo sistema de calificación para mejorar el seguimiento de los avances mundiales en las áreas de adaptación y resiliencia y para crear incentivos que promuevan la participación en una mayor y mejor adaptación. En enero de 2021, el Sistema de Calificación de la Resiliencia (i) se estaba aplicando de manera experimental en más de 20 proyectos del Banco Mundial en todas las regiones, abarcando sectores como el desarrollo humano, la infraestructura y el desarrollo sostenible.
El nuevo sistema de calificación proporciona orientación sobre el desarrollo de proyectos de resiliencia al clima y una forma para evaluar qué hacen los proyectos para aumentar la resiliencia climática. El sistema evalúa dos dimensiones de resiliencia, cada una de ellas calificada de C a A+: la resiliencia del diseño del proyecto (es decir, la capacidad del proyecto para resistir los impactos del clima y los desastres) y la forma en que la población se hace más resiliente a través del propio proyecto.
En esta entrevista, Stéphane Hallegatte, economista principal del Grupo de Cambio Climático del Banco Mundial, explica cómo el Sistema de Calificación de la Resiliencia mejorará los proyectos de desarrollo y ayudará los países a adaptarse al cambio climático.
¿Cuál es el origen del Sistema de Calificación de la Resiliencia y qué problemas soluciona?
El seguimiento y la evaluación de los proyectos siempre han formado parte de nuestro trabajo. A medida que aumentábamos nuestro financiamiento para el clima en los últimos cinco años, introdujimos una nueva forma de medir cuántos de nuestros préstamos tenían “cobeneficios” climáticos. Sin embargo, muy pronto, muchos empezaron a pensar que esta métrica solo contaba una parte de la historia.
Una de las grandes deficiencias de la métrica que utilizamos actualmente es que agrega los esfuerzos para lograr que todos los proyectos sean más resilientes —lo que solemos llamar integración— y los esfuerzos dedicados a mejorar la resiliencia y apoyar la adaptación. El Sistema de Calificación de la Resiliencia se diseñó para captar estas dos dimensiones de forma independiente, con el fin de supervisar y aplicar experimentalmente de mejor manera nuestra cartera y presentar informes más adecuados de nuestras actividades.
Otro problema que la calificación de la resiliencia ayuda a resolver es el desafío de monetizar las intervenciones climáticas. Por ejemplo, las intervenciones que afectan el cambio de políticas y la planificación estratégica a nivel de sistemas para aumentar los incentivos para la acción climática podrían no verse reflejadas en una suma financiera elevada, en comparación con un gran proyecto de infraestructura, pero sí podrían ser potencialmente transformadoras. El Sistema de Calificación de la Resiliencia ayuda a detectar este tipo de proyectos.
En este momento, se pueden encontrar proyectos que hacen un gran aporte en términos de resiliencia. Sin embargo, como la metodología es muy técnica (las personas no siempre leen el tercer apéndice de la documentación técnica del proyecto), los responsables de tomar decisiones o los inversionistas quizás no pueden identificar esos proyectos y darles prioridad sobre otros menos resilientes. Esperamos que, al hacer que la calificación de un proyecto sea comprensible para los no expertos mediante una sola letra —A, B o C—, resultará más fácil ver cuándo un equipo está haciendo un buen trabajo. Y no me refiero solo a los equipos de proyectos del Banco Mundial, sino también a los externos. Los buenos proyectos lograrán mayor notoriedad, los equipos recibirán más recompensas por sus esfuerzos y, por lo tanto, tienen mayores incentivos para llevarlos a cabo.
Creo que la clave está en que partimos de un problema de medición y, al intentar resolverlo, hemos creado algo más que un sistema de monitoreo. Hemos elaborado orientaciones y herramientas que las personas pueden utilizar para diseñar mejores proyectos de desarrollo, y también estamos generando incentivos, al hacer más visible el buen trabajo realizado por los equipos.
¿Cómo funciona? ¿Es fácil de usar? ¿Cómo cambiará la forma de diseñar y ejecutar los proyectos?
Un aspecto clave para tener en cuenta es que, cuando estábamos desarrollando esta herramienta, encontramos algunos proyectos del Banco Mundial que, si se utiliza esta métrica, recibirían la calificación A+. Por lo tanto, la calificación más alta no es un nivel de perfección disparatado o idealista. Existen ejemplos de proyectos óptimos desde el punto de vista de la resiliencia. El desafío es llevar todos los proyectos al mismo nivel.
Durante la prueba piloto de esta herramienta, trabajamos con más de 20 proyectos que se estaban diseñando. En vez de llegar al final del proceso de desarrollo del proyecto y calificarlos, estamos trabajando con los equipos para que los proyectos logren una calificación alta (A o A+) en una o dos de las siguientes dimensiones: la resiliencia del diseño del proyecto (si es resiliente frente a los riesgos del cambio climático y los peligros naturales) y la resiliencia obtenida a través de los resultados del proyecto (si genera resiliencia en las personas y en el sistema en general). Queremos que la prueba piloto demuestre que no solo el sistema de calificación puede proporcionar visibilidad, sino que también se convierta en una guía práctica que los equipos puedan utilizar para formular mejores proyectos.
Hay cosas que los equipos deben hacer para obtener una buena calificación y que ocurren en diferentes etapas. En la etapa de la nota conceptual es cuando se quiere examinar las amenazas a las que puede estar expuesto un proyecto y explorar también las oportunidades para aumentar la resiliencia de los beneficiarios del proyecto. Muchos de los proyectos de la prueba piloto se encuentran en la fase de diseño, cuando se intenta transformar la información obtenida de la evaluación de los riesgos y la exploración de las oportunidades de resiliencia en componentes reales del proyecto. Por ejemplo, si la evaluación revela que hay un gran riesgo de inundación, probablemente habrá que incluir en el proyecto un componente de gestión del riesgo de inundación. Si la exploración de las oportunidades de resiliencia indica que se puede conseguir que la población sea más resiliente construyendo un pequeño drenaje en un barrio marginal, entonces se querrá añadir este componente de drenaje en la fase de preparación del proyecto.
Para obtener la máxima calificación del Sistema de Calificación de la Resiliencia, hay que demostrar en la evaluación inicial y en el análisis económico y financiero del proyecto que los riesgos climáticos no amenazan su viabilidad. También hay que explicar cómo el proyecto aumenta la resiliencia de la población, lo que significa describir a qué es vulnerable la población y de qué manera será menos vulnerables después de la finalización del proyecto. Si el proyecto documenta todo eso, puede obtener una calificación alta. Ese es nuestro objetivo en la prueba piloto. Si funciona, lo aplicaríamos a todos nuestros proyectos.